“De: Lucibella Clío, la flor de Lis
Para: Signore Arcobaleno.
Quiero comenzar ésta carta, relatando lo que siempre me preguntó ¿Cómo llegaste aquí? La respuesta no es sencilla, agradezco su paciencia por la respuesta y la que tendrá al leer las palabras que aquí le escribo. Signore Arcobaleno, es mi deseo que lea ésta carta en voz alta frente a Crimson, que él escuche también lo que a usted tengo que decirle. Prosigo:
Le respondo, no sé cómo llegué aquí. Cuando vine aquí era pequeña, tenía siete años exactamente cumplidos, mi cumpleaños por cierto es el cuatro de febrero. Leí muchos de los libros que Crimson tenía en su biblioteca y me percaté que toda niña tiene un padre y una madre, Crimson me dijo que yo no los tenía porque era especial. Leí que un padre es quien cuida de su hija y la quiere mucho, la protege siempre de la maldad y le enseña toda clase de cosas, es por eso que para mí Crimson es mi padre y tenía muchos amigos y amigas que consideraba mis hermanos y hermanas.
El mundo en que vivía era asombroso, con un cielo enorme que era celeste y blanco al lado derecho y gris al lado izquierdo, siempre me gustó más el lado derecho, era ahí donde Crimson me contaba los poemas más lindos que oí. Mi habitación era amplia y con los colores que me gustaban: blanco y rojo, blanco por las nubes y rojo por las pinceladas que a veces Crimson dejaba en las paredes con sus plumas. El castillo donde vivía era muy grande y tenía un estilo Barroco (según lo que leí en libros), tenía un pequeño letrero arriba de la puerta principal que ponía “Casa del Señor Cuervo”.
La casa tenía un balcón donde Crimson adora tomar el té con sus amigos, aunque a veces quiere estar solo, tiene muchos amigos con gustos exquisitos para el té. Me gustaban todos los pasillos que tenía, aunque eran tantos que a veces me perdía. Y el jardín era tan grande que no alcanzaba a verlo por completo. Había esculturas y fuentes por todas partes, todas hechas por amigos de Crimson.
El tiempo era algo raro, En verano el día pasaba rápido, en primavera pasaba más lento, en otoño más lento y cuando llegaba el invierno, parecía que los días eran eternos, me acostaba y levantaba hasta siete veces y aún era de día pero la noche no era tan extensa. Me gustaba la primavera porque entonces podía pasar horas viendo el atardecer que mezclaba mis colores favoritos.
Como me gustaba ver los cielos llenos de nubes, porque había 3 cielos. El más alto era el que yo admiraba, Crimson a veces iba ahí. El segundo era donde estábamos, no había muchas nubes pero sí estrellas diminutas de todos los colores, Crimson hizo una que otra roja y blanca de más para que pasaran a darme las buenas noches, las nubes también tenían colores pero eso dependía del clima. El más bajo era el que se encontraba debajo de la gigantesca piedra flotante donde estaba construida la casa, se podía ver las nubes desde el borde pero no me acercaba mucho, podría caerme. A veces llovía en un cielo y nevaba en el otro al mismo tiempo era gracioso, como si se pelearan por brindar un buen espectáculo.
Para mi cumpleaños número quince Crimson me regaló un telescopio para que jugara, pero en invierno el día duraba tanto que no podía usarlo así que intenté mirar al cielo de abajo y entonces me di cuenta que había más tierra debajo de ese cielo y había gente, creo que de ahí subían los amigos de Crimson. Me gustaba ver a la gente haciendo todo tipo de cosas extrañas. Pero un día vi algo que me desagradó en gran manera, un montón de personas haciéndose daño, usaban armas para herirse y muchos lloraban por que resultaban muy lastimados, otros lloraban porque sus amigos ya no estaban más con ellos, no pude contener el llanto.
Luego de eso me dio pavor ver por el telescopio, pero Crimson me dijo que buscara algo más bonito para ver, sin embargo, mi curiosidad me ganó y terminé buscando otra guerra (Crimson, como siempre me facilitó esa palabra que yo no conocía). Pero ésta era diferente la gente usaba armas distintas y muchísima más gente moría, entonces escuché una voz que pedía un deseo, la voz de un hombre que decía que no le agradaba cómo terminaba su vida, que quería hacer algo más con ella, me conmovió.
Crimson me había dicho que yo era especial, que cuando alguien me pidiera algo muy importante, un deseo desde su corazón yo podría cumplirlo, pero me advirtió que solo pasaría una vez así que con el dolor de mi pecho pasé por alto muchos deseos pequeños aunque traté de ayudar a cumplirlos de otro modo, pero ésta petición me pareció innegable así que le susurré a su corazón para que me escuchara bien “Tu deseo, lo acepto”.
Crimson bajó en un instante como un relámpago, cargó al hombre y con sus alas negras lo trajo a la casa. Lo curó y le dio a beber de su pócima mágica para que se despertara. El hombre estaba muy asustado al ver a Crimson e incluso trató de defenderme del monstruo que fue como le llamó, pero una vez Crimson le explicó las cosas él aceptó a quedarse en la casa. Su nombre era Giosuè Arcuri. Pero Crimson no permitía esos nombres extraños en su casa así que pasó a llamarse Arcobaleno.
Yo siempre le dije Signore Arcobaleno cómo él me enseñó. Me dijo que venía de un lugar llamado Italia y que estaba en la guerra porque un anciano pelo se había echado un pedo en la cara de otro, nunca comprendí eso. Il Signore era muy amable conmigo, Crimson le había dicho que me debía la vida así que se convirtió en mi Chambelán y paseaba conmigo siempre. Pero tuvo que comenzar a trabajar ya que Crimson no quería adultos vagos en sus tierras.
Lo extrañé mucho, era mi más grande amigo y aprendía muchas cosas de él, jugábamos las cosas que juegan los italiani. Venía a visitarme a veces pero no por mucho tiempo y yo comencé a sentirme débil. Crimson también me lo había advertido, sólo concederás un deseo una vez, ya que éste deseo se llevará tu vida, ése es el destino de nosotras, por eso somos hadas.
Cuando venía, me contaba de sus trabajos y la gente maravillosa que conocía, me contó cómo usó los poderes de la pócima de Crimson para revivir a una madre que iba a recoger a su hijo, me dijo que eso creó una bifurcación de tiempo, en un tiempo, la pobre murió pero en otro, nada le pasó, a esto le llamo el trabajo Rojo. Me contó también cómo le ofreció empleo a un campesino y le regaló muchas cosas para que se las diera a su esposa Graciela y a sus Hijos, lo llamó trabajo Naranja, engañó a una joven para que aprendiera una lección, ése era el amarillo, me contó de sus otros trabajos, y de los nombres graciosos que se ponía como Ricardo Leone, lo escogió porque le dije que los leones eran lindos…
Signore Arcobaleno, yo sé que no veré su último trabajo, pero sé que será maravilloso. De todo lo que me ha contado, he aprendido esto y espero que lo aplique en su vida: Ame a los demás pero también a sí mismo, regocíjese en la tranquilidad de vez en cuando para que su vida tenga equilibrio y sea una persona calmada, sea paciente y obediente (A Crimson por su puesto, él rara vez se equivoca), viva la felicidad de cada día con una gran sonrisa, cuide a sus amigos y quiéralos así como me quiso a mí, tenga templanza y no sea quiera abarcar más de la cuenta, viva, jamás se dé por vencido, tenga esperanza en que lo que vendrá es bueno.
Posdata: Crimson me ha pedido que le deje un regalo, encontrará esta carta junto al juguete que me regaló pero que tuve miedo de usar y mi flor favorita con el aroma de mis mejillas y los recuerdos que compartimos.”
Arcobaleno lo leyó entre lágrimas y Crimson sonrió, había tomado su forma humana, cosa que solo hacía frente a sus amigos, Arcobaleno rara vez lo veía así.
- Ahora está más arriba del cielo que adoraba ver, junto con tus recuerdos.
- ¿Míos? Te menciona un centenar de veces en su carta.
- Bueno, un padre siempre es importante.
- Eres un mal padre Crimson, les das alegría a tus hijos sin decirles lo efímera que es su existencia, diecisiete años, tan joven e ingenua.
- ¿Que no sabes cuantos años terrenales equivalen a un año aquí? Ella ha pasado setecientos sesenta años bajo éstas alas.
- Por qué le decían la flor de Lis.
- Era la que ella más amaba, la pequeña Lis.
- Y qué hay de mi último trabajo.
-Está hecho. La hiciste verlo, aquello que casi nunca veía, un bello arcoíris.
- ¿Y para eso trabajé tanto? - preguntó como broma Arcobaleno, a lo que el señor Cuervo respondió:
“se gli occhi non avevano le lacrime, l'anima non avrebbe Arcobaleno”
Così finisce la storia di Giosuè Arcuri e Lis. Ma l'arcobaleno continua. |