-Opaco el alegre estás ahí??
-En efecto. Mande usted
Nada. Sólo deseaba que estuvieras presente y me escucharas, o me leyeras, o me sintieras en las fibras de tu personaje. Debes de tener muy claro, que no intentaré considerarte una persona, sino que te trataré tal cual eres… una creación divina…
-Y frente a esta afrenta debe responder mi persona…¿?...¿hola? ¿hay alguien ahí?
Opaco no siempre entendía lo que pasaba por su mente. Y es que a veces era ciego, a veces era sordo… en otras ocasiones era mudo de obra y palabra. Tal era de incierta su condición, que prefería mirar su existencia de la manera más efímera posible. Al despertarse por las mañanas, no siempre creía que realmente había estado durmiendo toda la noche en su cama, ni tampoco creía que realmente ese era su cuerpo, y esa su alcoba… habían muchos días en que simplemente le seguía el juego a su humanidad, mientras se divertía viendo como ésta se conducía sola y de forma automática al baño, luego a la cocina… de ahí a la ventana para admirar las azoteas que rodeaban la suya…
Soltaba las migajas que sobraron de su desayuno lentamente desde su ventana ubicada en un quinto piso, a ese suelo incomprendido que sin merecerlo era pisoteado día a día por otras humanidades. Nadie agradecía su existencia, ni siquiera las palomas que lo picoteaban fuertemente para poder agarrar rápido las migajas que caían desde el cielo.
Opaco miraba su barba crecida, y no comprendía la imagen que le devolvía la mirada desde ese espejo. Y no era que esta estuviese demasiado deformada por lo sucio del instrumento no, sino que más parecía la mirada de un maniquie de plástico que de un ser viviente.
-Vaya si que lees bien mi mente hoy, solo comprendo tus palabras, ni siquiera las mías son tan claras como las tuyas… en fin, yo me dedico tan solo a ejercer movimientos impropios…
Y no era así. Sabía claramente que cualquier cosa que hiciese iba a pasar a ser juzgada por su realidad, osea, efectivamente era semiconsciente y absolutamente consciente a la vez de su condición de marioneta pensante. Por eso se vistió y salió de su casa. El día, gris como cualquier otro, no lo sorprendió demasiado. Se le ocurrió tomar un lápiz que encontró tirado en el suelo, y se fue dibujando con él resortes en el aire. Imaginaba que forjaba el pentagrama más formidable que nunca jamás se hubiese inventado… y no era para un solo tono, no, he ahí su gracia… mientras caminaba y hacia múltiples piruetas con su mano en el aire, imaginábase dirigiendo a la más fabulosa orquesta de música clásica, ah! Si, se veía ahí, serio y concentrado, expectante a su próximo pensamiento, cautelosos de no cometer ningún error en su azaroso movimiento, pues esto podía significar la injuria musical más grande de todos los tiempos… Pero la verdad es que no se preocupaba mucho por eso, se sabía un maestro en su trabajo…
Se sabía maestro además en el arte de contraer y dilatar el tiempo. Esa era una de sus malformaciones genéticas heredadas de quien sabe que pariente lejano que se vio afectado por aquella extraña dolencia. Así de vez en cuando podía tranquilamente detener un reloj y con el detener todo lo que a su alrededor pasaba, desde la caída de una hoja hasta el cambio de luz de un semáforo. Y de eso si que sabía aprovecharse. A veces por el gusto iba a la heladería y cuando pedía un helado doble detenía el tiempo y se hacia cuatro conos más de helado sin que nadie se diera cuenta, y luego echaba a andar el tiempo nuevamente así como si nada hubiera pasado. El problema venía eso si en el hecho de que si alguien se llegaba a dar cuenta de que de repente aparecía con cuatro helados dobles en sus manos en vez de uno, la excusa que tenía que inventarle tenía que ser convincente. Y he que aquí hemos llegado al peor defecto de nuestro personaje… no era capaz de formular una mentira coherente o una excusa convincente que justificase sus actos si es que esta no era verídica… Pobre Opaco, cuantas veces, se enredaba solo intentando crear la excusa perfecta en se cabeza en pocos segundos, para al final terminarse enredando más… bueno, él al menos ya había aprendido a convivir pacientemente con eso.
Opaco el gris era una persona absolutamente convencional y ritualista. No pasaba fin de semana sin que fuese a visitar a su madre a ese nichito que le compró en el cementerio. A veces, le alcanzaba sólo para poder comprarle un clavel, a veces ni siquiera para eso. A veces andaba tan justo que tenía que pedir al chofer de la micro que lo llevara por la mitad del precio de un boleto de adulto… bueno, gajes del oficio, pensaba él.
Y es que Opaco tenía uno de los oficios más antiguos de la naturaleza. Opaco se dedicaba a ser, personaje. Últimamente no tenía donde trabajar, es más, nadie lo llamaba (y ciertamente si se remonta en su vida debería admitir que jamás nunca alguien lo ha hecho) y por eso, desde que su madre había muerto, sólo vivía de lo que había ahorrado su madre en tantos años de servicio como cocinera oficial de la sala de maternidad del hospital de la ciudad.
Hoy sin embargo se las estaba dando de director de orquesta. Y para que estamos con cosas, no lo hacía tan mal. Al menos la sinfonía que estaba interpretando servía para ahuyentar a los moscos que se le acercaban atraídos quizás por qué aroma, eso si que la gente que pasaba, lo miraba atolondrada pensando qué estaba haciendo aquel escuálido ser agitando su brazo derecho en el aire mientras sujetaba un lápiz y daba aletazos…
La experticia le da hambre al maestro… y él sólo con un lápiz…
-Bueno, si los caballos comen pasto…yo podré comerme un lápiz…
Y empezó a masticar a su sílfide víctima… lástima que el grafito no tuviese sabor a nada… al menos eso le daría algo de trabajo a su estómago. Que si ya estaba contraído y casi atrofiado por la falta de trabajo, ahora tenía que hacer un esfuerzo mecánico por absorber eso tan extraño…
-Al menos no como carne de perro. Aún no llego al extremo de tener que comerme a un perro que ande suelto por ahí y tener que convertirlo en mi desayuno. Prefiero cortar hojas de un árbol, o por último me robo pasto. Nadie se muere por que saque un poco de pasto… si las vacas se comen al pasto, ¿por qué yo no…?
Y así transcurría su vida, cada vez con menos dinero y menos reservas adiposas en su cuerpo. Pero eso a él no le importaba en lo más mínimo. Lo que si le importaba, es más, se estaba convirtiendo ya en algo imperante para Opaco, era poder hablar con su Autor. Muchas veces solía escuchar en su mente a la voz de su narrador, pero no podía jamás asegurar con certeza que realmente este fuese quien él creía que era. Para cuando llegase ese día tan importante en su vida, en el que pudiese hablar de hombre a hombre con su creador, quería estar lo suficientemente preparado, para así poder demostrarle lo consciente e inteligente que era. Opaco había comenzado ya investigaciones de rigurosidad científica de las cosas que lo rodeaban. Sabía que su ciudad era ficticia, que los edificios que a diario veía no existían en la realidad, y que las personas que se encontraba, junto con los actos que realizaban, no eran nada más que el conjunto de ideas que tenía su Autor en la cabeza. Por eso, comenzó sus experimentos desde muy temprana edad. Solía arrojar agua a los edificios, esperanzado de ver alguna vez como estos se corroían y se convertían en tinta negra poco a poco hasta desvanecerse. Luego cambió de idea, concluyó que los objetos que existían en su mundo, el autor los había hecho a prueba de agua, y vaya que tenía razón, pues a las únicas cosas que si les afectaba el hecho de que cayera sobre ella agua o no, era a las cosas vivas. Entonces volcó su análisis a sus vecinos. Escogió a la vecina más regordeta, la que era madre de cinco hijos, y suegra de dos mortales que osaron desposar a sus dos hijas mayores (por cierto, Opaco la consideraba la suegra perfecta, aquella que un marido ruega nunca tener que conocer…)
Pensó que para alguien así, el demostrarle que toda su humanidad solo era tinta sería un gran alivio, pues era cotidiano ya y ajeno para nadie en el vecindario, que la gordura de doña Berta Lechuza era objeto de graves represalias morales que se hacía a si misma. Mas no puedo dejar de mencionar aquí que este conflictivo punto, que jamás nadie osaba tocar en su presencia, para Berta era un objeto de resignación a la realidad, ya no le quedaban fuerzas para resistirse a las tortas y chocolates, ni a la cazuelas de chancho o las empanadas…
Con tan buenas intenciones Opaco El Alegre pecaba incluso hasta de excesiva inocencia… y es que era demasiado cándido, pensaba que sus buenas intenciones eran evidentes por no decir absolutamente obvias. Empujado de su entonces joven espíritu emprendedor y ávido de pruebas fehacientes de sus teorías, más de una vez arrojó agua a doña Lechuza desde su balcón. No solo logro convencerse de que su autor también había hecho a las otras personas a prueba de agua, sino que los había construido casi tan humanos que se resfriaban…
-¿Eres un tipo inteligente eh? Has hecho a todo tu mundo a prueba de agua, a pesar de que probablemente nos has escrito con lápiz y papel….
Y fue ahí que en aquellos años, Opaco se dio cuenta de su grave error. Su autor no los estaba creando con lápiz y papel, sino que en un ordenador…
Claro que ahí el asunto se volvía mucho más complicado, porque significaba que si seguía jugando con el asuntillo del agua, podía resultar gravemente electrocutado, pero como no era tan tonto, prefería no volver a bañarse ni tener contactos prolongados con los líquidos, así que cuando tomaba agua, procuraba de esta fuera pura, sin gas ni nada, y lo hacía en un vaso plástico absorbiéndola con una pajita de caucho que un vende todo le había ofrecido en una baratija callejera.
Comenzó a poner en duda todo lo que sucedía o hacía. Un tiempo, cuando su madre aún vivía, no comió por una semana. Estuvo a punto de morir de inanición y su madre desesperada, tuvo que llevarlo al hospital donde trabajaba para que lo internaran y lo salvaran de su desnutrición. En otra ocasión se propuso molestar a una araña de rincón hasta que esta enfadada lo picó en su brazo izquierdo. Qué desgracia para su madre, que maldecía el día que conoció a su padre Joto El, que irónicamente la conoció el día que ella recién iba a buscar trabajo al hospital, ese día que era el tercero desde que había llegado de su pueblo en el que no comía más que un trozo de queso de cabra, y que cuando la aceptaron de cocinera, la felicidad y la fatiga la hacen caerse al suelo desmayada… Y al ver ese acontecimiento de lejos, Joto, fresco como una lechuga, corre a socorrerla. Es ahí cuando se enamora de su nariz suavemente respingada y de sus labios gruesos y rojos como el fruto del cerezo. Eloisa Alegría despierta en los brazos de Joto, quien para resultar en gracia, la invita a comer…. Así comenzó el romance entre La nueva cocinera y el maestro chasquilla que había ido al hospital en respuesta a un llamado de arreglo de una gotera infernal que hace tiempo molestaba en el baño público…. De eso pasaron más de veinte años, y Eloisa Alegría a sus cuarenta y dos tuvo a su hijo. Opaco El Alegre llegó de sorpresa y no fue en el mejor instante. Don Joto Ya le había sido infiel a Eloisa sus cuatro veces seguidas con cuatro damas sin memoria, y al año siguiente del nacimiento de Opaco, se le ocurre fallecer. Y así fue como Opaco, de su padre no tuvo ni supo nada más que su primer apellido, El.
Sus teorías jugaban a hacerle peso a las teorías filosóficas más retrosubjetivas y animorealistas que se pudiesen encontrar… Aunque ciertamente su postura de vida era interesante, su convicción ciega en que lo que pensaba era cierto lo llevo a ser catalogado de loco por muchos de los que lo conocían. Y es que era tal el nivel de simbiosis que tenía con su teoría, que sus actitudes, sus aciertos,virtudes, defectos y hasta ofensas, las explicaba mediante esta teoría.
-A veces dialogo conmigo mismo, ¿no?, no , se que no es así, pero no te preocupes querido narrador, sé que me escuchas donde quiera te encuentres. ¿Serás tu acaso mi Dios?, ¿acaso mi ángel de la guarda?, creo que eres eso si todo un ocioso… te has creado complicados sistemas de creencias de tal manera de que todos los que estamos aquí creamos en un dios o algo así, que obviamente es una idea que salió de tu cabeza, con el fin de que nunca lleguemos a sospechar de tu existencia… ¡Ahhh pero yo no caí en tu treta!, Acá me ves, enfrentándote fieramente en pequeñas cosas cotidianas de la vida…. Los otros no se han dado cuenta, pero no te preocupes, yo te guardo el secreto. Eso si, sólo lo haré de forma somera, porque cuando se trate de hablar de la manera de vivir las cosas, lo haré aplicando mi más firme creencia: Yo nací siendo tu marioneta, pero moriré libre de tu imaginación, seré un pensamiento autosuficiente, concreto y vivo. Dime… eres acaso tu también una forma de vida? Eres un ente con forma física, semejante a la humana tal vez…tal vez tienes forma de iguana… ¡claro! Puede que seas la iguana más fea de todas, que lo único que sueña es poder ser algo más… pero realmente lo dudo, porque tu imaginación es digna de un premio nobel…
Y dime, Autor, estimado amigo mío…. ¿Que fracción de tiempo significamos para la realidad misma? Somos acaso tan solo un fugaz pensamiento que tuviste por segundos, somos una idea elaborada que tomó muchos años poner en orden, o no somos ni lo uno ni lo otro…
Autor, qué eres, ¿Eres o no eres…? Estaré realmente loco…. Creo que no lo sé, pistas no me has dado como para sospechar de tu existencia, sólo es algo que me dice mi cabeza de que efectivamente tu nos creaste…
Autor, permíteme compartir contigo algunos pensamientos que suelen venirse a mi cabeza… Ha habido veces, en las que mirándome al espejo, he sido capaz de tocar el otro lado… sumergir mi mirada en ese mundo que se refleja…y con ella sumergir mis manos, mi cuerpo… todo mi ser en esa realidad enantiómera que al igual que las manos son iguales y diferentes a la vez… Y me sorprendí de darme cuenta que desde dentro del espejo, todo se veía tal cual las cosas se ven desde este lado. Eso me llevo a pensar, mi querido Autor, que tal vez te faltó un poco de pensamiento para esa pregunta, y como no ideaste bien como iba a ser la realidad al otro lado, simplemente a esta no le quedaba otra que ser igual a la ya existente… ¿Dime, acaso en ese mundo la izquierda no debería de ser la derecha?
Acaso no debería… ser diferente mi pensamiento, al revés mi escritura, mi locura, mi voz?
-Ahora no somos tantos los que nos quejamos, ahora no somos tantos los que medimos tus palabras…cada una de tus palabras equivale a un sermón de Dios. Pero tú no eres Dios, eres tan solo algo que nos ha creado…
Tú, también debes de tener dentro de tu mente tantas dudas como palabras tiene ahora mi boca…tantas que ni mi mar consciente es capaz de imaginar…
La diferencia radica, ahh, y tu bien lo sabes, en que cuando rompí tu molde, también rompí mi botón autodestructor… No morirán mis ideas en vano… Mis ideas serán una semilla, y al igual que prócer en batalla guerrillera, lucharé por mis valores de anima irreal…
El problema que Opaco no sabía aun solucionar de forma perfecta, era el gran silencio que solía sobrevenir a sus monólogos. Ahora, bien en silencio, bien en medio de una sala atestada de multitudes, la mente de opaco podía gritar mas fuerte que cualquier alarido proferido por el más triste…Yo NO Quiero ser mas silueta, querido Opaco… yo no quiero ser mas tu sombra, solía su conciencia decirle… Tanto así era el nivel al que llegaban los lamentos de la mente de Opaco, que no tuvo más remedio que dejar seducirse… llegó a la idea de que en efecto era lo suyo, el desapegarse de su mente, sus pensamientos, su razonar. Y es que si me pongo en su caso creo comprenderlo… Opaco El Alegre no sabía que pensar… Así que definitivamente decidió, convertirse en marioneta. Opaco abandonó sus dudas, su lucha constante, su pensar desorbitado, y lo cambio por vacío, un negro infinito, un devenir inusitado. Ya no escuchaba a su cuerpo, no escuchaba a su sangre, ni a sus manos, ni a su piel. Simplemente se quedó en estado perenne, sin hacer ningún movimiento, sin siquiera responder a la sed.
Pasaron los días, y en dos semanas Opaco avanzó doce años. La piel se le arrugó como fruta seca, su volumen sanguíneo había disminuido a la mitad. Desde que se había olvidado de su conciencia que no comía ni tomaba nada, ni iba al baño, ni siquiera respiraba conscientemente… fue increíble como se fue achicando, se arrugó, empequeñeció como duende y paso de su metro ochenta a medir no más de un metro y tres. Su pelo alguna vez negro se tornó canoso, sus fornidos brazos delgados, su lozano cuerpo, un residuo… Su madre, en ese tiempo aún en su total y sano juicio, y más viva aún que enojada con la memoria de Joto, olvidaba a menudo quien era ese ser que parecía ora su hermano mayor, ora su padre… cuando Opaco tuvo que comenzar a cotizar placas dentales por la acelerada caída de sus tan necesarias piezas, decidió ir a una notaría, pues el susto era muy grande, y aquí hizo un contrato con los emisarios relojes de que para él un mes equivaliese a un día de su realidad, cosa de reponerse de a poco…comiendo y comiendo. Y aunque una de las claúsulas que le pusieron los relojes fue la de seguir ese mandato solo por un año Opaquiense, y otra de que ahí por su trabajo podían cobrar con elevados intereses, Opaco no vio problema ni complejo.
La verdad es que el haber tomado tal decisión fue todo un acierto, a pesar de que jamás volvió a recuperar su lozano semblante de joven expresión, y su espalda quedó eternamente resentida y en las frías noches de invierno no cesaría de recordárselo.
Opaco Opaco, pobre de tu persona…¿acaso ya no captas el porqué de tu mísera existencia? Tienes razón, eres tan solo la subjetivización misma de las dudas en mi mente… la puesta en escena de un rito que si ni se traspasaaba a las letras podía terminar en forma de mi propia locura… Y es que ay, es tan compleja, tan abstracta mi parodia, que ni uno solo de tus monólogos querido Opaco alcanza a igualarme en locura y fugacidad. Pierde cuidado, Opaco El Alegre, hasta ahora, tu estás más cuerdo que yo. |