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Inicio / Cuenteros Locales / godiva / El pacto (Juego: Buscando al personaje)

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Juan se preguntó una vez más desde cuando se limitaba simplemente a sobrevivir. Hacía mucho que sus sueños no existían. Se colocó las gafas, y comenzó a hojear el libro que había llevado para hacer más llevadera la espera. Pensó en María. Recordaba su actitud dulce y sugerente al mismo tiempo. Miró hacia todos lados, ansioso por verla aparecer. Sentado en el rincón más apartado de la cafetería, deseaba que la intimidad del lugar escogido resultara una ventaja adicional. Observó su reflejo en el cristal de la vidriera. Un hombre de mediana edad lo miraba indiferente. La palabra estampada en la remera de color claro que vestía le trajo recuerdos del último viaje por Europa. Banalidades, pensó.
Albergaba la esperanza de que algo lo alejara de la triste rutina, y le infundiera el entusiasmo que necesitaba para sentirse vivo.
Cuando la vio llegar, una súbita vitalidad se adueñó de su cuerpo abrumado por el cansancio.
Se abrazaron, cómplices de algo que aún no comprendían, pero que los hacía temblar de ansiedad. Caminaron tomados de la mano y subieron al vehículo que los condujo al primer encuentro de amor. Durante el trayecto, apenas hablaron y, cada tanto, sus ojos se encontraban.
Al hallarse solos, él tomó la iniciativa, lentamente, con gran suavidad y ternura, llevando a cabo una ceremonia en la que cada gesto representaba una entrega infinita. Ella lo dejó hacer sin pronunciar palabra. Poco a poco su respiración se aceleraba y su risa se transformaba en un susurro.
Comenzaron a besarse con delicadeza. Los pensamientos de ambos giraron en torno a las caricias anheladas.
Pronto se dejaron llevar por la impaciencia; dos cuerpos dibujaron una única figura sobre la cama.
Extasiados, se amaron una y otra vez, sin reservas, dejando que el placer y el mutuo deslumbramiento los sorprendiera. Pronunciaron palabras incoherentes, pero llenas de significado.
Llegó el instante de la despedida. Resonaba en sus mentes el pacto que habían acordado: Solo amantes. Ningún compromiso, nada de promesas, y sobre todo no enamorarse.
Era el momento de continuar la rutina y, mientras regresaban a sus vidas cotidianas, ninguno quiso preguntarse qué era aquella emoción que comenzaba a anidar en algún sitio desconocido de sus corazones, ajena a cualquier pacto que osara encarcelarla.

Texto agregado el 21-03-2013, y leído por 435 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
15-06-2013 Amar sin preguntas , para muchos una tortura . autumn_cedar
04-06-2013 Amar no es solamente querer, es sobre todo comprender. Estrellas le envio margaro
26-04-2013 La idea original es muy buena. Sólo que parece que el pacto uno de los dos tarde o temprano lo rompe: es inevitable el enamoramiento. Mis 5 Enyd
18-04-2013 Con eso no se juega. El hombre puede mandar en muchas cosas, pero el corazón es un dictador que atrapa y reduce a cualquiera... guidos
01-04-2013 Cuando el amor manda no hay pactos que lo regulen. Hay que dejarlo fluir, nomás. Salú. leobrizuela
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