Nos despedimos de ti. Con todo lo que trajiste. Te decimos adiós para que pases a formar parte de nuestras memorias más o menos buenas, más o menos malas.
Desde el inicio de una renovación personal extraviada en el ánimo del sur y todas sus energías reunidas para mí. Nació un año que me dejó perplejo por estar en blanco de proyectos y ensimismado es únicas obsesiones de lucha. En ese mismo tiempo, celebré tu cumpleaños junto a ti, -aun cuando no estás ya - por primera vez lanzando unos globos blancos en tu honor. Me quedé mudo de no haberte abrazado jamás para celebrarte. Y lloré. Con justicia de extrañarte y por la injusticia de haberte arrebatado. Me sentí abyecto como amigo. Apartado por el destino de nuestro propio devenir de felicidad y cervezas.
Por esos días, en una noche tibia se juntaron todas las coincidencias que me llevarían a volver a vestir la ley y la promesa en una galaxia desconocida, más allá de los campos de mi propia experiencia, viví un cambio de perspectiva que me ayudó a entender lo simple que pueden ser las cosas a veces. Simples de humildad, no de simplismo. Y tuve nuevos compañeros que con el temple estoico, propio de aquellos que saben que todo cuesta me enseñaron al tiempo que yo también a ellos.
De repente, habíamos ingresado a la máquina sin siquiera darnos cuenta. Pero si nos enteramos de la duda. Titubeamos, y en un brevísimo instante frente a la bestia y su estrado coronado de solemnidades y corbatas. Y en un presagio transparente como el jarrón lleno de agua que ahí se encontraba; de esa que no alcanzaría para aplacar la sed de mi universo, se cortó el hilo por lo más delgado: Los conocimientos dudosos y los nervios que, cuando deberían haber sido de acero, se transformaron en la seda más refinada de la ruta de las Indias.
A esa misma hora, como en el salón de la justicia, una solicitud de amistad insospechada se instaló en mi vida sin aviso, perpetrando un crimen digno de encarcelar un corazón rearmado por los tiempos y ávido de amores bien intensos. Con una mirada eterna que hipnotiza mis ideas, bañándome en una dimensión exquisita de placeres, llegó a mi mundo un exabrupto impresionante de entrega y novedades.
Así, desaforado por la duda y los nuevos cariños, me entregué a la candidez reflexiva de reorganizar fuerzas y estandartes. Y en pleno campo de batalla, revolviendo muertos y salvando heridos un consejo: “cuando se muerde el polvo, tienes que morderlo bien”. No como una declaración de perpetuidad en el sufrimiento sino como la experimentación de los fracasos que anteceden éxitos, para aprender a disfrutarlos. Por nuevamente comprendí que lo que tiene el árbol de florido, vive de lo que tiene sepultado. Dinámica que hizo más honorable y llevadera una derrota personal. Un desafío de poner a prueba el orgullo del rigor intelectual hasta el hartazgo.
Pero se avistó tierra nuevamente. Los marineros de la conciencia volvieron a sus quehaceres más conscientes que nunca de las aventuras pendientes, con fuerzas renovadas aprendieron a leer códigos y también estrellas y hoy caminan a paso firme hacia el destino prometido por ellos mismos para sí.
Así fue el 2012. Viví noches movidas. Pocas desmesuradas. De tranquilidad y amor del bueno, de descubrimiento y también de convicciones nuevas para que el 2013 sea un año de salto de enormes y sonrisas
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