1
El smog era tan denso que las generaciones posteriores creyeron que eran ciegas.
2
El tacto era la vista de aquellos seres.
3
La niña se sabía bella puesto que sus manos se lo habían dicho.
4
El joven Rodín, su pretendiente, también sabía que ella era bella puesto que sus manos se lo habían dicho.
5
Copérnico, el joven sin brazos, tenía sus ojos en sus mejillas, con ellas reconocía a sus semejantes y a los objetos.
6
El color no era noción en aquel país que sólo reconocía formas y texturas.
7
Copérnico tropezó con Helena la bella y eso sólo lo supo cuando rozó su mejilla con la de ella y pudo formarse un perfecto panorama de la armonía de formas que envolvían su cuerpo.
8
Helena se enamoró de Copérnico porque este era sutil y no la recorría con las manos como los demás, sino que le susurraba bellos poemas al oído.
9
Todos conocían a Copérnico y le estimaban porque su suavidad y su don de gentes lo alzaban a la categoría de ser perfecto.
10
Helena, a tientas, dio con la casa de Copérnico. La puerta no tenía aldaba. Desde el interior se dejaba oír una bella romanza.
11
Copérnico cantaba con voz melodiosa esa antigua canción que le había enseñado su madre.
12
Helena se acercó al joven y uniendo su mejilla a la de él, le pidió que le cantase a su oído.
13
Ambos se acariciaron con pasión. Ella con sus manos sedosas, recorrió el rostro y el cuerpo de él. Copérnico viajó con su mejilla ardiente por toda la geografía de ella.
14
Una intensa lluvia que duró varios días comenzó a deshacer la gelatina espesa del smog. Cuando las punzantes gotas que caían como guijarros se batieron en retirada, los hombres de esa ciudad comprendieron que habían descubierto un mundo nuevo.
15
Las grisáceas sombras dieron paso a la luz y al color. Helena se contempló por primera vez en un espejo de agua y confirmó con sus ojos adormecidos los continentes de su hermosura.
16
Copérnico lloró al verse a si mismo como un ser incompleto al cual le faltaban las alas.
17
Todos se reconocieron y reconocieron a los demás, ya no hubo misterios en ninguna fisonomía. Copérnico fue repelido por su anomalía y expulsado del país.
18
Al pie del abismo, Copérnico lloraba desconsoladamente. La dicha de todos había propiciado su desdicha. Ahora quedaba una sola salida. Miró la profunda oquedad y se despidió de sus recuerdos.
19
Cuando estaba a punto de saltar, escuchó una hermosa melodía cantada por un ángel. Era Helena que venía en busca del suave roce de su mejilla.
20
Cuando ambos estaban entrelazados en el febril abrazo del reencuentro, una voz tronante vino a disipar sus ensoñaciones.
21
Era Rodín que venía a disputar el amor de Helena a ese ser sin alas. Ella se interpuso entre ambos para evitar que su pretendiente le hiciera daño al inocente muchacho.
22
En el forcejeo, un puñal se elevó por sobre la tragedia, onduló como si quisiera despistar al destino e impulsado por la mano iracunda de Rodín, se fue a clavar en el corazón de la bella Helena.
23
Loco de ira y de pena, el joven asesino acometió como un animal salvaje, sin darse cuenta que el precipicio lo aguardaba.
24
Copérnico comprendió que Helena nunca le había pertenecido. Besó su lívida boca y acariciándola con su mejilla, quiso guardar esa imagen para la posteridad. A pesar de contemplar su cadáver tendido en el suelo, su memoria íntima la retenía por medio de su fino tacto. Luego se quedó inmóvil hasta que Dios se apiadó de él y lo transformó en árbol.
25
Dicen que en las noches de luna, se puede apreciar a una hermosa joven que se desliza como si lo hiciera sobre algodones para desaparecer en el follaje de un árbol que pareciera implorar al cielo con sus ramas caídas. Desde el fondo del precipicio se escucha al viento que aúlla y muchos juran que es similar al llanto de un hombre…
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