Ya es tarde, todos duermen y soy el último que queda en pie. Es el momento de dejar de molestar e ir a dormir. Como siempre, cada vez que subo la escalera cuento cada peldaño, doce en total. Me recuesto y empiezo a buscar ese punto exacto para poder hacer descansar mi pesado cuerpo.
La noche es tranquila, pero me inquietan los muebles al crujir, es evidente que es por el cambio de temperatura, pero siempre está la idea de que hay algo más, de que no estamos solos y blah blah blah...
Cierro los ojos, y empiezo a sentir como suben por la escalera, difícil sería dar una explicación, pero mi mente se calma al pensar nuevamente que es el cambio de temperatura. Uno, dos, tres... Siete, ocho, nueve... ¡Doce! son doce en total los escalones que han sonado, ironías del destino probablemente, pero el sonido no ha cesado, pues sigue hasta mi cuarto, no es normal y creo que hay algo más o tal vez alguien más. No miraré hacia la puerta, me digo entre susurros mudos. Me dedicaré a imaginar un mundo mejor, donde estos ruidos no molesten mi intento de dormir, pero no fue útil, he terminado tapando mi rostro con las sábanas esperando no ser devorado. Finalmente llega a mi habitación, y el miedo llega hasta mis huesos, da unas vueltas y luego se sienta en mi cama. Sólo quiero que esto sea una broma, la cama se ha hundido y no siento que haya ninguna presencia conocida. Decidido levanto las sábanas, con miedo y casi al punto de llorar, para descubrir que al final no había nada... |