Danzan las sombras en un bar sacrílego, un triste sentir se abandona en un violín, mientras en mundos paralelos una mujer bebe café.
En sus ojos una plegaria moja recuerdos, el eterno filósofo le diría a su mirar, tristeza; alguna desilusión de tanto tiempo, tal vez acierte a ver en ella el parroquiano ebrio.
La vigilia de una espera se mutila en la ventana, más allá del abrupto horizonte de humo azul; ella aguarda un tiempo final de decisión. Y no es fácil.
Desvencijada, los lapsos de su vida fueron una historia con secuelas de silencios. Mira sus manos, la huella de una omitida alianza recuerda las cosas que unen al pasado; su ausencia, el vértigo de una realidad, quizás temida, pero que se aproxima sin que quiera alejarla.
El rastro de un café ya frío, indolente, le devuelve la mirada de unos ojos que no la juzgan, solo miran, auto contemplando un rostro que no se decide.
Entran los ruidos de la calle por una puerta que se abre, delante de ellos, unos pasos acercan el aroma de un extraño.
Se suicida la resistencia en la sonrisa que se asoma y nacen nuevos temblores actuales, pero cree que vale la pena intentarlo.
El abismo siempre atrae… pero es abismo. |