Se me subió el muerto.
Desperté... no me podía mover, sólo mis ojos inquietos bailaban erráticamente de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, errantemente, infructuosamente buscándole una explicación al mal que estaba padeciendo, no me podía mover. Aún estaba oscuro, el tic-tac del reloj y los latidos de mi corazón interpretaban un horrible concierto, en la oscuridad de mi cuarto no distinguía los objetos, el faro, que se ubicaba afuera de mi ventana, a mi derecha, se había apagado, quise gritar, pero mis músculos no me respondían, estaba angustiado, me desesperé, soy ateo, pero clamé a Dios, pedí perdón desesperadamente por todos mis errores y pecados, no creía en Dios, pero no tenía a quién recurrir en tan pesadillezco evento, estaba desesperado, en mis suplicas a la deidad encontré calma... ¡Esto me había pasado antes!, recordé, parálisis del sueño, recuerdo que leí, que es un extraño fenómeno en el que uno «despierta antes que su cuerpo», es sólo cuestión de tiempo y ya me movería... Esperé... esperé... no me podía mover... comenzó la función, la sombra negra había vuelto, comenzó lentamente a ascender, empezó a escalar despacio, tomó mi pie izquierdo, luego mi canilla derecha, lentamente, sentía el peso en mi cuerpo, no me podía mover, continuó subiendo, podía escuchar sus respiros jadeantes y entrecortados, yo sabía que él no estaba allí, era solo una respuesta de mi imaginación al fenómeno de la parálisis de mis músculos, pero lo sentía, estaba en mi vientre, me asfixiaba, presionó sus sombrías manos contra mi pecho, siguió subiendo, lo tenía frente a frente, lo miré a la cara, no tenía ojos, sólo dos hoyos, el miedo y angustia se apoderaron de mí, pero no podía cerrar los ojos, sólo moverlos. La desesperación fue tal que perdí el conocimiento y me desvanecí. Cuando recobré el conocimiento la luz irradiaba la casa, no estaba en mi cuarto, había recuperado mi movilidad, intenté pararme, fue en vano, no pude, toque mi brazo izquierdo con mi mano derecha, estaba entero cubierto de pelos, miré mi cuerpo, no era el mío... era el cuerpo de mi gato.
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