EPISTOLA NO. 1
FUE POR PURA SOLEDAD
Cuando diciembre es 2 en el saliente 2001, como papalote que vuela, van estas letras de papel para ti:
Que tal Ignacio como has estado, que tal de trabajo, espero que todo bien, y tu alma, aun en tregua o se prepara en recibir las buenas nuevas.
Realmente no se porque estoy escribiéndote, pero como dice la canción de David Haro "...quizás por soledad..." y como grito de auxilio en el desierto te busque como pretexto, y poner en activo este ejercicio literario epistolar que tenia olvidado, y tú fuiste el motivo para hacerlo, te confieso que quisiera tener mas motivos envueltos en soledad y buscarte como hoy... te voy a platicar. Hace algunos días aterrizaron en mi mente algunos recuerdos convertidos en fantasmas, la melancolía junto con la nostalgia derraparon en mi mente, me sentía toda "lacia, lacia ,lacia" como dijera Lucha Reyes en “La Tequilera"; nada me conformaba, todo me parecía triste y desolador, esos fantasmas se paseaban por las habitaciones como buscando, encontrando, escondiéndose y lo único que lograron fue, bajarme las pilas, y nomás pensaba y pensaba, y nomás no pensaba nada, no había un punto de partida y me entrampaba; me fue difícil aceptar su ausencia, esa débil sensación de sentir como los días se vuelven distancia… descubrí que era una lejanía de muchos kilómetros, sin paloma mensajera, ni palabras al vuelo, las imágenes llegaban, se desvanecían, inevitable fue ese deslizamiento de lágrimas por mis mejillas…
En mi entorno la vida seguía con su realidad, los diarios circulaban con sus noticias a ocho columnas, en la radio la programación continuaba entre comentarios, música y horóscopos, nada me interesaba, buscaba un relajante musical,
-algunas notas luego funcionan como calmantes para el corazón...
De repente, apareció tu imagen, una grata imagen llena de ternura, recordé algunas palabras tuyas, y luego desaparecías, trate de regresar el caset de los recuerdos y se enredaba, trate de armar el rompecabezas emocional, y no encontraba algunas piezas...
En fin, el día se transformo en una tarde de colores melancólicos, anunciando un final cotidiano, el carromato de mi vecino anunciaba esos minutos agonizantes en el reloj, mientras arrastraba sus desgastadas cajas hartas de ir y venir;
a la orilla del zaguán cupido revoloteaba en la joven pareja, él tímido tomando su mano, ella ansiosa de ser besada, se despedían sin decir adiós, entrelazando sus dedos en ese juego del amor; mi vecina del 6 al escuchar la cornetilla del pan salía radiante, rápidamente bajaba las escaleras, disimulando sus antojos abrazando su charola de claveles, con el deseo de volver a escuchar -¡Ándele mi chata, aquí están sus besos pa’que no me olvide!- ella en su estremecimiento volvía a sentir la fibra del centeno en su piel…. y en suspiros esos besos de miel…
El resto de las casas encendían sus luces dejando entrever esa intimidad familiar a través de sus cortinas.
A lo lejos se escuchaban las campanas melodiosas de la Torre Latinoamericana con su “Cielito Lindo”, el nostálgico silbato del tren anunciando su llegada, el adiós de un aeroplano y el radio de mi vecino cantando viejas canciones de amor.
Cerré mi ventana, me acerque una taza de café, me perdí en el espiral humeante y aromático de exquisito sabor, abrí un libro, lo cerré, mire una fotografía, logre sonreír, mire tu pintura que me regalaste “El hacedor de pulque”…. como único recuerdo tangible de ti…. la sonrisa se quedo ahí, me la lleve dibujada a mi almohada, la tragedia, había terminado...
Mañana llegaran otros paisajes, otros recuerdos, los mismos sonidos, quizá un fantasma, ten por seguro que volveré a buscarte como hoy para platicarte otra historia…. Te abrazo en mi sonrisa.
Que tengas buen viaje Ignacio ...Hasta siempre…
Isabel
Eréndira Salazar 2 de Diciembre 2001 © |