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Cap. 23 Secuestrada…

Phillipe terminó de redactar las cartas que estaba escribiendo, y decidió ir a ver a su hija. En la mañana Sophie le había asegurado sentirse bien, pero como no la había visto en la tarde quiso asegurarse. Llamó a la puerta de su habitación pero no recibió respuesta, de modo que abrió con discreción previendo que pudiese estar dormida, sin embargo, su cama estaba vacía. Bajó de nuevo y pidió al mayordomo que buscase a la doncella de su hija con la intención de preguntarle a ella, pero el mayordomo le ahorró mayores esfuerzos informándole que Sophie estaba en el jardín.

Esta información agradó a Phillipe, porque si su hija estaba dando su acostumbrado paseo por el jardín, significaba que realmente se sentía mejor. No obstante, por más que la buscó no la halló, de modo que volvió dentro y preguntó al hombre si estaba seguro de lo que le había dicho, e igualmente envió por la doncella. La joven le dijo lo mismo que le había dicho el mayordomo, y Phillipe comenzó a preocuparse, y como no tenía por costumbre quedarse de brazos cruzados cuando deseaba algo, ordenó una búsqueda inmediata por todo el Chateau. Pero una hora después, Sophie seguía sin aparecer. Phillipe volvió al jardín en compañía de Maurice, aunque el mismo había sido recorrido por los sirvientes sin ningún resultado, y mientras Phillipe lo hacía de nuevo, Maurice se dirigió a la caballeriza a preguntar si sobrina había mandado preparar algún carruaje. Allí el palafrenero le dijo que no había visto a la señorita Saint-Claire desde hacía dos noches, es decir la última vez que Sophie había salido con su padre. Cuando Maurice iba de regreso, venía Phillipe con muy mala cara.

- ¿Qué sucede? -- y su hermano levantó una nota

- Arlingthon

- ¿Arlingthon? -- preguntó Maurice con extrañeza -- ¿A qué te refieres exactamente? -- pero tuvo que correr tras él

- ¡Ensillen mi caballo! -- ordenó

- Phillipe -- lo detuvo Maurice -- Explícame…

- Le he dado todas la oportunidades concebibles, pero no pienso permitir que juegue con la reputación de mi hija -- dijo furioso

- Phillipe por favor… -- pero él se limitó a darle un trozo de papel

Maurice lo leyó y efectivamente era de Lord Arlingthon, pero Maurice no veía nada que justificase ni de forma remota, las sospechas ni la ira de su hermano, y conociéndolo decidió ir con él.


Kendall había esperado que pasaran las primeras horas de la mañana para escribirle a Sophie, y aunque había pasado la mañana muy inquieto, la noche había sido mucho peor. Sin embargo, ese tiempo le había servido para reflexionar, sobre todo en lo dicho por Dylan, y ciertamente no había motivos para que desistiese. Si bien era cierto que deseaba con todo su corazón que Sophie lo quisiese del mismo modo que él la quería a ella, si no era así, al menos estaba razonablemente seguro que sentía algún afecto por él, y tal vez fuese suficiente para ella y aceptase una propuesta de matrimonio basada en eso, que era mucho más de lo que tenían otras damas.

De modo que había tomado la decisión de armarse de valor, y plantearle esa posibilidad. Y francamente esperaba que aceptase, porque se había imaginado por un momento que ella dijese que no o que decidiese aceptar a otro, y la sola idea de imaginarla en otros brazos lo hizo sentir enfermo.

Después de mediodía le había enviado una nota, pero hacía más de una hora que el mensajero había vuelto, y ella no había respondido. De modo que no sabía qué pensar, podía ser que siguiese indispuesta o que no quisiese contestarle, y ninguna de las dos opciones le producía tranquilidad. Estaba a punto de ir al Chateau Saint-Claire, cuando Dylan lo detuvo.

- ¿Dónde vas a estas horas?

- Necesito saber de Sophie

- Escríbele o espera hasta esta noche, pero no puedes presentarte allí sin invitación. Comprendes eso ¿no?

- ¡Ya le escribí y no contestó! -- dijo con desesperación -- Y no puedo esperar hasta esta noche para saber.

Dylan lo miró y sintió deseos de golpearlo. Kendall siempre había tenido tendencia al drama, y el hecho de que se hubiese enamorado tan neciamente, no contribuía en nada a mejorar ese aspecto de su personalidad. Sin embargo, se armó de paciencia e intento hacer entrar en razón a su amigo.

- Kendall, supongamos que entiendo tu preocupación, pero piensa por un momento en lo que pensaría o haría Saint-Claire, si te presentas en su casa de la forma que quieres hacerlo. Si por lo menos ya hubieses conversado con él con respecto tus intenciones, o mejor aún, si hubieses pedido la mano de Sophie, no estaría bien tampoco presentarse así, pero no causarías mayor daño.

- Dylan, tú no comprendes porque…

Pero en ese momento el objeto de discusión estaba entrando cual vendaval y sin esperar a ser anunciado.

- ¡Arlingthon! ¿Dónde está mi hija? -- le gritó a Kendall sujetándolo por el frente de su traje y estampándolo contra la pared.

Tanto la actitud como la pregunta, hicieron que un frío desagradable recorriese la espalda de Dylan.
Algo estaba muy mal en todo aquello, pero primero debía asegurarse de que Phillipe Saint-Claire no matase a Kendall, porque las implicaciones de lo que acababa de decir el padre de Sophie, habían hundido a su amigo en un abismo de desesperación, tenía los ojos desorbitados y con toda seguridad sería incapaz de responder o siquiera razonar nada.

- Milord por favor -- intentó Dylan -- le aseguro que su hija no está aquí.

- ¡No estoy hablando contigo Danworth!

Dylan podía entender la posición del hombre como padre, pero la orgullosa sangre que corría por sus venas, hacía del todo imposible soportar que alguien lo tratase de aquella manera o le gritase y menos en su propia casa.

- Podría esforzarme en entender su situación Saint-Claire, pero le recuerdo que está en mi propiedad, y si quiere ser merecedor del trato que se le da un invitado, le sugiero controlarse y escuchar -- dijo en tono helado y cargado de toda la arrogancia de sus apellidos

- Phillipe por favor -- dijo Maurice intentando que soltase a Kendall

Phillipe lo hizo, pero no dejó de mirar con ira a Kendall que se había quedado en el mismo sitio, y con la mirada en algún punto del vacío.

- Ahora -- dijo Dylan -- Debo presumir por su pregunta, que su hija ha desparecido ¿estoy en lo correcto?

Phillipe iba a hablar pero Maurice lo detuvo. A esas alturas sabía lo suficiente de los Danworth, como para estar seguro que molestarlo no era la mejor política.

- Así es Lord Danworth, mi sobrina está desaparecida

- ¿Y puedo saber por qué razón suponen que Lord Arlingthon está involucrado en su desaparición?

- Encontramos una nota suya en el jardín, y fue el último lugar dónde fue vista -- informó Maurice

- ¿Puedo ver esa nota? -- Maurice se la extrajo del bolsillo y se la mostró

Al igual que Maurice, Dylan no encontró nada que sugiriese que Sophie podía estar con Kendall, había sido redactada en un tono demasiado familiar quizá, pero nada más. Y estaba positivamente seguro que Kendall no tenía nada que ver con aquello, aparte de no ser su estilo, era obvio que el pobre infeliz estaba en estado de shock.

- Lord Saint-Claire, de veras lamento mucho todo esto, pero le doy mi palabra de que Lord Arlingthon no está involucrado en lo que haya sucedido sea lo que sea que haya sido. Sin embargo, puede contar usted con nuestra ayuda en la forma que la necesite

Phillipe era un hombre impetuoso y orgulloso, pero tenía la virtud de saber reconocer cuando se había equivocado.

- Espero acepte mis disculpas Lord Danworth -- le dijo -- y también usted Lord Arlingthon. Y ahora con su permiso, necesito encontrar a mi hija.

Una vez que los hombres abandonaron la estancia, Dylan se volvió hacia Kendall y ahora fue él quien lo sacudió.

- ¡Kendall! -- le gritó mientras lo movía con muy poca delicadeza -- ¡Maldita sea Kendall, reacciona! -- le tomó aun un par de minutos hacerlo volver, pero finalmente lo hizo

- ¡Sophie!

- Sí, Sophie -- dijo Dylan -- Está desaparecida y no me sirves de nada si no eres capaz de tener los sentidos alerta

- ¡Armagnac! -- escupió Kendall

- Es posible, pero debemos comprobarlo

- ¡No necesito comprobar nada!

- Sí, sí lo necesitas

Dylan salió del salón y fue en busca de uno de sus sirvientes, le dio una orden y regresó al salón, se sirvió una copa y se sentó.

- ¿Qué haces? -- preguntó Kendall con incredulidad -- tenemos que encontrarla

- Lo sé, pero te aseguro que no lo haremos recorriendo las calles de París

- ¡Pero tampoco aquí sentados!

- Kendall, cálmate y siéntate. Debemos esperar

Aunque Kendall estaba en total desacuerdo, conocía lo suficiente a Dylan como para saber dos cosas. La primera que esa calma solo era externa, porque su cerebro iba a toda marcha. Y la segunda, que fuese lo fuere que planeaba, si no incluía salir de allí no lo dejaría hacerlo aunque tuviese que emplear la fuerza. Y a pesar de su desesperación por encontrar a Sophie, no le quedó más alternativa qué esperar.



Sophie comenzó a salir del letargo que sucede al sueño profundo o a la inconsciencia, lo primero que registró su cerebro fue el silencio, y por un momento pensó que se había despertado en medio de la noche, pero poco a poco sus sentidos fueron percibiendo otras cosas. Estaba vestida no con ropa de cama, sino con ropa de día, de modo que comenzó por abrir los ojos, sin embargo, y aunque parpadeó en repetidas oportunidades todo parecía en penumbra. Lentamente sus pupilas se fueron dilatando hasta percibir una luz muy tenue, que identificó como la de una única vela situada a cierta distancia de donde se encontraba. Trató de relajarse y concentrarse, y de esta manera los recuerdos fueron volviendo. Lo último que recordaba era haber estado paseando por el jardín de su casa, luego recordó la nota de Kendall y su disposición a cambiar de actitud hacia él. Recordó que iba hacia la casa con intención de contestar a su nota, cuando… Se incorporó de forma súbita y fue una muy mala idea, porque sintió que todo comenzaba a girar a una velocidad vertiginosa y cayó hacia atrás de nuevo.

A pesar de que su corazón latía desbocado, intentó serenarse. Cuando cayó de nuevo notó otra cosa y movió sus manos sobre la superficie, esto le dio la información de que se encontraba sobre un lecho de paja. Hizo un nuevo esfuerzo por ver a su alrededor, pero la luz de la vela era tan escasa que resultaba casi imposible. De modo que estiró los brazos hacia atrás, y palpó la superficie de la pared notando que era de madera, por lo que concluyó que debía encontrarse en un establo, pero cómo y por qué había llegado hasta allí, era algo que no encontraba una respuesta lógica en su cerebro.

Con mayor precaución, intentó incorporarse de nuevo, y aunque volvió a sentir un leve mareo, en esta ocasión logró mantenerse sentada. Después de unos minutos decidió ponerse de pie y aunque con cierta dificultad, lo consiguió también. Le pareció escuchar un ruido y miró hacia donde estaba la vela, pero no logró captar más que sombras. Con cuidado comenzó a desplazarse, no veía ni puertas ni ventanas así que caminó hacia la única luz, pero antes de llegar escuchó algo de nuevo, esta vez lo identificó como pasos, y un momento después la estancia se llenó de luz procedente de un lugar más allá de la mesa donde se encontraba la vela.

Parpadeó varias veces ya que la repentina cantidad de luz había herido sus ojos, y cuando los fijo en el lugar de procedencia de la misma, vio una figura recortada contra un rectángulo que debía ser una puerta. La figura comenzó a avanzar pero delante de esta, venía otra de menor estatura y portaba un enorme candelabro con muchas velas. Cuando su visión mejoró, abrió desmesuradamente los ojos.

- La adorable señorita Saint-Claire. Lamento la incomodidad, pero eso va a cambiar en cuanto todo se solucione

El hombre que le estaba hablando y para el enorme asombro y confusión de Sophie, era el Duque de Armagnac. Le dio la orden al sirviente que portaba el candelabro dejarlo sobre la mesa donde hasta hacía un momento había estado la solitaria vela, y luego le ordenó retirarse.

- Milord… -- comenzó ella pero fue detenida

- En Francia no hay Lores mi querida señorita, esos están en Inglaterra de donde no deberían salir -- dijo con desprecio -- De modo que intente llamarme Jean Pierre, de esa forma se irá acostumbrando al sonido de mi nombre -- dijo con más suavidad

- Señor -- dijo ella de modo de no molestarlo, pero tampoco darle gusto -- ¿Sería mucho pedir, se me diese una explicación para este trato?

- Me disculpo nuevamente por eso, pero en vista de mis infructuosos esfuerzos por acercarme a usted, me vi obligado a recurrir a un medio menos convencional

- ¿Menos convencional? -- preguntó ella con incredulidad y comenzando a enfurecerse -- Disculpe pero tenía la impresión, al parecer errada, de que era usted un caballero

- Y lo soy sin duda alguna, pero eso no anula mi condición de hombre, y de un hombre enamorado

- ¿Y le parece a usted ésta la forma más apropiada de demostrar su hipotético amor?

- Eso es más responsabilidad suya que mía, ya que no me ha permitido demostrarlo de otra manera

- Deseo volver a mi casa ahora mismo -- dijo ella de forma imperiosa

- Mi querida señorita, ahora que tengo su atención ¿no le parece muy cruel querer marcharse sin escucharme?

- Usted perdió ese derecho desde el momento en que me trajo a este lugar en la forma que lo hizo, de modo que quiero que me lleve a mi casa en este momento -- y comenzó a caminar hacia la puerta pero él le impidió avanzar más

- No, no, no, creo que no nos estamos entendiendo

- ¡Quíteme las manos de encima! -- siseó ella y él obedeció pero siguió impidiéndole el paso -- Mi padre va a matarlo por esto

- No lo creo -- dijo él con tranquilidad -- Verá, después que pase usted unos días en mi agradable compañía, y le aseguro que me esforzaré en que lo sea, me presentaré ante su padre y le participaré de nuestra inminente boda, y a él no le quedará más alternativa que dar su consentimiento, porque de lo contrario su reputación quedaría arruinada.

Sophie no podía creer lo que estaba escuchando. Sin duda aquel era un individuo apuesto, con una inmejorable posición dentro de la corte, y ella estaba muy consciente de que eran muchas las damas que habrían dado cualquier cosa por ser la próxima duquesa. De modo que no podía entender, y menos aún creer que se estuviese comportando de aquella forma.

- Fingiré que nada de esto sucedió si me lleva en este momento junto a mi padre, y puedo asegurarle que haré todo cuanto esté a mi alcance, para que no tome ninguna represalia en su contra.

- Me conmueve su preocupación por mi bienestar, pero como le dije, su padre estará agradecido de entregármela en matrimonio -- insistió él

- ¡Es usted un hombre despreciable! -- pero aquello pareció causarle gracia porque se limitó a sonreír

- Entiendo que esté algo sorprendida por el método, pero si presta usted atención, notará que mis intenciones son honorables, quiero hacerla mi esposa

- Quiere "obligarme" a un matrimonio que le aseguro que yo no deseo, y no veo nada de honorable en ello -- el rostro de Jean Pierre se ensombreció, pero se recuperó de inmediato

- No lo desea en este momento, pero ya cambiará de opinión

- Le puedo asegurar que no será así

- Ha tenido un día difícil, debe descansar -- le dijo -- me gustaría poder llevarla a un lugar mucho más cómodo, pero temo que aún no está preparada para ello. Cuando decida mostrarse algo más razonable, podrá disfrutar de todas las comodidades que yo me puedo permitir y por consiguiente ofrecer a mi futura esposa.

- ¿Más razonable? ¿Qué clase de hombre es usted?

- Ya se lo dije, pero puedo repetirlo tantas veces como usted lo desee. Soy un hombre enamorado, y que solo espera que usted me permita demostrárselo de todas las maneras posibles y que pueda desear. Le aseguro que recibirá el mismo trato que cualquier princesa de sangre real. Le juro que no habrá nada que me pida y que yo no esté dispuesto a darle.

- ¿Está seguro?

- Absolutamente

- Entonces empiece por devolverme a mi casa.

- Me temo que eso no está dentro de los límites de lo razonable.

- No recuerdo que haya puesto límites

- Es usted una dama inteligente, de modo que sin duda comprenderá que todo lo que le ofrezco, está sujeto a su aceptación de ser mi esposa.

- Creo que es necesario que comprenda que eso nunca sucederá -- le dijo y la expresión de él adquirió una dureza que no había tenido antes, pero Sophie decidió ignorar aquello -- Puede mantenerme aquí encerrada el tiempo que le plazca, y eso no me hará variar de opinión.

- Y yo creo que no me ha entendido bien, o no me he expresado con corrección. Después de varios días en mi compañía no tendrá otra opción, y aunque me habría complacido mucho que fuese porque me aprecia usted, no tendré objeción para hacerlo de otra forma

- Hay algo que le conviene saber, mi padre nunca consentirá en una boda que yo no desee, y aunque me tenga aquí encerrada por cualquier período de tiempo, y aunque como dice eso arruine mi reputación, igual no estaré más cerca de aceptarlo de lo que estoy ahora. Y puedo asegurarle además, que mi padre pondrá el mayor empeño en matarlo después.

- Ya veremos señorita Saint-Claire, ya veremos

Dicho esto, hizo una ligera inclinación de cabeza y luego caminó hacia la puerta. Sophie lo escuchó ordenar que le llevasen comida y algo de beber, y después todo quedó en silencio. Sophie caminó hacia la improvisada cama, se sentó y en ese momento fue cuando se permitió llorar.




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Texto agregado el 12-03-2013, y leído por 110 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
16-03-2013 Interesante. Dos maneras de entender el honor y la caballerosidad...y el amor. felipeargenti
 
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