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Claro estaba el día, diluyendo un poco el pensamiento erguido hacia el cansancio enorme de estos años, venia yo caminando solo como siempre por las Conchitas, la playa linda y chiquita de Quintero, divisé en pleno el horizonte que me despertaba al mundo, un mundo distinto, humano, amigo.
Como cada día pasaba mas rápido en mis vacaciones, decidí volver mi mente al recuerdo pasado, alojé a mi cuerpo en una dura y mal formada roca y me concentre en pensar en ella, cuantas cosas vivimos juntos, cuanta palabra entregada por nuestros labios, tanto cariño soportado por nuestros corazones. Eran tiempos, donde la noticia central recaía en el plebiscito que nos acercaría a la democracia, yo siendo en ese entonces un niño cabalgaba por las praderas de los dulces sueños, sin entender las protestas con cacerolas de mis viejos, fue justo el 5 de octubre donde conocí a Daniela, princesa hermosa, amiga. Vivimos un gran tiempo juntos, conociéndonos durante algunos días, redoblamos sin querer nuestros esfuerzos por ser más amigos que nunca, compartíamos de todo y todo, era la magia que redundaba en nuestras almas pequeñas.
Como si fuese el dilema de mi vida, me levanté un día un poco ansioso, decidido a expresarle que mas que amigos la sentía como el amor de mi vida, pensaba, como decirle, por cartas, por mentiras.
Jamás le dije, no lo supo, era mi mejor y a la vez peor secreto, la amaba mucho y temía que ella dejara de ser mi compañera amiga por mi sentimiento, tuve miedo al rechazo.
Un día mi padre llegó muy contento, nos vamos de casa dijo, pasaron tan rápido las horas que jamás le dije que no quería irme, por ella, por mi querida Daniela, mi padre largó tan rápido el paso, que partimos rumbo a Quintero una tarde gris, llegando a media noche a nuestro destino, los días pasaban y mi pequeña alma se sumergía en el deseo inerte de volver a Santiago para estar con ella, pero quien me entendería, a mis once años ya sufría como todo un grande, pensaba noche a noche como seria su vida sin mi, si me querría o me extrañaría un poquito a lo menos.
Ya a pasado un largo tiempo, y a mis 20 años he decidido volver a Santiago, fue el momento donde mas nervio he padecido, supuse que no me reconocería, quizás hasta me había olvidado, cuando toqué su puerta y salió su madre, la morena, me saludó con un beso de locos, ¿quien diría al menos ella se acordaba de mi?, bastaba solo que Daniela me recordase también, fue un momento terrible, sudaba a caballo, cuando de pronto la vi. entrar al salón donde la esperaba junto a su madre, seguía intacta, dulce su mirada como siempre, me dio un abrazo como jamás me lo hubiese imaginado, yo un poco apresurado la invito a pasear por los pequeños pasajes del barrio, de pronto, sin la menor incertidumbre le comento que desde pequeño la observo, si no era en forma física, la soñaba en mis recuerdos de infancia, lo bueno de esto es que al parecer se dio cuenta que siempre me había gustado, sin prejuicios ni tapujos le mencione que siempre la he querido, y no digamos que soy sutil pero dije que mas que amigos yo sentía que podíamos ser mas que eso, se quedo muda, ¿ que pensara?, lloro, y lloro harto, me miro a los ojos y dijo,
¡Idiota! , ¿Por que no lo dijiste antes?
De pronto sentí que todo estaba mas menos oscuro en las conchitas, divina playa, en esta roca de la dulzura, donde soñé lo que puedo hacer en mis próximos días, lo tengo, la buscaré, eso si, hasta encontrarla.

“Muchas veces las oportunidades son únicas e irrepetibles”.

Texto agregado el 11-08-2004, y leído por 96 visitantes. (0 votos)


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