Como gatos y perros corren de una punta a la otra
desposeídos de toda ética y moral posible
lo triste es el pensar que no se puede esperar mucho más de ellos.
Quizá algún día puedan ver
más allá de su precaria condición
quizá alguien los pueda sacar de aquella realidad.
Y me miran extrañados y los miro aún más confundida
con una compasión que no me permite mirarlos a los ojos,
como todos que los miran sin mirar.
Mis palabras han de resultar insultos
hacia una condición que fue impuesta
por un esquema absurdo gestado por otros tantos como yo.
Quisiera creer que no soy como ellos,
aunque todos somos parte de la injusticia,
de la marginalidad y la miseria.
Robin Hood no existe,
de lo contrario se equivoca en su suerte de heroína
¿dónde está la ruta de acceso a la justicia?.
Mi justicia no cuenta con grandes expedientes
sólo mira los ojos profundos de aquel rostro consumido
y los harapos de aquellos que no poseen refugio en las tormentas.
Mi justicia sólo apela humanidad,
implora la clemencia de los que tienen la pluma fuerte,
la misericordia de las billeteras gordas alimentadas de chantaje.
Mi justicia está curada de espanto
y en verdad no espera demasiado de quienes la corrompen
sólo reparte compasión y un poco de cariño disfrazado de sonrisas.