Las fronteras no existen dentro de tu propio universo, verso único, ya que el viento te eleva más allá de las estrellas, soles, continentes y praderas.

Tu vida es caminar donde tus pies te lo permitan y tu mente pueda vislumbrar.

Tu itinerario sólo es viajar de madre a madre, de cuna a sepulcro, de pañales a mortajas, de bio a geo.

Caminas sobre la tensa cuerda como experimentado trapecista y brincas a la red donde te esperan tus sueños frente a la atónita mirada de los espectadores dormidos.

Saltaste al techo, morada de tu fisonomía, y soltaste tus banderas de paños antiguos. Cantaste desde el ático y lloraste con melancolía recordando tus días en el sótano.

Observas desde la ventana de tus ojos, abiertos de par en par, el mundo que corre vertiginoso bajo tus pies de niño descalzo y que tus manos, pinceles de eximio pintor, dibujan hábilmente sin escatimar en detalles. Todo: números, letras y sonidos. Te subiste a tu mundo.