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Eran las ocho de la mañana y llovía torrencialmente, el andén de la estación metro Manquehue, atestado; desde la plataforma se apreciaba el tumulto compacto de seres humanos. Un codazo, una mochila, un bolso en tus narices, sumados a paraguas que chorrean, casacas mojadas; entra el que puede, el que no, queda fuera.

Llegaba el tren, la gente se apronta, verdadera proeza para salir la de los pasajeros que descienden, y yo me dije: _ Eres chica, no llevas paraguas ni mochila _ respiré profundo y me lancé al asalto, con un éxito de evaluación diez quedé instalada cómodamente en un asiento, que por fortuna no estaba condicionado para personas minusválidas, viajaría sentada hasta el final de mi viaje.

A mi lado una señora mayor, al frente de ella una joven muy elegante, maquillada, sofisticada, que me hizo meditar - ¿ por donde habrá ingresado ? - su cabello estaba impecablemente peinado, no se le notaba ningún estrago a causa de la lluvia, al frente mío, un joven, empapado, vestía un abrigo negro del que él se veía sumamente preocupado. Estiraba sus mangas, se ponía de pié para acomodarlo, trataba de secarlo con una, ya inservible, toalla de papel, le pasé mis pañuelos desechables, pero solo fue un acto de buena voluntad, no le sirvieron de nada, yo me quedé sin pañuelos.

Avanzaba el metro, en cada estación subía más gente, nadie se bajaba. Los vidrios ya empañados acusaban la presencia del calor humano, ropa mojada, olores y aromas, todo mezclado en un ambiente hermético. Yo miraba por la ventana, ¿ qué ?, no lo sé, mi mente deambulaba en la oscuridad del túnel.

De pronto comencé a sentir un olor extraño, volví la mirada hacia los pasajeros, la elegante muchacha hacía alardes de incomodidad, la señora anciana, daba muestras de viajar placenteramente y el joven estudiante seguía en el empeño de estirar cuidadosamente su abrigo negro. En cada parada del metro, al abrirse las puertas, la joven respiraba profundo, el joven, molesto, perturbado.

El olor me parecía familiar, era fuerte, desagradable ¿ como a perro mojado ?, quizás mucho peor, la joven miraba con recelo al estudiante, el estudiante comenzó a tensar su rostro, la joven le hacía muecas de desagrado, la anciana seguía feliz su destino, yo pendiente de lo que ocurría, el estudiante se estiraba las mangas, acomodaba su abrigo, tal parecía que era la primera vez que lo usaba, y ¡ pobrecito !, se había mojado con la lluvia, un abrigo negro no lo regalan, su esfuerzo le habrá costado, la joven altanera y por qué no decirlo, maleducada, aumentaba sus expresiones de desagrado, el joven, muy buenmozo la miraba a los ojos, su rostro en cada minuto, más desencajado.

El olor se acentuaba, ya era un largo recorrido, la joven miró al joven y con desprecio le dijo: _ ¡ Ufff ! _ abanicando con su mano su nariz respingada.

El joven estudiante ya estaba fuera de control, la plácida anciana en su mundo, y yo me había trasladado a mi infancia, al gallinero de la abuela en un día de lluvia, si, ese era el olor, olor a gallina mojada, era el olor que expelía la tela del abrigo negro mojado por la lluvia.

La joven resoplaba, el estudiante se descontroló, se puso de pié, enfurecido, atarantado y obcecado, quizás pensó decirle muchas cosas, pero en voz muy alta, atorado de rabia e impotencia le gritó: _ Y ... a voh ... ¿ qué te pasa, nunca habiai visto una gallina con abrigo ? _

Hasta el día de hoy me pregunto: ¿ qué sería lo que le quiso decir, el joven del abrigo negro a la refinada muchacha ?

Texto agregado el 10-03-2013, y leído por 350 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
15-10-2013 Muy bueno escritora, felicidades, un saludo cordial. heisenhen
25-03-2013 Una surrealista narración, que se puede emparentar lejanamente con La Metamorfisis de Kafka, sólo que en vez de un escarabajo, el joven es una gallina ataviada con un lujoso abrigo negro que huele a plumífero. Entretenido texto que me recordó mis propios viajes en Metro, en donde siempre hay material para explotar... guidos
24-03-2013 jajajjajaja... Una gallina con abrigo jajajjaja Ay chamaca! Sòlo a tì se te ocurren estas cosas tan, tan limpias. rhcastro
15-03-2013 Que hermosa narración....deja pensando..abrazos amiga! silvimar-
15-03-2013 ¿Huele mal la gallian mojada? Yo sabía de los perros. Hoy he aprendido algo. Simpático el relato. za-lac-fay33
11-03-2013 En contraposición con los jóvenes que se ocupan de tener muy presente lo desagradable del viaje, sin intentar descentrarse. Me pregunto si aquello tendrá relación con los años, con la vivencia... La narrativa, maravillosa, como es tu estilo. En resumen, me encantó. Te abrazo con mucho cariño!! gsap
11-03-2013 Me quedé en la anciana y en la protagonista que hacía remembranzas y observaba, simplemente por su calma, por la paciencia, pese al contexto adverso. gsap
10-03-2013 Muy buena relato. Una experiencia que aún interroga tu memoria.***** girouette-
10-03-2013 Que bien amiga, me hiciste recordar mis viajes en metro en la ciudad de México, hay una fauna que hay que ver, je je je Un abrazo!!! Cinco aullidos apretujados yar
10-03-2013 Interesante historia, amiga! Pero ¿qué será lo que le quiso decir? ***** MujerDiosa
10-03-2013 criaban SOFIAMA
10-03-2013 La narración excelente, mucho. La historia te motiva a terminarla, sin embargo, el final me sorprende. Tampoco tengo respuesta para la pregunta que se hace la escritora, y sólo se me ocurre decir que no sé, que si sería que el hombre trabajaba en un sitio donde se creaban gallinas . La verdad, minha amiga, me dejaste fuera de combate. Muy bueno. Te quiero y un fuerte abrazo. SOFIAMA
10-03-2013 muy buena historia**************** yosoyasi2
10-03-2013 Es una buena historia. Fresca. Cotidiana. Tenía oportunidad por qué? En el reto. Un abrazo. umbrio
 
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