Te observo y no sé qué decirte. Por eso te escribo, para no interrumpirte. Sin llantos y sin risas.
Si debo resumirnos, diría que fuimos una linda historia. Vos me preguntarías si eso es todo, y yo también lo haría.
Si debo describirnos, me quedaría reparando en un principio soñado, y en un final desgarrado.
Yo no buscaba a nadie. Vos me encontraste, me perdí y me volviste a encontrar. Me gusta pensar que apareciste sólo para alegrarme, pues no nos conocíamos; recuerdo que dijiste que nos encontramos por casualidad. No sabía quién eras, pero quería empezar a saberlo. Te incorporé a mi mundo y rápidamente fuiste el único.
Pese a que sentí rosas brotar en mi jardín, pronto se marchitaron. Hay quienes lo consideran pruebas, piedras en el camino. A veces la vida es graciosa, otras veces solamente es caprichosa. Así, me dejó perpleja, me quedé callada. Me partió en dos y se apoderó de mi interior. No podía concebir el mañana, me rompía el corazón. ¿Qué sería de mi?, o más relevante, ¿qué sería de ti?
La realidad me abofeteaba, no había respuestas. En soledad, allí parada; tu estuviste ahí por mí. El miedo me invadía, me paralizaba, y tú me abrigaste de tu valentía. Una decisión sin salidas, que me atormentaba y lastimaba todo mi ser, de la que luego me arrepentiría; y tú esperabas afuera por mí.
La ví llorar, y me alegré tanto.
Me ví llorar, y fui feliz.
Te vi llorar, y te amé.
Entonces comenzó y jamás nos detuvimos. Quizá ese fue nuestro error. No niego que nos quisimos, en verdad lo sentimos; nos necesitamos. De eso trata la vulnerabilidad.

Transcurrieron cuatro años desde aquel primer día. Hace mucho tiempo que me estoy conteniendo. Cada mañana renovaba la esperanza de volver a ver lo que alguna vez significaste para mí. Hoy, no quedan rastros de ella.
Me resulta extraño, completamente confuso. No sé qué es lo que ha cambiado, porque siempre te tuve a mi lado... Tal vez ese fue el problema.
Me sorprende no perderte. No entiendo lo que dices, nada es racional. ¿Qué nos ha sucedido? ¿Qué trato de decirme? Es posible que no quiera comprenderlo.
Lo he intentado una y otra vez, es imposible recomponer esto. Nos estamos haciendo daño, y no puedo soportarlo. Una palabra, una mirada, una sonrisa, y un abismo entre nosotros; nos fastidia. Tratas de abrazarme, de calmarme. Trato de quererte lo suficiente, y descubro que te odio, y te amo... Y me odio, porque no lo entiendo; y te detesto, porque tú tampoco puedes verlo. Es probable que no quieras hacerlo.
¿Quién puede vivir de esta forma? ¿Fingiendo cada minuto? Ya no quiero pelear contigo, no quiero lastimarte; tampoco quiero retroceder. Tú nunca te habrías ido.
Sólo será un momento.

La veo llorar, y me duele aceptarlo.
Me veo llorar, y no tengo opción.
Te veo llorar, y lamento ya no dudarlo.

Una lágrima cae por mi mejilla, se derrama sobre la hoja, y esta carta yace bajo tu puerta.


"Palabras de juventud" por Karina Vargas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.