Escrito para el Segundo Juego Literario ¨Buscando el personaje¨



Nos cruzamos casi todos las mañanas, mientras esperamos el tranvía para ir a nuestros respectivos trabajos. Es una de esas personas a las cuales es difícil calcularles una edad con certitud, aunque podría asegurar que tiene más de cuarenta y menos de sesenta años. Ojos claros, pelo corto color castaño, es más bien pequeña, no se maquilla y se viste en forma muy sencilla, una de esas personas que pasa generalmente inadvertida en medio de los demás. Siempre lleva un libro abierto en la mano, leyendo de pie mientras espera, sentada desde que sube al vehículo (la rama que tomamos no va nunca muy llena).

Hace un tiempo, nos sorprendimos al darnos cuenta de que estábamos sentadas frente a frente, y al cruzarse nuestras miradas me sentí como aspirada por un pozo profundo en el que parecía estar flotando. Al salir de ese estado casi hipnótico pude comprobar que nuestro carro se encontraba a la misma altura de la avenida, es decir que lo que me había parecido mucho tiempo había durado en realidad menos de un segundo. Cada una de nosotras volvió a su actitud habitual, es decir, fingimos ignorarnos, aunque mi mente era un verdadero caos en donde se arremolinaban ideas sin ton ni son, y presa de pánico traté de levantarme aunque una frenada me lanzó contra ella.

Entonces pude ver, en medio de la novela que parecía leer, una hoja de papel con un mensaje con signos desconocidos. Volví a sentarme y pude escuchar en mi mente el sonido de su voz que me decía que me calmara, que todo estaba bien, que no había ningún peligro, que nuestro encuentro estaba predestinado y que a partir de ese momento... A partir de ahí lo olvidé todo, no sé qué me dijo después, por más que he tratado de buscar en mi memoria. He pasado todos estos días tratando de descubrir si algo ha cambiado en mi vida, sin resultado alguno.

Salvo el hecho de que nunca más he vuelto a verla, por más que he tratado, desde entonces salgo mas temprano de mi casa y dejo pasar varios tranvías por si hubiese cambiado sus horarios, me paseo por diferentes lugares de la ciudad a horas inhabituales.

Este relato es una botella lanzada al mar, tal vez ella pueda leerlo y vuelva a sentarse en el mismo tranvía con su libro abierto, es todo lo que le pido.