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Inicio / Cuenteros Locales / fuentesek / Galeano 1540El encuentro

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Al mediar la tarde, Galeano observó desde lejos, en el fértil valle, el asentamiento indígena y se dispuso a tomarlo. Los informes recibidos apuntaban a que ese caserío era el que buscaba. El deseo de apoderarse de las riquezas en oro de que tenía noticias acicateó su instinto conquistador y rapidamente ordenó que los caballos fueran revisados y alistados para el combate. Envió una avanzada sigilosa de soldados de a pié, para que tomaran posiciones, mientras los arcabuceros aprestaron sus armas. A una orden suya, sus hombres con alabardas, lanzas, espadas desenvainadas y en alto a la par que un estandarte con la señal de la Cruz, se lanzaron con frenesí bélico sobre el indefenso caserío. La acción no pasó inadvertida para Don Luis de Cuellar que enarbolando un estandarte con la insignia de la Corona Española, repujada en hilos dorados, salió al paso y se plantó de frente a los enardecidos hombres de Galeano, habituados a grandes desmanes y abusos contra los indígenas, quienes muy a su pesar debieron detener bruscamente su avance al mismo borde del caserío, ante el ímpetu y valor de quien les hacía frente, armado únicamente con el estandarte del propio Rey de España.

A paso lento, Martín Galeano, avanzó con su espada desenvainada y situó su brioso caballo frente a la cara de Don Luis de Cuellar, que ahora estaba rodeado de algunos de su hombres armados con arcabuces, mientras el resto asumía posiciones de combate, alertados por los gritos y el estruendo del frustrado avance de los soldados y las cabalgaduras.

- Soy Luis de Cuellar, dijo con su acostumbrada educación, estoy de paso y soy encomendero del Rey de España en este territorio del nuevo mundo. Bienvenidas sean vuestras mercedes, agregó.

De haberlo sabido, Martín Galeano, no hubiera ordenado el avance de sus hombres sobre el caserío y siguiendo las costumbres hubiera enviado un emisario para anunciar su presencia, pero ahora, debía imponer autoridad ante sus hombres al precio que fuera o sus planes de conquista peligraban. Esta confidencia la hizo en voz baja a Rodrigo de las Casas quien a su lado solo esperaba una orden para atacar.

- Agradezco su hospitalidad, contestó visiblemente molesto Martín Galeano, acostumbrado a ser obedecido.
- Soy el señor de estos territorios, que he conquistado en nombre de su majestad el Rey de España. Vengo de fundar la población de Vélez, en los antiguos dominios de los Chipataes, dijo en voz alta para que todos escucharan.
- Luego agachando su cuerpo desde su cabalgadura susurro, casi en el oído a don Luis de Cuellar Desconocía tu presencia en este lugar, ignoro y tampoco me importa el motivo de tu encargo real.

Los soldados de Galeano, miraban con desagrado a los hombres de Luis de Cuellar, pues eran emisarios directos del Rey, no sometidos a la autoridad de Galeano, que era amo y señor de vidas y haciendas en los territorios conquistados.

- Seguid, os lo ruego, insistió Don Luis.
- Generosidad que acaso no merezco..? expresó burlón Galeano, mientras giraba con su caballo en torno a don Luis, quien permanecía quieto ante la demostración de autosuficiencia y soberbia del Conquistador

Luego clavando sus espuelas en los ijares en el caballo, Galeano se adelantó a sus hombres y entró en el caserío, no como un invitado sino como el orgulloso conquistador que era, con la espada desenvainada y tomada por su empuñadura en claro y abierto desafío.
Sus hombres orgullosos le siguieron y se situaron a lado y lado del caserío con las armas listas para cualquier eventualidad.

Paso a paso, Galeano recorrió el caserío, sin bajar de su cabalgadura, sus ojos miraban recelosos los diversos rincones que encontraba a su paso y con la espada apartó unas hamacas y mantas de su camino. Hombre y caballo se metieron en uno de los bohíos, buscando algún indicio de hostilidad que justificara un ataque, pero no lo encontró en ninguna parte. Con su caballo avanzó hasta el río y penetró en sus aguas. El animal con el freno puesto, hundió sus belfos en el agua, sin poder beber. Galeano llenó su casco con agua y la regó generoso en su cuerpo sudoroso, mientras sus ojos observaban cada rincón del lugar.

Sus hombres mientras tanto hacían labor de reconocimiento en el caserío y fueron colocando a los moradores en el centro del mismo.
El cacique Cayacoa engalanado y rodeado de jóvenes guerreros desarmados y doncellas, ofreció con una seña de su mano, a Galeano su propio bohío, generosidad que fue despreciada por el conquistador en soberbia actitud, mientras espoleaba su caballo para darle la espalda al nativo.

Descendiendo de su caballo e ignorando a sus anfitriones, ordenó a sus hombres, colocar sus propios estandartes junto con el estandarte con la señal de la Cruz, en medio del caserío Chitarae en una clara indicación de superioridad, situación que no pasó desapercibida para Luis de Cuellar, pero que sin embargo ignoró.
Galeano, dio a sus hombres dos días de descanso y dispuso reiniciar la marcha al amanecer del tercero, ordenó tener las armas preparadas y hacer turnos de guardia permanentes.

Mientras caminaba hacia Luis de Cuellar, La mirada lujuriosa del Conquistador, pronto se posó sobre el cuerpo semidesnudo de Xoachí, quien ahora curioseaba no solo a los recién llegados sino a sus cabalgaduras y furiosos perros.

Luis de Cuellar, dando unos pasos se interpuso entre el Conquistador y la bella Xoachí y en actitud cordial invitó a Galeano a seguir a uno de los bohíos.

(...continuarà)

Texto agregado el 10-08-2004, y leído por 306 visitantes. (0 votos)


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