Ya no me duelen las pedradas,
la piel se me transformó en tambor,
cuero que resiste el tam tam
de un loco pelucón de rock,
ya no pido perdón, ¿para qué?
la palabra perdió la memoria
hoy vaga por el desierto.
Te besé anoche y ese beso,
fue devuelto al remitente,
nada vale la pena sin tu sonrisa,
soy la estatua gris de la desolación.
El teléfono resuena en la noche,
eres tú, versificación perfecta
de la nostalgia, te escucho,
desgranas obviedades,
la mujer olvida rápido y coloca
en la juguera
tantos bellos momentos.
Hoy, cuelgo de la vida
como el periódico de la mañana,
no encuentro tu mirada ni tu sonrisa
en la estampida que se dispersa,
ya no quiero saber de tus palabras,
si estas resuenan peregrinas,
como quien llama a su perro.
Ya no estás
y ese es mi drama
no sé inventar una jornada
sin el sonido de tu voz,
por eso, recibo pedradas,
me presto para que un rokero
ensaye una loca percusión
en mi inexistente cordura…
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