Esto es raro, muy raro. Este sentimiento que corre por mis frías venas, el cual no logro reconocer. Esta sensación que me hace sentir y experimentar tantas cosas que nunca más pensé que pudiese volver llegar a percibir.
Este sentimiento cálido… Tan cálido como aquella tarde en que te vi, por primera vez, bajo ese grande y frondoso árbol, que llenaba de sombras esa pequeña parte del hermoso pasto, sobre el cual ella estaba sentaba y digo hermoso, dado que, sin importar donde estuviese ella, convertía todo o, al menos, bajo mi humilde vista, hacia parecer todo a sus alrededores como si fuese el mismísimo paraíso. Esta chica era la luz que sobresalía, ante mis ojos, como si fuese la esperanza que mi triste y vacía alma necesitara. Es un sentimiento tan único que no sabría decir si es que alguna persona podría llegar a comprender esto que solo ella podía hacerme llegar a sentir.
Esta chica que cuyos labios eran tan apetecibles, que me provocaban no solo besarlos, sino morderlos también… Esos labios tan perfectos, los cuales no parecían de esta dimensión, tan magníficos que podría besarlos todo el día sin descansar, esos labios que cuando querían mostrar felicidad, se tornaban en una silueta tan hermosa que me dejaba sin palabras, la cual algunos llaman “sonrisa”; pero yo llamo “regalo del cielo”. Sin embargo, no solo eran esos labios, sino esos ojos que reflejaban una inocencia, lindura y ternura, que, simplemente, me hacían sonreír de una manera tonta. Esa chica que, para mí, parecía una diosa o la princesa del reino más grande del universo, pero esa chica… esa era mi princesa, la cual nunca olvidaré.
|