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Cap. 21 Juntos Otra Vez…

Jean Pierre de Buoisson, miembro importante de la corte francesa que a sus recién cumplidos veinticinco años, y con la muerte de su padre acaecida en el último invierno, se acababa de convertir en el nuevo Duque de Armagnac. A pesar de la diferencia de edades, se disputaba el título del soltero más codiciado de Francia con Phillipe Saint-Claire, el hombre al que quería convertir en su suegro.

Jean Pierre habría podido escoger como esposa prácticamente a la mujer que se le antojase, y probablemente ésta habría estado muy feliz, pero se había empecinado justamente en la que aparentemente menos deseos tenía de contraer matrimonio. Inicialmente Jean Pierre había creído que el problema radicaba en Phillipe, y lo que lo había llevado a sustentar ésta creencia, eran sus muy criticados amoríos con mujeres casadas. Esto no era nada nuevo ni extraordinariamente fuera de lo común, pero siendo quien era, parecía casi imposible que estas damas guardaran el esperado silencio acerca de sus relaciones.

Sin embargo, desde mediados de la temporada pasada Jean Pierre había optado por la misma saludable conducta de Phillipe, y había suprimido sus escarceos amorosos con las respetables damas de la corte, y los había circunscrito a las jóvenes que no esperaban otra cosa más que costosas joyas o propiedades, y que sabían que de su discreción dependía su buena fortuna.

Pero a pesar de su buena conducta reciente, Jean Pierre seguía sin poder acercarse a Sophie Saint-Claire, y aquello estaba convirtiendo su vida en un infierno. Unos meses antes de morir, su padre casi le había rogado que se olvidase de ella de momento, asegurase el futuro de su apellido y luego emplease el método usual para hacerse con el favor de la esquiva señorita Saint-Claire. Pero Jean Pierre no lo quería de aquel modo, la quería para él de manera legal, así que ignoró la petición de su padre y el desdichado sujeto murió sin ver su más caro anhelo convertido en realidad.

Poco antes del inicio de la temporada, Jean Pierre se las había ingeniado para tener una reunión con el Archiduque y varias cosas le quedaron claras. La primera de ellas, que la oposición de Phillipe obedecía a los deseos de su hija. La segunda, que la desdichada relación de su difunto padre con el Cardenal Saint-Claire, y que original y equivocadamente el anterior duque había supuesto sería la llave para acercarse a la familia, se había convertido en un pesado lastre del que debía deshacerse. Y la tercera, que cualquier hombre que quisiese para sí a Sophie Saint-Claire, debía por fuerza ganársela a ella y no a su padre.

De modo que en posesión de estos conocimientos, ideó los más diversos cursos de acción para hacerse con el interés de aquella damita, pero sus planes fallaban una y otra vez de manera inexplicable. Ya estaban a mitad de temporada y seguía sin poder conseguir nada de la obstinada joven, de modo que aquel día estaba del peor humor y fue su acompañante de turno quien pagó las consecuencias.

Fedra, la cortesana en cuestión, había cometido el error de interesarse más de la cuenta en su amante, algo que aunque no era práctica común, sucedía en ocasiones. Ella, al igual que todo París, estaba al tanto del decidido empeño del Duque por la bellísima e inalcanzable señorita Saint-Claire, y esa tarde al notar su estado de abstracción, no necesitó que nadie le dijese los motivos. De modo que soltó sus cabellos y enfundada en su transparente atavío, se acercó a él y le quitó la copa vacía de las manos.

- ¿Tengo mucha competencia? -- le preguntó con voz aterciopelada, pero él parecía no escucharla, algo que hirió el orgullo de la joven -- Vamos Jean Pierre, estás conmigo deja de pensar en ella

No pudo haber escogido un peor día para ponerse celosa aquella criatura, porque Jean Pierre se puso de pie y la miró con sumo desprecio.

- No te corresponde a ti decirme en qué o en quién debo pensar -- le dijo con voz cortante

Para desgracia de aquella joven, carecía de la inteligencia de Susette por ejemplo, y en lugar de quedarse prudentemente callada, optó por decir lo menos adecuado en aquel momento.

- Todos dicen que la señorita Saint-Claire pasó tanto tiempo en Inglaterra, que se volvió tan fría como todos sus habitantes, y que lo más probable es que termine volviendo allá y casándose con algún inglés, así que por qué no la olvidas si me tienes a mí -- dijo acercándose a él y colocando las manos en su pecho de la manera más suicida, considerando lo que acababa de decir

- Eres decididamente estúpida al pretender colocarla al mismo nivel que tú, ella es una dama, cosa que no puede decirse de ti, de modo que no vuelvas a mencionarla si no quieres comprobar lo difícil que puede volverse tu existencia -- la empujó para alejarla de él, caminó hacia la mesa, tomó sus guantes y se dirigió a la puerta

- ¿Te marchas? -- preguntó ella sorprendida

- Hasta para alguien con tan escaso entendimiento como tú, eso debería ser obvio -- dijo sin volverse

- ¿Volverás?

- No mientras pueda evitarlo -- y salió dando un portazo

Después de asimilar lo que acababa de suceder, Fedra se sentó y pensó que realmente lo había perdido, porque ciertamente ella no era muy brillante pero era mujer, y podía reconocer cuando un hombre estaba enamorado, y Jean Pierre estaba definitiva y neciamente enamorado de aquella insulsa jovencita, y lo más triste era que ni él mismo lo sabía.

Jean Pierre había salido furioso de allí y jurándose no volver a ver a aquella necia mujer nunca más, había resultado apropiada durante un tiempo pero ya no despertaba ningún interés en él. De modo que apenas se subió a su carruaje, sus pensamientos volvieron a Sophie y a lo que había dicho Fedra. La pasada noche la había visto bailar con Lord Danworth, y aunque ella no se veía especialmente interesada, a Jean Pierre no se le escapó la admiración con la que aquel individuo la miraba, así como tampoco el hecho de que probablemente Phillipe Saint-Claire tenía buenas relaciones con él por la forma en la que los vio conversar. Sin embargo, los Saint-Claire se habían marchado muy temprano y él no había tenido tiempo para acercarse a Sophie, y en su mente seguían martilleando las palabras de Fedra: “… terminará volviendo allá y casándose con un inglés”

- Sobre mi cadáver -- se dijo a sí mismo con ira

Y de forma más práctica, comenzó a idear la manera más rápida y eficaz de acercarse a Sophie, y si algo no estaba dispuesto a permitir era que ningún desdichado inglés le hiciese sombra.


Habían pasado unos días desde el encuentro de Dylan con Sophie, y por supuesto a la mañana siguiente, Dylan había informado a Kendall de ello. A pesar de que Kendall era extraordinariamente hábil para disimular sus sentimientos y emociones, práctica que había maximizado a su paso por los salones, en esta ocasión no se molestó en hacerlo e interrogó a Dylan de todas las formas posibles, y se exasperó ante la frialdad y la escasez de detalles aportados por su amigo.

Sin embargo, y a pesar de la emoción de Kendall, aún tuvo que esperar cerca de una semana para conseguir lo que más deseaba. Estaban desayunando y al mismo tiempo revisaban el correo, Dylan estaba terminando de leer una carta de su padre donde Joseph le anunciaba su próxima visita cuando Kendall dio un salvaje grito de alegría. Dylan no necesitaba que nadie le dijese la razón, los Saint-Claire esperaban que si no tenían otro compromiso, los acompañaran aquella noche a una velada en el Chateau Saint-Claire. Por un momento Dylan sintió deseos de reír, porque ciertamente aunque Kendall hubiese tenido audiencia con el mismo rey, lo habría enviado todo al demonio por atender aquella tan esperada invitación.

Kendall pasó todo ese día en estado de excitación, no logró concentrarse en nada, ninguno de sus trajes le parecía apropiado y fastidió tanto a Dylan que éste perdió la paciencia.

- Pareces una debutante el día de su primer baile, haz el favor de comportarte como corresponde o terminaré por darte un buen golpe y ponerte a dormir hasta mañana -- dijo a punto de hacerlo efectivamente

Pero como Kendall no le prestó mayor atención, decidió marcharse y no volvió hasta cercana la hora en la que debían salir.

- ¿Dónde te habías metido? -- le preguntó Kendall apenas entró -- Ya es casi la hora y…

- Falta casi una hora Kendall, así que déjame en paz -- dijo con fastidio -- ¿O es que piensas ir a abrir las puertas?

Dylan subió a sus habitaciones y se tiró en la cama, después de un rato se levantó y fue a bañarse. Cuando finalmente estuvo listo para salir, bajó con toda su calma característica y encontró a Kendall paseando con nerviosismo por el salón.

- Bien, salgamos de esto -- le dijo Dylan

Se subieron al carruaje y partieron, pero por alguna razón a Dylan no le entusiasmaba nada aquella velada, y pensó con muy poco ánimo que habría preferido quedarse en su casa.

Fueron recibidos por un alegre Phillipe, que se mostró realmente complacido de volver a ver a Kendall y se interesó mucho por su amigo, el padre de éste. Kendall fue presentado a Maurice y a su esposa, y un poco después a la hija y el esposo de ésta, pero tuvo que esperar aproximadamente media hora para que Sophie hiciese su aparición.

Kendall estaba desplegando su habitual encanto con Madeleine y Marie, cuando Phillipe sonrió con amplitud.

- ¡Ah, allí está Sophie! -- dijo el hombre y tanto Kendall como Dylan se giraron

- ¡Oh por Dios! -- exclamó Kendall

No había podido evitar que la exclamación saliese de sus labios sin participación de su conciencia, haciendo que Madeleine lo mirase con diversión, porque la expresión que tenía el pobre sujeto, era la misma que ella imaginaba habría tenido alguien que acabase de ser golpeado con algo contundente y no se lo esperase. Y ciertamente Kendall acababa de ser inmisericordemente golpeado por la belleza de Sophie. Si bien era cierto que la imagen de la chica lo había perseguido durante los últimos tres años, la hermosa mujer a la que estaba viendo en aquel momento, superaba en mucho a la que habitaba en sus recuerdos.

Sophie bajaba en aquel momento por las escaleras, ataviada con un precioso vestido azul que hacía juego con sus ojos, el cabello recogido dejando al descubierto la perfección de sus facciones, aunque unos rebeldes rizos insistían en escapar y daban al conjunto un aire fresco y juvenil. Phillipe se acercó al pie de las escaleras y ofreció el brazo a su hija, que al sonreírle pareció iluminar el lugar.

Otro que no estaba en mejores condiciones que Kendall era Dylan, aunque él parecía disimularlo mucho mejor, de modo que la única que lo notó fue Madeleine, que al ver la intensidad de aquellos ojos verdes, tuvo un mal presentimiento y recordó lo que había dicho su abuela, aunque después desechó esa idea, aquellos hombres eran amigos casi hermanos por lo que Sophie le había contado, de manera que eso no podía ser. Sin embargo, no dejó de vigilar atentamente a Dylan, y pasó toda la noche intentando averiguar lo que había tras aquella máscara que tenía por rostro, y en donde lo único que parecía tener verdadera vida, eran los ojos.

Madeleine estaba perfectamente al tanto de todo lo relacionado con aquellos dos caballeros, Sophie había encontrado en ella la hermana que no había tenido a pesar de tener cuatro. De modo que la había hecho partícipe de toda su historia, en la que aquellos dos hombres tenían una participación destacada. Así como también, de lo que su prima sentía por Kendall Arlingthon, y por lo que estaba viendo, a él no le era en modo alguno indiferente.

Sophie no recordaba haberse sentido tan nerviosa ni siquiera el día de su presentación, pero desde que su padre le había dicho que Lord Arlingthon asistiría a la reunión de aquella noche, su corazón no había dejado de latir en forma desacompasada durante todo el día. Madeleine le había recomendado prudencia, y que recordase que habría muchas personas allí, de manera que le suplicaba que conservase las formas para no alterar a nadie, y por nadie, ambas sabían que se refería más a Marie que a Phillipe o a Maurice.

De modo que cuando Sophie llegó hasta donde estaban Dylan y Kendall, a pesar de que su corazón parecía a punto de salirse de su pecho, su apariencia era de perfecta serenidad.

- Lord Arlingthon espero recuerde usted a mi hija -- dijo Phillipe mientras ella hacía un recatada reverencia

- Señorita Saint-Claire -- dijo él extendiendo su mano y posando los labios sobre sus dedos

Aunque todo esto, solo Dios sabe cómo lo había logrado, porque lo que en realidad quería era abrazarla.

- Es un placer volver a verle milord -- dijo ella y luego prestó atención a Dylan que se adelantaba a saludarla

- Señorita Saint-Claire -- dijo, y del mismo modo que Kendall se inclinó y rozó sus dedos con los labios

- Milord -- fue el frío saludo de ella, con lo que a Dylan le quedó claro que aún estaba molesta
Phillipe se disculpó ya que debían saludar al resto de los invitados.

- Aunque me apena tener que dejarlos de momento, debemos cumplir con nuestras obligaciones como anfitriones -- les dijo Phillipe -- pero siéntanse en libertad de recorrer los salones y el jardín.

- Gracias milord -- dijo Dylan, porque Kendall parecía haber perdido la capacidad de comunicarse
Un rato después, estaban Dylan y Kendall y en una especie de terraza y el segundo solo hablaba de lo hermosa que estaba Sophie.

- ¿Es que eres ciego o qué? -- le preguntó Kendall al notar la apatía de su amigo

- Mi vista está perfectamente, pero mi instinto de conservación también, algo que tú pareces haber perdido.

- ¿De qué hablas?

- Harías bien en disimular tu entusiasmo, o Phillipe Saint-Claire podría sentirse tentado a rebanarte el cuello, y ambos sabemos que es extraordinariamente hábil para ello -- le dijo Dylan
Entre tanto, el mencionado individuo estaba hablando con su hija.

- ¿Por qué no vas a hablar un momento con tus amigos Sophie?

- No los veo -- dijo ella -- y creo que aún no hemos saludado a todos

- No te preocupes por eso linda -- le dijo él -- yo puedo hacerme cargo. En cuanto a ellos, acabo de verlos salir a la terraza

Ella le sonrió agradecida a su padre y se dirigió hacia allá. En cuanto Kendall la vio venir, su corazón comenzó a saltar, mientras que Dylan buscaba una salida que no encontró. Una vez que Sophie estuvo fuera de la vista de los que estaban en el salón, corrió hacia Kendall que la recibió emocionado en sus brazos.

- ¡Kendall, no sabes lo feliz que estoy de verte, y lo mucho que te he echado de menos! -- dijo ella con lágrimas emocionadas en los ojos

- No más que yo Sophie, no más que yo -- le dijo él, mientras la estrechaba en sus brazos -- ¿Dylan no vas a saludarla? -- preguntó cuando se separaron

- Si la memoria no me falla, creí haberlo hecho hace un momento.

- Vamos Dylan, me refiero a un saludo real

- Si por un saludo real te estás refiriendo a esta lacrimosa y sentimental exhibición, creo que puedo prescindir de ese trámite

- No te esfuerces Kendall -- le dijo ella -- no necesito más saludos de este caballero

- ¿Qué les sucede a ustedes dos? Somos amigos ¿no? -- dijo mirándolos a ambos

- La madurez -- dijo ella acentuando la palabra -- nos hace darnos cuenta que no todo lo que creíamos de niños es real, y que muchos de nuestros amigos o bien han desaparecido, o nunca lo fueron.

- Muy bien expresado señorita Saint-Claire, aunque no del todo exacto -- dijo Dylan -- ahora si me disculpan -- e inclinando levemente la cabeza se marchó

- Pero… -- comenzó Kendall verdaderamente asombrado

- Olvídate de él -- le dijo Sophie, y era algo muy fácil de hacer para Kendall teniéndola a su lado -- Lamento mucho lo sucedido con tu esposa -- le dijo ella y el rostro de Kendall se ensombreció brevemente

Estuvieron hablando un rato más, hasta que Madeleine envió a uno de los sirvientes a buscarlos porque la cena iba a servirse.

- Sophie -- le dijo Kendall antes de entrar -- me gustaría volver a verte ¿Crees que será posible?

- Sin duda nos encontraremos con frecuencia -- dijo ella -- Dy… Lord Danworth -- se corrigió -- dijo que se quedarían algún tiempo en Francia.

- No me refiero a eso -- le dijo él -- quiero decir… tú y yo, sin nadie más.

- Ya no somos niños Kendall, y aunque sí me gustaría poder verte, no creo que…

- Si encuentro la manera ¿irías? -- insistió él

- Sí -- dijo ella después de pensarlo un momento

Eso fue suficiente para que Kendall se sintiese el hombre más feliz de la tierra, y se juró encontrar la forma.

Sophie gimió internamente cuando se vio sentada al lado de Dylan a la hora de la cena, pero ya no podía hacerse nada, y aunque trató de ignorarlo hablando con un anciano que estaba a su derecha, Dylan no era de la clase de hombre al que se podía ignorar.

- A pesar de que es evidente que ha madurado usted, es igualmente obvio que aún necesita aprender algunas cosas señorita Saint-Claire.

- Y supongo que lo haría a usted muy feliz convertirse en mi maestro Lord Danworth

- Mis talentos no van en esa dirección, pero puedo darle algunos bien intencionados consejos -- siguió él -- Como por ejemplo, que su reputación podría verse seriamente afectada si se encuentra a solas con un caballero sin la adecuada compañía.

- Siendo que no es usted mi padre, no veo por qué razón habría de preocuparle mi reputación -- dijo con ira

- Ya que a usted no parece preocuparle, a alguien debería interesarle

- Pues no es usted el más indicado para ello

Durante toda la cena Dylan se dedicó a sermonearla con lo que al final de la misma, Sophie estaba cercana a cometer un asesinato. Mientras que Kendall, aunque mantenía una animada conversación con las dos damas que se sentaban a su lado, no había dejado de mirar con insistencia a Sophie, algo que fue evidente para todos los presentes y Dylan pensó que si Kendall no se controlaba iba derecho al desastre, porque Phillipe Saint-Claire podía ser muchas cosas, pero ciego no era una de ellas. Lo que Dylan no sabía, era que Phillipe estaba apostando muy alto a Kendall Arlingthon.




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Texto agregado el 06-03-2013, y leído por 116 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
08-03-2013 bien... felipeargenti
06-03-2013 5* quntur
 
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