Y se subió un loco, un mancito todo llevado, todo sucio, con el pelo un poco largo y alborotado que terminaba en pequeñas lanzas que apuntaban a todas direcciones; el man no sé por qué, se paró al lado de una pareja, y comenzó como a murmurarles algo, yo solo podía ver cómo movía la boca; el loco los miraba todo ido, todo hecho rabia, decía: -deme una moneda ( pero la pedía con rabia con odio, ni pedía el favor), el hombre que alzaba a su novia sacó unas monedas- tembloroso - de su pantalón, más exactamente de su bolsillo izquierdo y rápidamente se las dio, como quien no quiere la cosa; no contento miró sus tristes monedas y su mirada perdida casi cae en mí, yo dije: ¡Mierda me va a venir a pedir a mí, y ahora qué hago!, para mi suerte dio un paso y se volcó sobre su otro costado a pedirle a una señora, ella le dijo de una vez que no con cara de seria; el loco entendió que ahí no se podía hacer más, relajado se sentó y todo volvió a la normalidad en el transmilenio.
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