Hablar sobre novelas es una cuestión difícil, porque las opiniones vertidas acerca de ellas, llevan implícitas el juicio nada imparcial del que habla, las lee o comenta. De entrada, la lectura de una novela presenta algunos inconvenientes: su extensión. No resulta lo mismo emprender la lectura de una novela de mil páginas (que las hay), que la de una que apenas rebase las doscientas. El tiempo invertido para leer una u otra, también es digno de tomarse en cuenta, sobre todo, cuando se dispone de poco tiempo para leer y hay que andarse inventando espacios entre viajes en metro, autobuses, combis y demás transportes colectivos, para la lectura. O aprovechando la forma más cómoda, tranquila y satisfactoria, de visitar frecuentemente el wc. con libro en mano. Luego viene el tema y la trama de la novela, los cuales pueden ser de lo más interesantes o no, según la calidad y los alcances del autor y claro, los gustos y preferencias de cada lector. En lo particular, no tengo predilección por algún tipo específico de novela, trama o tema. Me gusta de todo y el punto predominante que puede motivarme para iniciar su lectura, es que esté bien escrita, sea interesante y llene las expectativas que como lectores nos creamos cada vez que decidimos leer un libro (en este caso, una novela).
No es mi intención aquí, hacer un análisis, clasificación o ensayo, acerca de la lectura de novelas, sino comentar el placer que me produce la lectura de algunas y la huella (muchas veces profunda) que han dejado en mi espíritu. A lo largo de los años, novelas he leído muchas, de muy diversos tipos; pero sin importar a cual género pertenezcan, para determinar si ha sido o no una buena novela, tomo en cuenta el sentimiento final que me dejan, ya sea la satisfacción de saber que el tiempo empleado ha sido bien invertido, o todo lo contrario, de frustración y ganas de maldecir un poco, por la mala elección realizada.
Finalmente son experiencias diferentes, quizás opuestas, pero que de cualquier manera nos dejan cierta enseñanza, buena o mala, que nos dará la medida exacta para elegir mejor en alguna ocasión posterior.
Las once novelas que nombro ahora, son una muestra mínima de las que siento han dejado de alguna manera en mí, múltiples enseñanzas y gratas experiencias. Lecturas de diversas épocas, algunas ya comentadas con anterioridad, que fueron arrojando pequeñas semillas en mi camino, para brindarme un poco de felicidad.
Como en otras ocasiones, reitero, el orden en que aparecen nombradas no implica que me gusten más o menos unas que otras. De alguna forma había que ordenarlas:
1.- Seda - Alessandro Baricco
2.- Música – Yukio Mishima
3.- El diablo enamorado – Jacques Cazotte
4.- El amante extremadamente puntilloso – Alberto Manguel
5.- Matilda – Roald Dahl
6.- Salamandra – Efrén Rebolledo
7.- Pregúntale al polvo – John Fante
8.- La tregua – Mario Benedetti
9.- La insoportable levedad del ser – Milan Kundera
10.- El amor en tiempos del cólera – Gabriel García Márquez
11.- Pedro Páramo - Juan Rulfo
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