Con mucho trabajo y esfuerzo, honestidad y suerte, llegó donde llegó y sólo él sabía desde donde había comenzado. Era un exitoso empresario de reconocida trayectoria y muy respetado en el ámbito comercial e industrial del país. Disfrutaba de esa posición a pleno y siempre se preocupó por consolidar un bajo perfil con respecto a su vida privada, manteniéndose alejado de los medios de comunicación que tanto le disgustaba.
Soltero, maduro pero buen mozo todavía y con mucha plata, mujeres nunca le faltaron. Siempre supo mantener un equilibrio entre los placeres de la vida y el trabajo, con sus obligaciones y responsabilidades. ¿Entonces porqué exponerse ahora con extrañas actitudes, por qué tirar por la borda una buena reputación y convertirse en un sospechado de perversión, por qué? Estas preguntas nos hacíamos nosotros, la Policía. Hacía algunos meses que tratábamos de averiguarlo estudiando todos sus movimientos, demasiados comprometedores por cierto...
Observamos que cada vez que volvía solo de sus tantas trasnochadas madrugadas, sin la compañía de algunas de sus novias, solía merodear con su coche por los suburbios de Buenos Aires buscando una compañía de reemplazo. Elegía siempre a menores, a chicas o chicos de la calle, no discriminaba, para él era lo mismo. Los llevaba a su residencia y allí pasaban esa noche con ellos, al otro día en las primeras horas de la tarde los devolvía al mismo lugar donde los había recogido.
Cuando interrogamos a esos chicos ninguno de ellos quiso hablar del tema, se negaban hacerlo, pensamos respetando un pacto de silencio. Por pura conveniencia nomás, ya que volvían bien aseados y a veces con alguna ropa nueva y unos cuantos pesos en los bolsillos. Finalmente uno soltó la lengua y confirmó nuestra presunción: “Ese señor no quiere que abramos la boca, y todos los chicos le hacemos caso porque nos conviene también .”
Debíamos parar a ese tipo lo antes posible, pero no teníamos pruebas suficientes como para acusarlo por corrupción de menores, sus propias víctimas se negaban a declarar en su contra.
El comisario comprendió la gravedad del caso y diseñó un delicado y riesgoso operativo para desenmascararlo: Utilizaría al menor de sus hijos como señuelo. No obstante debíamos estar muy atentos y caerle encima apenas se acercara al hecho aberrante en esa casa ...
Este chico debidamente preparado, con un pequeño equipo de comunicación oculto entre su andrajoso camuflaje fue “plantado” en su camino una de esas madrugadas, y el pescado picó.
Cuando entraron con el coche a la mansión, casi detrás nos colamos nosotros cuando el portal se cerraba, y sin que nos viera tomamos posición en el gran parque que la circundaba. El comisario se ocultó bajo la ventana del dormitorio que nosotros le marcamos desde más lejos. Aunque el no podía ver hacia adentro, estaba listo para actuar cuando su hijo le enviara por radio una señal de alarma. Sin embargo las horas pasaron sin novedad, no escuchó más que el intercambio de algunas palabras al principio y después el silencio reinó en la casa. Los nervios y la ansiedad se comían al comisario. Oír el sereno respirar de su hijo que posiblemente dormía lo tranquilizaba, pero a la vez lo exasperó durante esa larga noche....
Al amanecer, quizás durante un desayuno todos pudimos oír directamente al aire una conversación entre ellos dos. Insólitamente para nosotros ese hombre estaba hablándole como un padre lo hace con un hijo, dándole consejos, recomendaciones y proyectándole la idea de un futuro mejor. Desconcertado primero, enfurecido después el comisario reaccionó diciéndonos casi en voz alta:
“¡El desgraciado se dio cuenta, nos estuvo tomando el pelo toda la noche!..”.
El comisario se encontraba en una disyuntiva; Abortar el operativo rescatándolo ya, o esperar un poco más todavía. Decidió esto último, pero no sería más allá del mediodía...
Llegada esta hora ya entramos intempestivamente forzando la puerta principal, a la carrera cruzamos la gran sala de recepción y llegamos enseguida al comedor desde donde provenían sus voces. Allí estaban los dos, en la punta de una larga mesa de sillas vacías, terminando el almuerzo e inmersos en una amigable charla que lógicamente debieron interrumpir cuando nos vieron entrar. El dueño de casa no pareció sorprendido...
“- Pasen señores - Dijo - cálmense y bajen las armas... y por favor no rompan nada más que acá está todo tranquilo. No les voy a decir que los estaba esperando precisamente hoy, pero sabía que algún día llegarían... Comisario, si es usted tan amable le pediría que sus hombres llevaran a este chico al lugar donde lo recogí, y que después habláramos a solas de este asunto ¿Puede ser?”
“Por supuesto, ya mismo irá con su madre. Contestó el comisario que nos dio la orden y la cumplimos. Más adelante, nos contaría a todos que lo invitó a sentarse para continuar proponiendo lo suyo calmadamente:
“- Jefe, vamos a entendernos hablando claro y directo;” ; Sepa que ha irrumpido a mi domicilio con violencia y sin orden de allanamiento, sin una causa que lo justifique y lo que es peor sin nada de que acusarme... A violado mi intimidad y eso será una mancha en su carrera. Usted depende del sueldo de cada mes para seguir viviendo, tanto como yo de la compañía de estos chicos. Pienso que debiéramos ponernos de acuerdo, es el momento indicado para un pacto de caballeros; Olvidémonos de este incidente y aquí no ha pasado nada”
El comisario entre sorprendido y abochornado supo contestar al instante y con firmeza; “- Al contrario creo que aquí están pasando cosas graves, y que no son tan claras como usted dice. Quiero la verdad ya.”
“-Veo que sigue confundido comisario, lo que ocurre aquí no es lo que usted imagina. La verdad la tienen bien guardada ésos chicos que no quieren contar nada porque yo se lo pedí, y ellos estuvieron de acuerdo desde un principio... La van a soltar después que yo hable con ellos, téngalo por seguro, quiero que la escuche de sus propias bocas. Estoy a su disposición cuando usted lo decida.”
El comisario más confundido aún: “- De acuerdo, lo haremos después, porque no me voy a ir de esta casa sin un anticipo de lo que está ocurriendo justamente acá.”
Ahora el exitoso empresario bajó un poco la cabeza y bastante más su soberbia, cuando cambiando el tono de su voz y visiblemente consternado entró directamente a una íntima confesión: . “Las exigencias en mi entorno profesional no me permite mostrar abiertamente ningún lado vulnerable de mi temperamento privado, pero puedo asegurarle comisario, que mi buena posición económica no me ha aislado de la sociedad en que me muevo. Hay carencias vergonzosas en ella que no puedo tolerar sin hacer algo para aliviarlas aunque sea personalmente: El hambre de los chicos. Ese abandono son deudas pendientes para mí... y algo de eso me ha tocado en carne propia. No supe formar una familia y no hay nada más triste en la vida que teniéndolo todo, uno deba sentarme a comer sin tener a nadie con quién compartir… Esta fue toda la cuestión. Y usted comisario está sin probar bocado seguro, sería un honor para mí que se sentara a mi mesa...
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