Participante Reto II
........ Pon cuento al poema de TU elección
La noche joven
(Jorge Luis Borges)
Ya las lustrales aguas de la noche me absuelven
de los muchos colores y las muchas formas.
Ya en el jardín las aves y los astros exaltan
el regreso anhelado de las antiguas normas
del sueño y de las sombras. Ya la sombra ha sellado
los espejos que copian la ficción de las cosas.
Mejor lo dijo Goethe: “lo cercano se aleja”
Estas cuatro palabras cifran todo el crepúsculo.
En el jardín las rosas dejan de ser rosas
y quieren ser la Rosa.
JAZMINES EN LA OSCURIDAD
Ella y yo nos parecemos. Desde pequeñas los rasgos acentuados por los gestos y el tono al hablar nos daban cierta familiaridad que no teníamos. Fue la llegada de aquel hombre al pueblo quien puso un puente de enlace entre ambas. Con su afabilidad e inconfundible prestancia, él jugaba a descubrirnos en la juventud temprana, en el sonrojo de la piel y la virginidad oculta. Nos seducía. Exaltaba en nosotras las ansias de poseerlo, como si ello implicase iniciarse en la adultez. Nos subyugaba y definía con cierto brillo y similitud, hasta instarnos a ser su sombra y su ilusión.
La ansiedad por aceptar o renunciar a vivir aquella locura agitaba el deseo y las premisas de un amor sin ecuánime. Y sin importar que el tiempo se fugara con la historia fuimos sellando en un espejo escondido la ficción de nuestros años más intensos. Ambas nos atrevimos a saltar las barreras de los prejuicios cuando la vida se nos fue revelando sin más premisa que la urgencia de amar. Casi libres y mesuradas cruzamos la vereda de la impunidad, y en un jardín silvestre plantamos jazmines para aquel hombre, en la oscuridad.
Ella insistía, yo callaba. Ella se jactaba de sus triunfos, yo le permití al tiempo su propio tiempo. Entre sábanas de satén ella prefería retenerlo en la penumbra de la noche. Le recordaba su amor sólo para él perpetuándole un ´te quiero, no me dejes, te necesito´. Yo prefería la tersura de sus labios al despertar susurrando palabras que no había escuchado antes. Me deslumbraba su desenfado hurgándome palmo a palmo y su voz diciéndome ´te quiero, eres mi ilusión, no me dejes´.
De tanto en tanto nos encontrábamos en algún festejo social. Tras un hola que tal, cruzábamos las miradas a fin de sentenciarnos mutuamente con un ´ese cielo no es tuyo´; luego, frente a terceros aquietábamos recelos y quejas. Ella sombra, yo ilusión. Conocidas y rivales. Ambas desistimos de ser la Rosa principal de aquel jardín tan sólo para estar a su lado.
Fue una etapa de momentos dilatados en el tiempo. Intentando trascender la señal que cifra todo el crepúsculo ´lo cercano se aleja´ aceptamos tácitamente compartir el mismo conjuro. Transitamos no tan mansamente un sendero paralelo. Sin renunciar amamos, y en aquel jardín silvestre plantamos jazmines en la oscuridad.
La noche joven pasó. Duró lo que duró. También él. Muchos colores y formas se destemplaron con la lluvia del después. El transcurrir del tiempo ha ido calmando ansiedades. Y nosotras, hoy, sin reproches estamos.
Cuando creo que estoy comprendiendo lo mejor y lo peor de aquella historia vuelvo a sorprenderme al evocar. Compruebo qué erráticas pueden ser las normas para acariciar el cielo. A esta altura de la vida, hasta pienso que las lustrales aguas de la noche ya nos han absuelto.
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