El patio.

El vecindario de mi casa
comienza, claro, en el patio.
Recostado en una hamaca
a la sombra de una encina,
gozaba de su follage.
Más allá el azul del cielo,
imágenes en las nubes
de ovejas, rostros, montañas.
Se apareció una ardilla
de amarillento pelaje
brincando de rama en rama
y buscando sus bellotas.
Un colibrí que se asienta,
rojo y verde su plumaje
para descansar sus alas.
¿Qué es esa sombra que llega
rápida como asustada?
Negro grajo que se escapa:
¡Tres cenzontles al ataque!
Observaba yo en silencio
gozando en paz y contento,
dos palomas se llegaron
de esas llamadas “torcaces”
de esbelto y pequeño cuerpo
claro marrón y en el cuello
como collar franja negra.
Obviamente macho y hembra
su tamaño lo indicaba.
Se posan en una rama
que no obstruye mi mirada.
Inició él un cuchicheo:
“cu-ru-cu-cús” insinuantes,
ella sacudió plumitas
que le cubrían el cuello
¡Caramba, que coqueteo!
Se acercó él poquito a poco
(yo lo veía bien claro)
estirando el ala izquierda
lo colocó en su dama.
La paloma se alejaba
y acercaba picaresca
más ‘cu-cús’ y al momento
Romeo estiró su pico
acariciando a Julieta
de la cola a la cabeza.
Como ella no resistía
pretendió allí montarla.
Voló ella apresurada
rumbo al nido en la maleza
seguida por caballero
a completar el cortejo.

La primavera comienza
y el amor está en el aire,
inspirado por la escena,
sin pensarlo mucho tiempo,
en la casa me interné
en busca de mi bien amada
“cu-ru-cu-cú” en mi mirada.