En el centro del mundo ronda la riqueza desbastadora, y la piel se hace imagen en el muro que quebrado llora su fin.
Las olas azules lo asedian, hay murmullos que mecen las lágrimas del mar. La cascada, el cuadro y una flor se enriquecen bajo un cielo dorado en la choza donde quedo el ayer que nos abriga hoy.
Se cuajan en una sola imagen aquellos tiempos aquellos amaneceres, donde cada cosa tenía su valor, hoy como ayer los amantes se suicidad por docenas, y el pan tiene sabor a lágrimas.
Los fantasmas se pierden en la cocina donde solo hay galleta dura y verde. El delirio es constante, las gallinas corren, el lobo malo las persigue hambriento, rostro de mi mar, mi sal, mi arena perlada.
Despego mis párpados del sueño, y miro una ventana abierta al sol del mediodía corre la brisa perezosa, tú, y yo solos disfrutamos. El vino dulce, el queso del mercado rebosante. La lluvia sale a lucir sus caracolas un cielo gris la acompaña con música de fondo. Tú, y yo, esperando despegar las facciones de la arena que la roca aprisiona entre sus muslos. El cielo se aclaro en un instante.
La muralla se arqueo desinteresada y busca sus piedras, como la lluvia busca sus pequeñas gotas acurrucadas.
El sueño recién contado se esfumo desconcertándome luego de mirar tus bellos ojos claro, me doy cuenta que todo fue una pesadilla.
Bailamos una danza entre las dunas que nos abriga, nos encontramos en la mañana, tu mano rosa la mía y un juego se detiene en la mirada, y sabemos más ahora de este amor reciproco...
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI. |