TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / cieloselva / La bella y la bestia

[C:517658]

La bella y la bestia
(Así lo contaban las abuelas)

Había una vez…, en un lugar muy lejano, una madre que vivía sola con sus tres hijas solteras, desesperadas por conseguir novio. Cada tanto iba de compras a la ciudad, y ese día que le tocaba ir conversó con cada una de ellas. Llamó a la mayor:

-Hija mía, sólo puedo comprarte nada más que una sola cosa. ¿Qué quieres que te compre?
-Ahhhhh! Por fin llegó el momento. A ver… déjame pensar… Sí; quiero un tapado de esos que llegan hasta aquí -dijo, señalando sus tobillos con el dedo.

La madre hizo sus cuentas y luego llamó a la hija del medio.

-Hija mía, sólo puedo comprarte nada más que una sola cosa. ¿Qué quieres que te compre?
-¡Ay, mamita querida! Sería tan feliz si me traes aquél vestido tan hermoso que no pudiste comprarme el mes pasado…

La madre hizo sus cuentas y luego llamó a la hija menor.

-Hija mía, sólo puedo comprarte nada más que una sola cosa. ¿Qué quieres que te compre?
-Madre… Tráeme una rosa.
-¿Una rosa? Pero tus hermanas han pedido cosas muy caras, ¿por qué sólo una rosa? Pide algo mejor.
-Madre, nada me hace falta. Tráeme una rosa.

La madre se fue, llegó a la ciudad, compró el saco de piel y el vestido. Pero no encontró ninguna rosa. No podía llegar sin ese pedido tan humilde de su hija. Así que decidió caminar por las calles del pueblo en las cercanías de donde vivía. De pronto, se le ocurrió golpear la puerta de una casa que tenía un rosal en el frente. Pidió a la dueña que le regalara una. Ésta le dijo que no de mal modo y cerró la puerta fuertemente en sus narices. Así le pasó con todas las dueñas de casas que tenían hermosos jardines. Ya cansada, caminó un poco más de cabeza gacha, pensativa y sin esperanzas. Al levantar la vista, al final de la cuadra había una mansión de aspecto abandonado. Tenía un rosal muy descuidado. Se acercó pensando que allí no vivía nadie, introdujo su brazo entre las rejas y arrancó la que estaba en mejor estado. En ese preciso instante, nubes negras comenzaron a cubrir el siempre esplendoroso cielo. Y de la mansión salió un bicho enorme con cuatro patas; ¡horripilante! ¡Era una bestia!, y con una voz feroz que la aterró, le dijo:

-¡Mujer! Dime para quién es esa rosa.
-¡Oh!, ¡disculpe! No sabía que aquí vivía alguien. Esta rosa es para la más humilde y bella de mis tres hijas. Me ha pedido una pero no había en la ciudad. He rogado por todo el vecindario que me la dieran de sus rosales y nadie fue capaz… Entonces, yo…
-¡Basta! ¡Por haber hecho esto deberás hacer que de inmediato tu hija venga a la mansión con todas sus pertenencias si no quieres que algo terrible les suceda a todas! Ahora vete, porque la maldición puede destruirte y no podrás salvarlas.

La retumbante voz de la bestia desató una tormenta en señal de que era verdad lo que le estaba diciendo.

-¿De inmediato? ¿Cómo la convenceré?
-Deja la rosa y dile que la venga a buscar. A partir de este momento tienes exactamente una hora.

Los estridentes relámpagos comenzaron a caer. No tuvo tiempo de recoger los paquetes. Corrió aquellas cuadras que parecían interminables y totalmente agitada se metió dentro de su casa. Sentada en la cocina, donde solía estar a solas, lloró amargamente. ¿Qué podría ser peor que estar al lado de esa bestia? Pero su más humilde hija era la única que podía salvarse y salvar a todas de algo terrible, así que secó sus lágrimas, miró el reloj y decidió contarles la verdad de lo sucedido.
Las dos hermanas mayores tomaron una actitud de desconsuelo frente al hecho de no volver a ver a su hermana, aunque por dentro pensaban que siendo menos, tendrían más oportunidad de conseguir novio. Las únicas que derramaron lágrimas fueron la madre y la desafortunada.
Ya no quedaba tiempo. Se podía oír una tremenda tormenta cual nunca había habido por ahí. El sol no entraba por las ventanas y los minutos corrían aceleradamente. La hermosa joven preparó deprisa su bolso, abrazó a cada una, más fuerte lo hizo con su madre, y se marchó a enfrentarse con su amargo y duro destino, esquivando los rayos que le permitían ver el camino.

El portón estaba abierto, la puerta de dos hojas, entreabierta. Le quedaba el último segundo. Apretó sus ojos y entró. El chillido de un cerrojo le hizo darse cuenta que ya no había marcha atrás. Cuando los abrió, no estaba dentro de lo que por fuera parecía una mansión; adentro era un palacio. Soltó su bolso. Dio vueltas sobre sí misma para mirarlo todo. Estaba desordenado y sucio. Tan sucio como el traje de un príncipe que se hallaba colgado detrás en un perchero de oro.
Nadie había allí para recibirla, estaba toda mojada y sentía frío. Entonces, pensó que era el momento de anunciarse:

-Yo… Ya llegué -balbuceó temerosa y en tono bajo, a la vez que miraba hacia sus costados y hacia arriba. Mas, no obtuvo respuesta. Pensó en su familia, respiró profundo, tomó ánimo y gritó-: ¡Estoy aquí! ¡Que nada vaya a sucederles a mis hermanas ni a mi madre, porque yo he cumplido…! ¿Acaso… no hay nadie?

No terminó de expandirse el eco de sus palabras cuando… como un trueno que la hizo taparse los oídos, escuchó una voz:

-Te vi llegar. Nada les pasará; no temas.
-Pero… ¿no puede hablar más bajo? Me quedaré sorda… No lo veo, ¿dónde está?
-Si no soportas mi voz, verme será peor -dijo lastimosamente.
-Si lo viera, podría leer sus labios −le contestó sin temor alguno.
-Mis labios… -oyó ella como si esa cosa estuviera reflexionando en una gran pena.
-No me importa si no tiene labios, déjeme verlo, no soporto tanto ruido −insistió.
-¡No!
-¡Oh, por Dios!
-Disculpa, no fue mi intención. Ya te acostumbrarás. Mejor te pones a limpiarlo todo, hay mucho trabajo que hacer. Sube la escalera, abre la primera puerta; allí será tu dormitorio.

Seis meses después.

El palacio había quedado deslumbrante. Todo lo hizo siguiendo las indicaciones de la voz, y había sido verdad que se acostumbraría; ya no tenía que taparse sus oídos. Pero aún no lo había visto. Hasta el día en que terminó la gran tarea, se esmeró para convencerlo de poder verlo y todo eso la mantuvo entretenida, aunque sin suerte en lo último, mas ahora que todo estaba hecho, esa cosa hacía dos días que no le hablaba y no sabía en qué ocupar su tiempo.

-¿Por qué no quieres hablarme? ¿Acaso no te agrada como se ve ahora? Ah, ya sé, es que aún no he terminado; me falta arreglar tu dormitorio, pero si tienes tanta vergüenza, jamás podrás disfrutar nada. ¿Para qué me hiciste venir, entonces? -dijo, haciéndose la muy enojada. Pero eso tampoco le resultó. Entonces, sintiendo que no tenía más esperanzas, siguió hablando sin esperar que él la oyera-: Estoy cansada de hablarle a nadie. Qué fea es la soledad, me había acostumbrado a su voz y este silencio me está matando. He decidido no hablar más. Me iré a dormir y jamás despertaré.

Se hizo la noche. Lo único que alumbraba el oscuro palacio, eran dos grandes ojos que se paseaban. Ella estaba en su dormitorio y los ojos se acercaron a su puerta para mirar por el agujero de la cerradura. Dos orejas se pararon al oír el sollozo de bella joven. Luego dirigieron su mirada hacia el suelo en señal de tristeza. Y una pata grande y peluda no dudó en golpear la puerta:

-Qué fue eso -dijo ella. Como no obtuvo respuesta, sin más, continuó con su sollozo.
-¿Por qué estás llorando? -le preguntó él con voz compungida. Y al decir esto, ella lloró más fuerte aún-. No, no, no, por favor, no llores. Perdóname. Es que… Yo quisiera… pero… Tú aún no sabes…
-¿Cómo he de saber si no me lo cuentas? No dejes de hablarme, extraño tu voz. Pero eso no me basta, quiero conocerte, necesito ver a alguien. Extraño a mi madre, extraño a mis hermanas, no podré vivir en esta soledad. No sé qué hacer para convencerte. Prometo que no me asustaré. Lo prometo, ¡te lo juro! -decía como rogándole.
-Está bien; de todas formas algún día tenía que ser. Abre de una vez la puerta.
-Ah, gracias, muchas gracias. Bien, encenderé una vela y abriré lentamente la puerta.
-No, no enciendas la vela aún. Sólo abre la puerta. Primero verás mis ojos.

En medio de la oscuridad, ella abrió la puerta, mas no lo veía porque él se había alejado. A tientas recorrió desde lo bajo hasta la cúspide. De pronto sintió un ruido y al darse vuelta, dos ojos con luz propia, tímidamente la miraban de lejos. Quiso apurarse a encender la vela pero, él sopló tan fuertemente que sus vestiduras, largos cabellos y el vano intento por asirse de algo, no pudieron impedir que cayera al suelo sentada, irremediablemente.
Él tapó con su pata sus ojos, completamente avergonzado por el daño que podría haberle causado, mas ella comenzó a reírse del hecho, tanto, que lo contagió de su reacción. La alegría duró por mucho rato; ambos rieron hasta cansarse. Entonces ella aprovechó en un momento el descuido y encendió la vela. Al verse descubierto, él volvió a retraerse, pero ya había revelado el secreto de su temible aspecto. Paralizado de vergüenza la veía acercarse lentamente hasta que estuvo frente a él:

-Qué mirada tan dulce tienes… Y tu pelo… Y tu pelo necesita un buen lavado de esencias espumosas.
-¡Oh, no! No se te ocurrirá bañarme.
-Sí, sí se me ocurre. Vamos, te dejaré hermoso. ¿Cómo podré llevarte a pasear en el estado que estás?
-A ¿pasear?
-Pues claro, ¿cuánto hace que no vas al hermoso río que tienes detrás del palacio?
-Mmmm… mucho tiempo. No me gusta ir solo.
-Allí te bañaré y podrás retozar libremente.
-¿En serio? Es que… alguien podría verme.
-Te pondré una cadena al cuello como si fueras mi más preciada mascota y nadie podrá decirme nada.
-Pero si no me parezco a nada; ni a un gato… gigante, ni a un perro… gigante.
-Eres una mezcla de perro, tigre, oso y lobo gigante. Y basta ya. Así lo haremos.
-Mmm… Podríamos ir por las mañanas, bien temprano; a esa hora no hay nadie.
-Bien. Y si alguien te viera, yo me las arreglaré; sólo te pido que no se te ocurra hablar. ¿De acuerdo?
-De acuerdo.

Desde ese momento comenzaron a ser buenos compañeros, y todas las mañanas ella lo llevaba al río. Ambos correteaban y jugaban hasta quedar exhaustos, y tirados sobre la blanca arena permanecían en silencio, esperando que el calor del sol los secara.

Una mañana ella le preguntó:

-Aún no me has contado qué fue lo que te sucedió.
-Sabía que iba a llegar este momento. Está bien, te contaré: Hace muchísimo tiempo, en este lugar estaba la comarca de mi padre, el rey. Yo era el príncipe más guapo de todas las comarcas. Buscaba a la doncella de mis sueños, y mi padre hacía muchas fiestas y bailes, mas… ninguna era. Un día, iba trotando sobre mi corcel por el bosque cuando una joven, hermosa, lo reconozco, me salió al paso. Me juró mil amores, me prometió más riquezas de las que yo ya poseía y llegaría a poseer, con tal que me casara con ella. Pero no me interesaban más riquezas, ni me atrajo su hermosura; no era la humilde y bella dama de mis sueños. Tuve que encontrar las palabras más sutiles para no herir los sentimientos que mostraba hacia mí. Delicadamente le hice saber que aunque hermosísima, no era quien yo buscaba. Luego de pensar por unos instantes, me dijo que ella podía convertirse en esa dama que anhelaba, lo que me hizo sospechar quién era en realidad. Rotundamente le dije que no. Esto la hizo enojar. Se convirtió en una horrible criatura del infierno y me maldijo, convirtiéndome en esto que ves.
-¡Oh, qué terrible! ¿Y cómo se quita esa maldición?
-Eso es lo más terrible; la dama de mis sueños; humilde y bella, debía amarme así como soy hasta el punto de derramar sus lágrimas por mí. Pero antes, debería arrancar una rosa de mi rosal. Por eso también lo maldijo con rosas feas para impedir que alguien se interesara. Como ves, es imposible deshacerla.

Ella bajó su vista. Luego lo volvió a mirar expresándole profunda tristeza pues jamás podría enamorarse de una bestia. Él, al entenderla, fue hasta la orilla del río, se irguió en dos patas y de su boca se expandió un enorme rugido de dolor.
Desde ese momento, no fueron más a pasear, aunque sirvió para unirlos como amigos.
Cada tanto, mientras ella zurcía sus viejas ropas por el gran uso, él la descubría llorando y siempre era la misma respuesta:

-Y ahora, ¿por qué lloras? Cuéntame.
-Quisiera tanto poder ver a mi madre y a mis hermanas. No sé qué es de ellas, si me recuerdan, qué hacen...
-Escucha con atención. Lo he pensado muy bien, tengo la forma para que las veas. Pero prométeme que después no volverás a llorar. ¿Lo prometes?
-¿De verdad podré verlas?
-De verdad.
-Oh, sí, te lo prometo; jamás volveré a llorar.
-Bien, ponte este anillo y acércate al gran espejo. Cuando lo destape, las verás.

Ella dejó caer la ropa, aguas e hilos que tenía en su falda, se colocó el anillo y corrió hacia el gran espejo. Él tironeó con sus dientes el manto que lo cubría y allí, frente a ella, pudo ver a sus hermanas riendo en uno de los dormitorios mientras se probaban vestidos nuevos. Su madre, en cambio, estaba sentada y pensativa en la cocina. Por dos horas las observó. En ese tiempo no escuchó a ninguna decir su nombre. Sin embargo, abrió sus brazos y se abalanzó como queriendo sentirlas. Cuando las imágenes se desvanecieron, abrazó a la bestia por cumplir con su deseo. Él se sintió feliz.
Así pasaron dos años. La felicidad de aquél día se fue apagando poco a poco. Llegó el momento en que la vio llorar otra vez, más amargamente que antes. Entonces le dijo:

-Lo sabía, lo sabía; nunca debí dejarte que las vieras.
-Hubiera sido peor. Perdóname; prometí no llorar más, pero es que…
-A ver… ¿qué será esta vez lo que te aqueja?
-Es que… Mira, no me basta con verlas, necesito tocarlas, abrazarlas, que ellas me vean a mí. Pensar que me han olvidado es horrible. Nunca me nombran. Déjame ir a verlas.
-¡No!, eso, jamás.
-¿Por qué? ¿Acaso temes que no vuelva? ¿Cuándo te he fallado? No podría dejarte, yo…
-¿Sí…? Continúa; yo ¿qué…?
-Jamás te dejaría. Ahora sé cuánto sufres. Lo que tú sufres yo también lo siento. Pero si no me dejas ir a verlas… eso me demuestra que eres egoísta. Muy egoísta.
-No pienses eso de mí. No soy egoísta, es que…
-A ver… Qué.
-Si yo te diera un día y dos horas para que vayas, podrías olvidarte de mí… y…
-¿Cómo piensas que podría olvidarme de ti? Eso es imposible, eres muy importante para mí. Si me dieras un día y dos horas, te prometo que estaré antes de lo que te imaginas.
-No, no. Es muy peligroso.
-¿Peligroso? Explícate.
-Si no llegaras a tiempo ¡algo espantoso me sucederá! ¡Sería mi fin, ya no tendría más esperanzas! ¿Entiendes?
-¿Algo espantoso te sucederá? ¿Más de lo que te ha sucedido?
-Sí, mucho peor.
-Yo… sigo sin entender. Creí que me lo habías contado todo.
-Hay cosas que me fueron prohibidas de contar. Perdóname. Esta maldición tiene muchas trampas; no puedo cometer ningún error.
-Pero no es a mí a quien tienes que temer. Déjame ir a verlas, por favor. Llegaré en hora, te lo prometo. No puedo seguir así. Aunque quisiera evitarlo, me verás seguir llorando y un día moriré.
-Eso no lo puedo permitir, te quiero demasiado.
-Y yo a ti. Déjame ir a verlas. ¿Acaso no te has dado cuenta que de tanto regar el rosal, las rosas ahora están bellas?
-Es verdad... las he visto y no te he dado las gracias. Gracias. Bueno, en vista de que no puedo remediar nada, te concederé el deseo.
-¿En serio? ¡Dime qué debo hacer, te prometo que cumpliré!
-Ponte el anillo y por las dudas, este reloj. Esto hará que me recuerdes. Tienes un día y dos horas. Ya sabes que si no llegas en tiempo, algo horrible me sucederá. Más horrible de lo que me ha sucedido. No me olvides…

Fue corriendo a su dormitorio, se puso la mejor ropa, corrió el cerrojo y antes de salir abrazó tiernamente a la bestia. Él, con su pata acarició su cabello suavemente. Sus ojos entristecieron más cuando la vio irse.

Cuando llegó a su casa, se encontró con que todas estaban preparando una gran fiesta. Ese día, sus dos hermanas se comprometerían con los novios que se habían conseguido; pronto contraerían matrimonio y… ella no estaría para entonces. Luego de la sorpresa de su llegada; las lágrimas, los largos abrazos, sus hermanas le hicieron probarse vestidos acordes, pero no de los más nuevos que les había visto probarse en el espejo. Aunque lo notó, no le importó; eligió uno al azar y continuó ayudando con los últimos detalles.
Al llegar los varones agraciados, cada una de sus hermanas exaltaba adrede las pocas cualidades y lo poco que se destacaba de belleza en ellos.
Estaba tan feliz que no le importaban esos detalles sin sentido. Bailó y se divirtió como nunca antes. El vino y la cerveza no permitía que los invitados se fueran y que algunos cansados se levantaran de sus asientos. La fiesta duró toda la noche.
El baile seguía en su mente, aún estando dormida, tirada sobre su cama, cuando el trinar de los pajarillos la fue despertando y volvió en sí cuando un rayo de sol le dio en la cara. Su rostro mantenía la sonrisa. Así se desperezó por largo rato en la tan extrañada cama:

-¿Mi cama? -se preguntó alarmada-. ¡Ay, no! ¡¿Qué hora es?! ¡Es tarde, no llego! Si algo le pasa, jamás me lo podré perdonar. Me quedan cinco minutos, ¡no llego!

Salió despavorida sin despedirse de nadie. Un sol engañoso la segaba, piedras se interponían en su camino, caía y lastimada se levantaba para seguir corriendo. No podía detenerse para mirar el reloj. Su corazón latía fuertemente de una profunda pena, y cuanta más pena, cada piedra rasgaba parte de su vestido de fiesta como queriéndosela comer.
Pasó el portón, abrió la puerta y la llamó a gritos. Él no contestaba. La buscó en cada habitación, por cada rincón, y no estaba. La buscó por el parque detrás del jardín, y no estaba. Llegó hasta el río, y no estaba. Se metió en el agua, y no estaba. Herida y sin aliento se sentó sobre la arena. Recordó cada minuto emocionante que vivió con él, las tiernas miradas, las risas, su vergüenza, su timidez, su sueño, su dolor y que por amor hacia ella, con tal de no verla llorar, le concedió deseos peligrosos que la llevarían a un engaño que sería incapaz de dominar. Tanto se había arriesgado por ella, que no le importó lo horrible que le pudiera pasar. Jamás nadie le había demostrado tal amor. Sus hermanas siempre habían sido interesadas, y no reconocieron su sacrificio.
De pronto, algo le hizo recordar cómo se rompía la maldición: la dama de sus sueños debía arrancar una rosa de su rosal. Así de empapada en agua y llanto, traspasó cada trayecto que la conduciría hacia el rosal. Arrancó una rosa y comenzó una nueva búsqueda. En cada habitación en la que él no estaba, iba dejando sus lágrimas. En cada rincón caía una. Así también en el parque, hasta llegar a la rivera del río. Mas, él no apareció. Había perdido al único ser en quien volcar todo su amor. Jamás lo olvidaría, por siempre lo amaría. Entonces lloró amargamente por amor.
Repentinamente, sintió detrás suyo que una mano varonil se posaba sobre su hombro desnudo, suavemente. Creyó que alguien le iba a dar la mala noticia; quizás su mascota gigante, en algún lugar yacía muerta. No quiso darse la vuelta para no escuchar. Pero ahora estaba sintiendo una caricia conocida en su cabello. Antes de virar, dijo:

-Dime que eres tú.

No escuchó respuesta. Entonces, con sus ojos cerrados se levantó, buscó una boca, tal vez sin labios, y lo besó.
Eran unos labios carnosos, que le correspondieron con el más dulce y largo de los besos. Abrió sus ojos y…

El príncipe más apuesto de todas las comarcas de los tiempos lejanos, anunciaba la fiesta más grande para su casamiento con la doncella más bella de aquel lugar. Y el baile no duró un día, sino varias semanas.

FIN

Versión narrada por Cielo Vázquez (cieloselva).

Texto agregado el 28-02-2013, y leído por 254 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
24-11-2013 Este cuento tiene versiones muy interesantes y dispares desde sus supuestos orígenes en el cuento de Cupido y Psique. Esta en particular es muy bonita y está muy bien lograda. ikalinen
14-03-2013 Precioso cuento. Recordé un poema: Pues, una vez un príncipe/se disfrazó de pobre/para recorrer el mundo, buscando una doncella/ El príncipe la busca que tronos y coronas y adoración merezca/ el príncipe la busca, mejor que rica, hermosa/ mejor que hermosa, buena. (Vicente Medina) Los que se arriesgan, encuentran. Tu cuento tiene una hermosa enseñanza. Te doy mis 5 estrellas. Saludos. girouette-
28-02-2013 Te quedo un hermoso cuento. CORAZONVERDE666
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]