Cap. 19 Historia Familiar…
Al finalizar la temporada, Phillipe informó a su hija que se trasladarían a Toulouse. Sophie estaba muy emocionada porque sabía que allí era donde habían vivido sus abuelos. Mientras que a Maurice no le agradaba nada la idea, no había vuelto a pisar aquel lugar desde la muerte de Sarah. Sin embargo, oponerse a los deseos de Phillipe era una tarea ímproba, y finalmente y por no contrariar a su hermano aceptó ir.
Normalmente la familia pasaba el invierno en Lyon, y aunque Sophie también quería conocer el lugar donde había nacido su padre, no sabía por qué le entusiasmaba tanto ir a Toulouse.
A pesar de que hacía años que ningún miembro de la familia Saint-Claire visitaba aquel lugar, los encargados de velar por los intereses de la familia, se habían ocupado de mantenerlo todo en perfectas condiciones. Sophie quedó maravillada con el Chateau, porque si el de París era hermoso, este lo era mucho más. Aparte de la majestuosidad de la vivienda, tenía un muy extenso y bien cuidado jardín.
Sophie había notado el malestar de Maurice, y un par de días después de su llegada, se enteró de la razón.
- Sophie -- le dijo Phillipe cuando terminaron de cenar y pasaron al Salón -- hace años te pedí guardar un secreto y te hice una promesa, ¿lo recuerdas?
- Sí, lo recuerdo -- dijo Sophie cuyo corazón había comenzado a latir en forma desbocada
- Bien, porque ha llegado el momento de que cumpla con ella -- y luego extendió su mano -- Ven, siéntate a mi lado
Ella lo hizo, y Phillipe comenzó su narración. Le contó la historia desde el nacimiento de sus hermanos y el de él, hasta la detención, juicio y posterior ejecución de Sarah. Lo hizo con tal perfección y atención a los detalles, que a los oyentes les pareció estar viviendo cada uno de los hechos por él narrado.
Para Maurice fue terrible revivir aquello que se había esforzado en enterrar en lo más profundo de su memoria. Marie sentía pena por su esposo y su cuñado. Jacques aunque ya sabía la historia, ahora y después de escuchar a Phillipe, ésta había adquirido un tinte completamente diferente. Conoció y vio a través de los ojos de Phillipe, la infancia de los hermanos, el amor y los cuidados de Sarah, y el dolor producido por la crueldad de Louis. De modo que si ya Jacques odiaba al señor Cardenal, ahora era una buena cosa que no estuviese cerca, o se habría sentido tentado a matarlo él mismo.
El caso de Madeleine, era muy parecido al de su esposo, porque si bien su padre se había encargado de ponerla en antecedentes, en su resistencia a hablar del asunto y su decidido e inútil empeño por olvidarlo, solo le había proporcionado una información muy sucinta, y la mayor parte de lo que ella sabía, lo sabía gracias a la dedicación con la que había investigado los registros, tarea que había podido llevar a cabo gracias a la incondicional ayuda de su esposo. Pero solo tenía hechos desnudos, y su tío se acababa de encargar de vestirlos de sentimiento, y con ello consiguió dos cosas. Una, que Madeleine se sintiese verdaderamente orgullosa de la sangre que corría por sus venas, y dos, había abierto el camino para los sucesos que tendrían lugar en el futuro.
Sophie por su parte, tenía sentimientos encontrados. Inicialmente al escuchar la narración de la infancia y juventud de su padre y su tío, si bien era cierto que había sido triste la pérdida de su madre, Sarah se había encargado de llenar ese vacío, de modo que en conjunto tuvieron una infancia feliz, lo que le proporcionó a Sophie tranquilidad y alegría. Pero al enterarse de lo sucedido con su abuela, y del papel jugado por Louis en todo ello, despertó una ira ciega que nunca antes había sentido. Sophie era por una parte una joven dulce y de hermosos sentimientos, a quien los sufrimientos por los que había tenido que pasar durante su infancia, habían fortalecido el carácter. Pero por otro lado era hija de Phillipe, de modo que tenía sentimientos y reacciones, tan intensos y extremos como él.
Por otro lado, la historia personal de Sarah había dado una explicación razonable al conjunto de acontecimientos que habían tenido lugar durante su infancia. Por sus venas corría la misma sangre de Sarah, lo que las hacía a ella y a Madeleine herederas de un poder otorgado por la naturaleza, y de las tradiciones y costumbres de una antigua cultura, que el avance del cristianismo había hecho déspotas, crueles y desmedidos esfuerzos por erradicar, y había satanizado a sus seguidores hasta el punto del exterminio sistematizado.
Aquellas revelaciones sirvieron a un doble propósito, por una parte, el orgullo de las chicas por el legado de sus ancestros y por su sangre, había crecido de forma significativa, y por la otra, para que la rueda del destino se pusiera en marcha de nuevo a partir del punto donde había quedado suspendida.
Madeleine y Sophie recibieron el permiso para acceder a las habitaciones de su abuela, y a sus objetos personales, donde se encontraban antiguos escritos que les sirvieron de guía para adentrarse en la práctica y el conocimiento que por derecho les pertenecía. De modo que cuando abandonaron Toulouse, a finales de invierno para dirigirse a Lyon, iban cargadas no solo de recuerdos, sino de los ancestrales conocimientos que modificarían el curso de su historia.
La segunda temporada de los Saint-Claire en París resultó tan exitosa como la primera. Mientras que para Louis Saint-Claire las cosas desmejoraron mucho. Después que Phillipe se había asegurado un regreso exitoso, comenzó a mover los hilos para no tener que soportar a su hermano mayor. Tal vez, y solo tal vez, sí Louis hubiese sido menos estúpido, Phillipe lo habría dejado tranquilo, pero como se empeñó en fastidiarlo, Phillipe actuó en consecuencia.
Por una parte, Phillipe comenzó a deslizar comentarios bien dirigidos en el sentido de que sus relaciones con su hermano mayor eran nulas, con lo que dejaba claro, que la presencia de éste en cualquier reunión de carácter social, suprimiría por defecto la suya. Esta información en manos de las personas adecuadas, rápidamente fue del dominio público, y con el fin de asegurar de modo absoluto que sus deseos se cumpliesen, también hizo uso de sus muchas y muy poderosas influencias. De manera que antes de llegar a la mitad de la temporada, Louis había quedado relegado en beneficio de su hermano, que siendo como era, mucho más divertido, encantador, atractivo y en situación de codiciada soltería, era recibido con mucho más agrado.
Sin embargo, Phillipe tenía otros problemas de magnitud superior que su desdichado hermano, y éstos eran de más difícil solución. Los pretendientes de su hija. Estos individuos parecían multiplicarse, y si bien era cierto que Phillipe poseía una destacada posición y era muy influyente, muchos de estos sujetos no lo eran menos. Dentro de los que encabezaban la lista de dolores de cabeza de Phillipe, destacaba el Duque de Armagnac.
Jean Pierre De Buoisson Duque de Armagnac, era un joven de veinticuatro años, atractivo y poseedor del exquisito refinamiento de la corte francesa. Hablaba varios idiomas, había viajado a Inglaterra, España y era asiduo visitante del Imperio Austro-Húngaro. La razón de que éste joven aun estuviese soltero, era que había estado prometido a una pariente de la Archiduquesa Ana de Austria, pero su prometida había fallecido antes de efectuarse la boda. No obstante, y a pesar de sus constantes esfuerzos por acercarse a Sophie, ella insistía en rechazarlo.
Phillipe se había mantenido al tanto de las relaciones que su hija había hecho en la corte, por lo que sabía perfectamente que no centraba su interés en ningún caballero. Esto lo había llevado a rechazar sistemáticamente todas las propuestas de matrimonio. En algunas y muy contadas ocasiones, porque generalmente Phillipe sustentaba la misma opinión que Sophie en relación a los caballeros que solicitaban su mano, interrogaba de la manera más diplomática posible a su hija, para asegurarse de que realmente no tuviese interés en el caballero en cuestión.
De ese modo llegó a su fin la segunda temporada de los Saint-Claire en París y Sophie seguía soltera, y aparentemente sin deseos de modificar esa situación.
Aquel invierno volvieron a Toulouse, y las jóvenes damas siguieron con su aprendizaje donde lo habían dejado, para consternación de Maurice.
- Phillipe, creo que no fue nada juicioso que informaras a nuestras hijas acerca del pasado de nuestra abuela -- le dijo una tarde
- ¿Por qué? -- le contestó -- Somos descendientes de Sarah Saint-Claire, descendiente a su vez de las más poderosas hechiceras de la historia y por tanto herederos de su legado, algo de lo que debemos sentirnos orgullosos. He accedido a no hacer público esto, en atención a elementales normas de supervivencia y a la palabra empeñada a nuestros abuelos, pero de ningún modo tengo el derecho a negarles lo que les corresponde por derecho sangre.
- ¿Cuánto tiempo crees que le tomaría a Louis ir en contra de ellas? -- preguntó angustiado Maurice
- ¿Y cuánto tiempo crees tú, que me tomaría a mí arrancarle la cabeza? -- preguntó a su vez con ira -- Ya no soy el niño de catorce años que vio morir a su abuela sin poder hacer nada Maurice. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, y Louis lo sabe, así como sabe que esto -- dijo extrayendo la fina hoja de acero que siempre llevaba en el interior de su chaqueta -- tiene grabado su nombre desde entonces, y que no dudaré ni un segundo en atravesarle el corazón con ella.
- ¿Y de qué nos serviría si nuestras hijas mueren? ¿De qué nos serviría si tú terminas muerto por matar a tu propio hermano? No quiero perder a nadie más Phillipe.
- Y no nos perderás, al menos no por causa de Louis. Sé que en algún momento dejaste de creer Maurice, pero yo no. Sé que los espíritus me han seguido protegiendo, porque soy hábil es verdad, pero es gracias a ellos que he podido sobrevivir a todo, a los ataques de mis enemigos, a los atentados de Louis que no han sido pocos, y a toda mi tragedia personal, nuestra abuela ha seguido velando por mí, cumpliendo de este modo la promesa que me hizo cuando era niño, y yo debía cumplir la mía.
Maurice no siguió insistiendo en el asunto, y sus hijas continuaron preparándose pero con la especial recomendación, de que si bien ellos accedían a que lo hiciesen, ellas debían prometer ser en extremo cuidadosas y no revelar a nadie su condición.
Una tarde, y en ocasión de estar realizando un complicado ritual, sucedió algo inesperado y por la naturaleza del hecho, definitivamente sobrenatural. Madeleine y Sophie estaban tomadas de las manos, recitando las palabras que correspondían a lo que hacían, cuando repentinamente todas las velas se apagaron.
- Madeleine -- susurró Sophie aferrando con más fuerza las manos de su prima
- Las fuerzas de la naturaleza desean comunicarse -- dijo Madeleine con voz pausada
- Así es -- dijo una tercera voz, y a continuación se encendieron de nuevo las velas
De haberse tratado de otras personas, es decir, personas comunes y sin ninguna vinculación con estas prácticas, es probable que hubiesen sufrido un colapso nervioso, pero éstas chicas estaban hechas de otro material, aunque no por eso dejaron de sorprenderse porque era algo que no esperaban. Y en el caso de Sophie, tenía un motivo particular para ello.
En cuanto las velas volvieron a encenderse, vieron la figura de una mujer que se aproximaba, pero cuando estuvo lo bastante cerca, Sophie ahogó una exclamación, mientras que Madeleine solo se limitó a abrir un poco más de lo normal sus ojos. La razón para ello, era que la mujer que estaban viendo era una copia fiel y exacta de Sophie.
- ¿Abuela? -- aventuraron ellas, aunque les cabían pocas dudas acerca de su identidad, y la mujer sonrió
Las pinturas de Sarah que había en la casa, y la que Sophie recordaba que tenía su padre en Inglaterra, ciertamente mostraban el parecido, pero sin duda habían sido realizadas cuando ella estaba en una edad algo más avanzada. Por lo que la exactitud de los rasgos, las tomó por sorpresa.
- Se me ha concedido la gracia de comunicarme con ustedes, en atención al vínculo que nos une, al poder de nuestra sangre y a la importancia del mensaje que debo darles -- dijo ella -- Ambas son depositarias de nuestras antiguas enseñanzas -- y luego miró a la mayor -- Madeleine, con el nombre que nos dan nuestros padres, viene también parte de la esencia de los que lo han llevado con anterioridad, y el tuyo se corresponde con el de una de las grandes de nuestra casta. Eres fuerte, poderosa, prudente e intuitiva. Llevarás sobre tus hombros el peso de los años, y tendrás el poder de ayudar a muchos, pero en tu afán por hacerlo cometerás algunos errores, no seas muy dura contigo misma y ten la capacidad para perdonarte y continuar, y recuerda siempre lo que sabes bien, todo sucede por alguna razón -- hizo una pausa y miró a Sophie -- Sophie*, tu nombre está vinculado al conocimiento. Cometemos el error de llamar sabios a aquellos que exhiben conocimientos acerca de muchas cosas, pero no es sabio quien mucho sabe, sino aquel que sabe cómo aplicar de forma práctica lo que sabe. Quizá no conozcas todas las respuestas, pero mientras te plantees las preguntas adecuadas, estarás en el camino correcto. También eres fuerte y poderosa, pero has heredado la imprudencia que ha caracterizado a muchos portadores de tu misma sangre, eres impulsiva y volátil, lo que puede llevarte al desastre -- después de una pausa, volvió a mirar a Madeleine -- Por duro que te parezca, no naciste para ser madre de los hijos de tus entrañas, pero ese instinto maternal con el que has sido dotada, podrás derramarlo sobre otros herederos de tu sangre. Debes prepararte para las duras pruebas que tendrás que enfrentar, en las que tu amor y tu comprensión jugaran un papel importante -- miró a Sophie de nuevo -- Hay tres hombres en tu destino, y aunque los tres te amarán, tu corazón te traicionará y ninguno de ellos podrá hacerte feliz en esta vida. Te enfrentas a un oscuro porvenir de odio, rencor, celos, venganza y muerte, unas manos manchadas con tu sangre, y un vínculo eterno sellado por una maldición -- y luego las miró a ambas -- Debemos aprender a aceptar aquello que no podemos modificar, pero no olviden que nuestras decisiones determinan si no el fin, sí la forma de recorrer el camino -- después de una larguísima pausa, agregó -- Louis selló su destino al manchar sus manos con sangre inocente, y será la suya, el precio a pagar como consecuencia inevitable de sus actos. Maurice es un gran hombre, pero decidió ignorar sus raíces, pero lo que ha de suceder sucederá de un modo u otro, por lo que tendrá que volver una y otra vez hasta aprender la lección. Phillipe es un espíritu bueno, que se ha visto obligado a hacer cosas malas, pero honró su juramento por lo que tengo un mensaje para él. Por su amor y su inquebrantable fe en nuestras antiguas creencias, su sangre será perpetuada aunque no en la forma tradicional -- después de esto miró a las jóvenes con un infinito amor en sus ojos, y una tierna sonrisa en sus labios -- Debo marcharme, mi misión está concluida, ahora es el turno de ustedes de cumplir con la suya y vivir la vida para la que han sido destinadas.
Mientras decía las últimas palabras su imagen se fue desvaneciendo, hasta desaparecer. Durante varios minutos, todo lo dicho por Sarah quedó flotando en sus mentes, y cuando consiguió ubicación en ellas, Sophie entró en pánico. Le llevó mucho tiempo a Madeleine tranquilizarla, pero le llevaría mucho más, encontrar una forma de sortear todo aquello, pero se juró a sí misma encontrarla, porque si bien había entendido bien todo cuanto había dicho Sarah, y le había quedado claro que lo que debía suceder sucedería, no estaba dispuesta a perder a Sophie, y tenía que encontrar la forma de evitarlo.
Lejos estaban de saber que ya los acontecimientos estaban en marcha, y que como dijo Sarah, si bien podíamos modificar la forma de recorrer el camino, nunca podríamos evitar llegar al final predestinado.
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