Cap. 18 Los Unos y los Otros…
El viaje de Kendall y Dylan se había iniciado en España, visita que Kendall no disfrutó de manera especial, porque si bien había disfrutado de la parte turística como tal, las relaciones con los españoles no le resultaron muy gratas, entre otras cosas la barrera del idioma le afectó mucho, ya que el español no era uno de los que se le hubiese dado con mucha facilidad.
De allí pasaron a Portugal donde estuvieron un muy breve lapso de tiempo. Visitaron a algunos compatriotas conocidos, asistieron a un par de reuniones, y no mucho más.
Dejaron Portugal con rumbo a Italia, y la estadía en ese país la disfrutó mucho más. La corte italiana se le antojó muy divertida y alegre, y mucho menos estirada que la inglesa. También el arte italiano captó su atención, estaban en plena época del Renacimiento Italiano, de modo que pasó muchas horas admirándolo. En conjunto, y a pesar de que Italia formaba parte del Imperio Español, le resultó un lugar no solo interesante, sino cálido y muy entretenido.
Para cuando llegaron a Italia, Kendall también parecía haber recuperado su afición a las mujeres hermosas, de modo que tuvo varias relaciones con distinguidas, y no tan distinguidas damas de la sociedad italiana, y su proverbial habilidad para desenvolverse en la corte, le procuró el inmediato favor de los miembros de la misma.
En cuanto llegaron a Italia, Dylan reanudó una vieja, tormentosa y controversial relación con Emiliana Franceschi, Condesa de Montebello. Dylan no se había caracterizado por relaciones duraderas en el tiempo, tanto porque no le interesaba, como porque no se quedaba mucho tiempo en ninguna parte. Sin embargo, en su primera visita a Italia, había conocido a Luciano Franceschi, quien a pesar de la oposición de Joseph que lo acompañaba en aquel viaje, y había manifestado su opinión en el sentido de que aquel joven tenía algo que no le agradaba, se volvió el compañero de fiestas y aventura de Dylan, y al poco tiempo éste lo había invitado a una reunión que ofrecía su cuñado, el Conde de Montebello.
El señor Conde le había parecido un individuo apático, poco conversador, y con un sentido del humor lamentable, mientras que a su joven esposa la había encontrado muy de su agrado. Entablaron una animada charla, y solo le tomó veinticuatro horas a la Condesa, meter en su cama al jovencito inglés, por lo que ella se había felicitado muy inmerecidamente, ya que no tenía idea que Dylan había jugado sus mejores cartas para llegar hasta allí. Hay que decir en favor de Dylan, que había aprendido bien las lecciones que había recibido en Francia, y a esas alturas ninguna mujer sobre la que pusiera sus ojos, tenía muchas posibilidades de escapar aun sin conocer su nombre. No obstante, ambos estaban bastante equivocados con respecto al otro, aunque tardaría mucho en darse cuenta de ello.
Luciano al ver el interés de Dylan en su hermana, se había creído en la obligación de advertirlo.
- Hay mujeres con las que hay que tener cuidado Dylan -- le había dicho -- Y Emiliana es una de esas. Es capaz de sacarte el corazón, pisotearlo, y luego echarte de su vida sin ningún remordimiento.
El asunto es que parecía haber resultado exactamente lo contrario, porque fue Dylan quien la dejó y la recogió tantas veces como se le dio la gana. Dejaba el país sin avisar, y nunca le escribía ni una línea mientras estaba de viaje, pero cada vez que regresaba, ella seguía dispuesta a recibirlo.
En esta ocasión Emiliana había tenido la muy poco afortunada idea de darle celos con Kendall, de modo que conociendo a su amigo, y lo vulnerable que podía resultar en aquel momento, Dylan puso fin a la situación de manera abrupta y muy poco delicada.
Esto había sucedido durante una velada musical, en la que Emiliana había tenido el poco juicio de cuestionar la fidelidad de los hombres en contraposición con la supuesta devoción y fidelidad femenina.
- Mi estimada Condesa -- había dicho Dylan -- negar el hecho cierto de que hemos sido dotados de muy escasa fidelidad, equivaldría a negar que el sol nace y se pone a diario. Pero no es menos cierto que hay damas cuya honorabilidad es tan ligera, que en su afán por disfrutar aquello que les está moralmente prohibido, pierden aquello que en realidad desean
Kendall había abierto desmesuradamente los ojos al escuchar a Dylan, porque en principio aquella era una conversación que distaba mucho de ser considerada apropiada para ser mantenida en presencia de una dama, y el comentario en sí mismo, era casi insultante. Pero se vio obligado a aceptar que las cosas allí eran algo diferentes, porque lo dicho por Dylan tuvo una acogida más que aceptable y fue celebrado por la mayoría de los presentes.
Mucho más tarde aquel día, cuando Dylan entró a la habitación de Emiliana y ella corrió a sus brazos, fue rechazada con la mayor frialdad.
- ¿Qué sucede? -- preguntó ella
- Solo vine a advertirte una cosa, puedes meter en tu cama a todos los hombres del reino si se te antoja, no es mi asunto y ciertamente no me importa. Pero si mueves un solo dedo para acercarte a Lord Arlingthon, no tendrás tiempo suficiente para arrepentirte.
Dicho esto abandonó la habitación dejando a Emiliana en un estado de suprema frustración. Y para empeorar las cosas, durante el resto del tiempo que pasaron en Italia, Dylan no volvió a frecuentar sus aposentos, se dedicó a otras aventuras, e ignoró todas sus notas. Despertando de este modo los celos, la ira y el deseo de venganza de esta mujer, y no estaba al cabo de saber lo muy peligroso que eso podía llegar a ser.
La llegada de Phillipe a Francia, había representado una enorme alegría para su familia en general, Sophie no podía ser más feliz y él mismo había recuperado de manera notable su talante jovial.
Cuando llegó, tuvo el buen juicio de no hacer ninguna aparición pública hasta que se efectuó el Baile de Máscaras, donde presentó sus respetos y su agradecimiento al Rey. Esa fue la primera oportunidad que tuvo Sophie de ver a su padre en acción, y no podía estar más sorprendida.
La prensa de entonces, no era tal y cómo la conocemos ahora, por supuesto. Eran una suerte de Hojas de Noticias, de distinto tamaño y formato, que se publicaban de forma ocasional, de ahí que recibieran el nombre de "Ocasionales", y reseñaban algún acontecimiento de importancia. Otra forma de prensa fueron las "Relaciones", éstas se publicaban de forma semestral que coincidían con las dos ferias de libreros que se efectuaban en Frankfort, y reseñaban los hechos más importantes ocurridos en Europa en el período que había entre las dos ferias.
Pero en el siglo XVI aunque siguen publicándose los Ocasionales y Relaciones, aparece un nuevo tipo de publicación los "Canards". El contenido de estas publicaciones era más popular, trataban asuntos relacionados con monstruos, milagros y temas sensacionalistas.
De manera que los Canards de aquella época, se dieron banquete con la llegada de Phillipe a suelo francés. Si habían escrito mucho el día de la presentación de Sophie, ahora prácticamente todos estaban dedicados al regreso de su padre. Y a partir de ese día, para regocijo de Maurice, cada publicación se la disputaban padre e hija, y Madeleine adquirió la costumbre de medir cuál de los dos ocupaba más espacio en ellas.
Al día siguiente de la primera aparición pública de Phillipe, y antes incluso de que él regresase de su paseo matutino, ya la bandeja de su escritorio estaba a rebosar de invitaciones. De modo que todo el resto de aquella temporada, los Saint-Claire estuvieron sumamente ocupados.
Sophie pronto advirtió el enorme interés que despertaba Phillipe en la población femenina, y aunque no le hacía mucha gracia el asunto, se cuidó muy bien de expresar su opinión al respecto, porque entre otras cosas pensaba que su padre tenía derecho a un poco de diversión después tanto sufrimiento.
Phillipe había sido adecuadamente informado de la desagradable visita de su hermano Louis, y no es de extrañar que montase en cólera. Maurice tuvo que emplear todo su ingenio y poder de convicción, para evitar que fuese a buscarlo y según sus propias palabras: "sacarle el corazón con una cucharilla, al muy bastardo". Sin embargo, habría sido mucho esperar que no se lo encontrara en alguna de las innumerables reuniones a las que asistió.
Casi al final de la temporada, todos asistieron a una reunión en casa de la Duquesa de Beauchamps, y en cuanto fue anunciada la llegada del Cardenal Saint-Claire, Maurice se tensó y sintió la temblorosa mano de Marie en su brazo. Jacques se había quedado a mitad de una frase, y se había excusado con sus interlocutores caminando apresuradamente hacia donde se encontraban sus suegros. Contra todas las normas sociales, Sophie se había disculpado con su pareja de baile, y había buscado con la mirada a su padre y corrido hacia él. Mientras que Phillipe había seguido hablando con las damas a las que entretenía en ese momento, sin prestar ni la más mínima atención al anuncio que acababa de hacerse.
Tan delicadamente como les fue posible, todos los miembros de la familia se habían reunido alrededor de Phillipe.
- Tiene usted una hija muy hermosa Phillipe -- dijo una de las damas en cuanto Sophie se acercó
- Aunque me esté muy mal el decirlo, debo reconocer que soy un padre excepcionalmente orgulloso -- dijo él tomando la mano de su hija
Un rato después, el grupo se había dispersado y Phillipe perdió su alegre sonrisa cuando fijó sus ojos sobre Louis que se acercaba.
- Phillipe por favor -- susurró Maurice con urgencia -- no te conviene hacer un escándalo.
- Eso lo sé yo mejor que tú -- dijo Phillipe sin dejar de ver a Louis que cada vez estaba más cerca
Maurice y Jacques, así como Marie y en cierta forma Sophie, tenían expresión de preocupación, pero Madeleine tenía casi una sonrisa en los labios.
- Buenas noches -- saludó Louis
- Lo fueron hasta hace un momento -- dijo Phillipe -- sin embargo, no permitiré que algo tan intrascendente como tu muy insignificante presencia, nos la arruine
- Estamos en Francia Phillipe -- dijo Louis -- en este país, nuestro país -- acentuó -- notarás que mi presencia no es precisamente insignificante -- y Phillipe rió de forma desagradable
- Sí, he tenido oportunidad de ver algunas caricaturas muy interesantes, y que sin duda te hacen la mayor de las justicias.
- No es digno de un caballero prestar atención a esa clase de vulgares panfletos -- dijo Louis con la furia brillando en sus ojos
- A decir verdad, encuentro mucho más indigno observar un comportamiento que dé lugar a hacerte el protagonista de los mismos
Marie tenía los ojos cerrados y estaba en muda súplica para que no se desatara un escándalo. Maurice y Jacques miraban alternativamente a ambos hombres, pero Maurice vigilaba con mayor atención a su hermano menor, porque conocía de primera mano la volatilidad del mismo. La sonrisa de Madeleine se había acentuado y tenía deseos de ponerse a aplaudir a su tío Phillipe, mientras que Sophie se había tranquilizado al notar que si bien era obvio que Louis estaba colérico, Phillipe conservaba una fría calma que lo hacía dueño de la situación.
Sin embargo, Louis aparte de un desgraciado de oficio, también era un avezado cortesano, de modo que esbozó una fría sonrisa.
- Tú también has ocupado mucho espacio en los Canards de la temporada -- le dijo -- Solo espero que si estás pensado en buscar esposa, algo que entendería ya que todavía eres joven y aun puedes tener un heredero adecuado, tengas más juicio y no escojas a una que resulte tan casquivana como la anterior.
Ahora fue Sophie la que se tensó, sus mejillas se colorearon y sus ojos brillaron en forma peligrosa. Mientras que Maurice y Jacques que habían estado vigilando atentamente a Phillipe para evitar que hiciera un disparate, en ese momento eran ellos los que tenían deseos de romperle la cara al infeliz. Pero quedó demostrado que sin duda alguna, Phillipe tenía mucho más talento que ellos para estas cosas.
- Mi gusto en mujeres es solo mío, pero en cualquier caso y aunque me mostrase inclinado a escuchar consejos que no necesito en ese aspecto, difícilmente podría tener en cuenta los de un hombre que dadas sus vestiduras, debería carecer del adecuado conocimiento en materia de mujeres.
- Mis vestiduras no me impiden estar al tanto de las virtudes que debe observar una buena esposa -- dijo con una sonrisa maligna -- y de hecho podría sugerir algunos nombres dignos de tener en cuenta a la hora de elegir esposa.
- ¿De veras? Muero por saber quiénes son esas damas, porque si son esas cuya moral es tan amplia, que les permite compartir su cama con individuos como tú, creo que prefiero seguir soltero, ya que encuentro a esas criaturas mucho menos dignas que aquellas venden su amor al mejor postor
Louis puso la peor de las caras, y fue obvio para todos que tenía verdaderos deseos de estrangular a su hermano. No obstante hizo el mayor de los esfuerzos, porque tenía un objetivo y por motivos estrictamente personales tenía mucho interés en alcanzarlo.
- Tengo entendido que has rechazado en dos oportunidades la invitación del Duque de Armagnac -- dijo cambiando de tema hacia lo que le interesaba -- ¿Puedo saber si hay alguna razón para ello?
- No es asunto tuyo a quién decido dedicar mi tiempo, y a quién no.
- Es un importante y muy influyente miembro de la corte, de manera que…
- Sé perfectamente quién es, y eso no modifica en nada mis deseos de aceptar sus invitaciones.
- Cometes un error, como siempre -- dijo Louis -- él está muy interesado en conversar contigo, ya que le complacería mucho que el futuro Duque, desposara a tu hija, lo cual… -- pero calló repentinamente al ver los ojos de su hermano, sin embargo, la voz de Phillipe aunque helada, seguía conservando el mismo tono sereno
- Te diré esto una sola vez, cretino. "Mi Hija", no será obligada a un matrimonio que no desee, y en ningún caso tú interferirás en ningún sentido, y es mejor para tu salud que lo recuerdes señor Cardenal, porque en primer lugar, si intentas cualquier maniobra para involucrarme en un compromiso, te haré la vida miserable por el resto de tus días, suponiendo que vivas para sufrirlo. Y en segundo, si tienes la esperanza de que alguien me mate, no tendrás más oportunidad de hacerte con el control sobre la vida de mi hija ni sobre mis bienes, de la que tienes ahora, ya que sabiendo la clase de desgraciado que eres, me aseguré de inhabilitarte de por vida. De modo que aunque tuvieses la satisfacción de verme muerto, ni siquiera podrás acercarte a ella sin arriesgarte a terminar con tus huesos en La Bastilla o en la Torre de Londres, puedes escoger.
La expresión de Louis en un principio fue de incredulidad, pero conocía lo suficiente a Phillipe y sabía que era un loco peligroso, de modo que no le quedó duda de que en verdad había hecho lo que decía. De manera que de la incredulidad inicial, paso al odio manifiesto.
- Te pudrirás en el infierno Phillipe Saint-Claire -- siseó con ira
- Descuida, si llego antes que tú te estaré esperando, porque sin lugar a dudas tú tienes tu espacio reservado allí desde mucho antes que yo -- dijo con indiferencia mientras se llevaba la copa a los labios
Louis los miró a todos, que a su vez lo miraban con distintos niveles de satisfacción, pero no dijo nada más y les dio la espalda, pero Phillipe era sumamente vengativo.
- Por cierto Louis -- dijo y él volvió la cabeza -- Dale mis saludos a la señora DeBussy el martes próximo. Aunque te sugeriría ser más discreto con tus piadosas visitas a esa dama, podrían hacer que sus respectivas reputaciones se viesen seriamente puestas en entredicho si las personas equivocadas notan su frecuencia y exactitud -- dijo con una sonrisa decididamente criminal
Louis abrió los ojos en forma desmesurada, pero enseguida se giró y siguió su camino, aunque mientras lo hacía, se preguntó cómo era posible que Phillipe llevase solo algo más de dos meses en París y ya estuviese al tanto de aquello. Lo que lo hizo preguntarse qué más sabía su molesto hermano menor, que no debiese saber.
Maurice por su parte se hacía una pregunta similar, sólo que la respuesta él la tuvo en forma automática. Phillipe podía haber estado exiliado y lejos de su patria, pero eso no significaba que hubiese roto sus muchas y muy poderosas relaciones.
Poco antes de finalizar la temporada social, Sophie y Madeleine llegaban una tarde de tomar el té en casa de unos amigos ingleses, a la que habían tenido que ir ellas aunque la invitación la había recibido Phillipe, porque éste les había dicho que estaría ocupado. Y Madeleine había estado molestando a Sophie todo el camino de vuelta, diciendo que la ocupación de Phillipe, probablemente compartía la misma costurera con ellas, porque a Madeleine le hacía mucha gracia la cara que ponía Sophie cuando alguien mencionaba el atractivo de Phillipe, y ciertamente las damas francesas parecían no tener ningún recato para decir aquello delante de Sophie.
- No creo que mi padre dejase de lado un compromiso adquirido con anterioridad, si no fuese por algo verdaderamente importante.
- Pues la verdad… -- pero se interrumpió cuando escucharon voces airadas
Las chicas se miraron con preocupación cuando identificaron las voces de sus padres, de modo que con sigilo se acercaron al estudio.
- ¡No quiero volver a hablar de esto Maurice! -- decía Phillipe en aquel momento
- Phillipe -- dijo el otro en tono conciliador -- Has regresado a Francia, y asumo que no tienes muchos deseos de correr a Inglaterra de nuevo. De modo que lo lógico, es que ocupes tu casa de nuevo, y ésta es tu casa.
- Y una muy grande en mi opinión -- dijo Phillipe -- ¿O es que te parece que estaremos muy apretados?
- Phillipe sé razonable
- ¡He dicho que no! -- exclamó él -- No se me da la gana que te vayas solo porque yo estoy de vuelta, cualquiera diría que mi presencia te molesta
Sophie miró con consternación a Madeleine, y se sorprendió mucho al ver a su prima sonreír. Iba a preguntarle qué le encontraba de gracioso a la situación, cuando ella se llevó un dedo a los labios indicándole silencio.
- ¿Cómo puedes decir eso? -- preguntó Maurice alarmado
- Y yo que pensé que te daría gusto mi regreso, pero al parecer te acostumbraste a vivir sin mí, y supongo que no puedo imponerte mi presencia -- dijo Phillipe con voz dolida
Hubo unos momentos de silencio en los que Maurice estaba sintiéndose miserable por hacer que su hermano se sintiese a su vez de aquel modo.
- Phillipe, no tienes idea de lo feliz que me hace tu regreso y lo mucho que te eché de menos durante todos estos años.
- Claro -- dijo el otro, y fue perfectamente audible el suspiro resignado de Maurice
- De acuerdo, no iré a ningún lado
- ¿De veras?
- Te doy mi palabra -- y escucharon a Phillipe reír
- Perfecto, porque ahora tenemos que planear lo que haremos en el invierno.
- ¡Phillipe!
Madeleine arrastró a Sophie lejos de allí y soltó la carcajada.
- Madeleine no entiendo…
- Eso es porque no conoces a tu padre como debes, y creo que papá olvidó cómo era el tío Phillipe
- ¿De qué hablas? -- preguntó Sophie confundida
- Que tu padre querida prima, es un desvergonzado manipulador que siempre se sale con la suya como un niño malcriado -- dijo Madeleine entre risas -- Hizo que papá se sintiera miserable, porque él no quería que se fuera y como no podía conseguirlo por la fuerza, empleó otro método más efectivo
Sophie aún no entendía muy bien el razonamiento de su prima, y eso era porque ella había conocido a su padre en otro contexto. De modo que no podía verlo como lo que en realidad era. Phillipe Saint-Claire había sido el niño mimado no solo de su familia, sino de la corte francesa, y con los acontecimientos venideros, quedaría demostrado que a pesar de los años de ausencia, lo seguía siendo.
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