El Día en que se Detuvo el Tiempo
Era un día de sol brillante. Tan solo unas pocas nubes blancas recorrían a mediana velocidad el cielo que nos rodeaba, no alcanzando a tapar el sol y permitiendo que este mantuviese en el ambiente una agradable temperatura.
Nos encontrábamos al borde de un pequeño arroyo en el que los chicos jugaban nadando contra la corriente, que si bien era inofensiva, producía algunos pocos remolinos que le daban vida al espejo de agua.
A media distancia se observaba el reloj de la iglesia, que marcaba exactamente las 17.00 horas y Don Jorge, el del extraño y caprichoso bigote, sacó en ese momento su reloj de bolsillo para verificar la exactitud de la hora.
Un grupo de muchachos jugaba al football en un espacio abierto, y se estaba produciendo una jugada brillante. Un adversario ejecutando un tiro libre, estaba a punto de clavar la pelota en el ángulo superior izquierdo del arco, de no haber sido por un extraordinario vuelo del arquero que lanzado al aire como una flecha, contenía la pelota justo antes de que esta llegara a su destino.
Y fue en ese preciso instante en que se detuvo el tiempo.
Las agujas del reloj de la iglesia dejaron de moverse. Quedaron absolutamente clavadas. Aún resuena en mis oídos la cuarta campanada. No la quinta. Todo se detuvo en la cuarta.
El arquero quedó suspendido en el aire con la pelota entre sus manos, y desafiando a la fuerza de gravedad, se mantenía inmóvil en el aire.
Su sombra quedó igualmente inmóvil, reflejada en la tierra.
El agua del arroyo se había detenido por completo. No había corriente, y los chicos permanecían inmóviles en el mismo.
Don Jorge permanecía como una estatua observando su reloj, que ya no emitía tic-tac alguno, mirando la hora, sin respirar, sin parpadear.
Las nubes no se movían. Los árboles, levemente inclinados hacia un lado daban fe de una suave brisa, que de hecho ya no corría.
El sol no se desplazaba, la tierra no giraba, y los planetas estaban fijos, también de habían detenido.
El tiempo se había detenido para siempre. Era el fin de un momento, del instante. Era un paso hacia lo eterno. Era el día en el que se emitiría el juicio final.
El gran momento de la verdad había llegado. El que todos en algún momento, de algún modo esperamos.
La situación y la imagen reflejaban vida, sólo que esta estaba claramente detenida y palpitante al mismo tiempo.
Y llegó el esperado fallo.
La fotografía había ganado finalmente el concurso.
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