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Elián acaba de llegar de su casa de veraneo. Como siempre ha sucedido, concurre a retirar el dinero de su jubilación, se va a dormir a su casa en Santiago y al día siguiente, partirá a la costa. Viene cansado, pero sin deseos de dormir. Por lo tanto, decide ver algún programa de televisión, mientras se prepara un té con limón. Nada le entusiasma, piensa que es el cansancio el que está confabulando con su poder de concentración.

Por lo tanto, apaga el receptor, se bebe de un sorbo su té y sube despaciosamente los escalones que lo conducirán a su dormitorio. Ya es tarde y es mejor que intente dormir. Mañana, se levantará un poco más tarde que de costumbre y luego partirá al terminal de buses para embarcarse en uno que lo conduzca a esas playas sin tanta muchedumbre que tanto le gustan.

Magda tomó la pala y comenzó a hender la tierra. Poco después, Elián se hizo del chuzo y cavó aún más hondo. No hay lágrimas en los ojos de nadie, sólo la madre, que aún permanece en su lecho, adolorida y quejumbrosa.

Ya tendido en su cama, el hombre intenta dormir, pero diversos pensamientos se arremolinan en su cabeza. El cansancio y un poco de nerviosismo que no sabe atribuirlo a nada en especial, lo obligan a cambiar una y otra vez de posición. Pero, el sueño no llega y su corazón comienza a latir con una prisa desacostumbrada. Se sienta bruscamente en su lecho, enciende la luz y contempla la soledad de su enorme dormitorio. Piensa en su mujer, allá en la costa esperando su regreso. La echa de menos, claro que sí, por lo que decide levantarse un poco más temprano para acelerar su regreso junto a Magda, su querida esposa.

Elián ha recibido el cuerpo y sin miramiento alguno, lo acomoda en la fosa. Es tarde y todos los vecinos duermen. Nadie ha visto nada. Mira a Magda a los ojos y ella, parpadea y esquiva su mirada.

Ha transcurrido una hora y Elián aún no puede conciliar el sueño. Trata de imaginar que ya está durmiendo al lado de su mujer, mientras la suave brisa marina se cuela por la ventana. Es tanta la sugestión que hasta huele el aroma a mar. Comienza a entregarse a una especie de ensoñación tan vívida y reconfortante, casi hipnótica. La puerta del dormitorio, se cierra con violencia, sobresaltando a Elián. Se levanta con brusquedad y se pone en guardia. Su espíritu pragmático le indica que puede ser un ladrón, un gato, un ventarrón, o su simple imaginación. Se asoma a la puerta de su dormitorio y atisba la penumbra, los escalones relumbran con lúgubre reflejo a la luz de la ampolleta. Vuelve a su cama, insomne y nervioso.

No hubo flores, ni responso, ni siquiera un adiós. No podía haberlo. O no se atrevieron, transitando ambos la pecaminosa senda que ya no les ofrecía retorno. Magda, reflexiva y con un sentimiento de nostalgia en su alma, corrió a lavarse sus manos, tal si esa fuese una pilatunada más. Elián, se empinó una botella de cerveza, pero no logró aquietar su espíritu.

Recién ha cerrado sus ojos Elián, cuando un susurro parece pronunciarle algo en su oído. Se asemeja demasiado al hálito proveniente de la ventana entrecerrada, por lo que el hombre se revuelca en su lecho y trata de concentrarse en el sueño, ese que no parece querer habitarlo en esta noche febril. Es la ensoñación, el estado en que comienza la transición entre la vigilia y el sueño. Se confunde el suave sonido de la brisa estival, con el silbido imperceptible que pregona la llegada triunfal del sueño. Pero, ese susurro, tan suave como la brisa aunque reiterado, despierta con brusquedad a Elián, quien lanza un juramento, enciende la luz de la lámpara y revisa cada recodo de su habitación.

El día siguiente, es domingo y Elián, Magda y Brunilda, la hija, se dirigieron a misa. Era absolutamente necesario que lo hicieran para sellar este episodio. Si bien, no frecuentaban la iglesia, acudían cuando era necesario. Y esta vez, se impregnaron del mensaje del sacerdote, entonando con fervor cada oración y siendo parte activa del rito. Esto les permitió limpiar su espíritu, pero, ellos sabían muy bien que hay pecados que nada ni nadie puede borrar.

Elián se da vueltas en su lecho tratando de conciliar el sueño, trata de relajarse, pero nada resulta. Piensa en lo acontecido aquel día, su visita al banco para retirar su dinero, la compra de mercadería para llevársela a su casa de veraneo, hace un recuento de cada cosa que compró, carne, conservas, baterías, … El repentino tirón que siente en ambas piernas, tal si alguien se las hubiese asido y tironeado con energía, le hace lanzar una grosería. Enciende una vez más la luz de su lámpara y se pone de pie de un salto. No cabe la menor duda que alguien le está jugando una trastada. Agarra un madero que siempre guarda bajo la cama y con él en ristre examina una vez más su habitación, baja con cautela los escalones y llega al piso bajo. Nada sucede, ya que todo está en orden. ¿Qué está sucediendo? Sacude su cabeza, debe estar sugestionado por este insomnio rebelde que lo tiene con los nervios de punta.

y Brunilda se amaban, pero él era un tarambana. Elián nunca lo soportó y Magda, si bien miraba con simpatía este romance, no podía menos que alinearse con su esposo. Todo se desarrolló con esa tirantez paterna y el lúdico romance de los jóvenes. Pero, una noche, Magda le confesó a su madre que Carlos ya no volvería, porque le había dicho que en realidad lo de ellos había sido un juego. Ella, llorando a mares, no pudo evitar contarle a su madre que esperaba un bebé.

Elián, se arroja a la cama por enésima vez. Su cansancio, añadido al nerviosismo que lo embarga, le impide cerrar sus ojos. Por lo tanto, no puede evitar distinguir una sombra que se desplaza alrededor suyo y una nítida voz que repite: ¡Dignidad! ¡Dignidad!
Es demasiado. Baja corriendo las escaleras, sale a la calle y corre como un demente en la soledad de la madrugada hasta que llega a la iglesia. Le atiende el sacerdote y como le conoce, accede a hacerle pasar.

Confesado todo, al día siguiente, Elián indica el lugar a la policía para que desentierre el cadáver de un pequeño feto, el mismo que abortó Brunilda un año atrás y que ahora recibirá cristiana sepultura. Las vacaciones finalizan abruptamente y los esposos y su hija sienten que recién ahora comenzará su verdadera redención, aunque les cueste el castigo de la justicia y el pago merecido de un delito reclamado desde los oscuros senderos del más allá. ¿O fue la conciencia? Búsquele cada cual la explicación a este extraño hecho…















Texto agregado el 26-02-2013, y leído por 77 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-02-2013 brrrr... espeluznante amigo, espero poder dormir. Un abrazo Gui!!! cinco aullidos de ultratumba yar
26-02-2013 Tu relaro es muy bello, pero...aunque no yo nunca abortaría lucharé a muerte para que cada mujer pueda elejirlo libremente según lo que le dicte su conciencia. ELISATAB
 
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