|  El Payaso taquero Gildardo iba  en su camioneta por  el boulevard,   conducía  rápido  pero sin  sobrepasar  el límite  de velocidad  permitido,  esa  tarde  era  viernes  casi  fin del mes  de febrero,   eran  días  en que  la tristeza  subía   a la cabeza  y  se  apoltronaba  reclamando  como suya  esa  propiedad.    Pasaba  por un  sector  del camino  donde  iniciaba  una de  esas  colonias  populares  que se establecen  en  las  periferias  de las  grandes  ciudades,   a  los  lados  del  boulevard  por  el carril de baja velocidad  se  amontonaban  puestos  y más  puestos  de  comerciantes  informales  que  ofrecían  los  más  diversos  productos,  desde  comida,  artesanías, mascotas, discos, artículos de electrónica; para no seguir  nombrando   se  podría  decir  que  en esos  mercados se  conseguiría  de todo.
 Gil,  como le  decían  sus  amigos,  se dirigía  a su departamento  después de  una  jornada  de trabajo  en  la  agencia  de comercio aduanal  en  que  laboraba  desde  hacía  10  años;  había  quedado  en salir   con  una  compañera  de   trabajo  que  le  presentaría  a su  prima  recién  llegada  a  la  ciudad y que  según ella;  estaba  ansiosa  por  conocerle.
 -La gran  frontera  te  recibe-   decían   entre  bromas   cuando  hablaban  por  teléfono,  y  ese   era  el día  en que  habían  quedado  en salir   a cenar  los  cuatro:   su  amiga, el novio de ella,  la   prima  y el.
 Iba   pensativo  tratando  de  poner  orden  sus  pensamientos,  sintiendo  dentro  de  su  corazón  como  el  pesar  y  la  pena se   hacían    los  dueños  y señores,  siempre,   recrudecía   en  esas  fechas,  iniciando  en noviembre  y aunque  realmente  no  se le  quitaba  del todo,  si  sentía  un  relajamiento  durante  el verano.
 –Es   la  nostalgia  de los  días  de  navidad-  le decía Gladys  su  amiga,   pero  Gil  sabía  que  era  algo  más  que  eso;  era   algo  que  lo  perseguía  desde  que  era  un chaval,   un pecado  del pasado  que no lo dejaba  tranquilo.
 Cuando  paso  por  uno  de  los puestos  que  estaban  a la orilla de la vía,  le pareció  percibir  una  figura  rechoncha  con  una gran  peluca  en color  rojo  y  el cabello  enchinado, utilizaba   unos  enormes pantalones  verdes  abombachados, sostenidos  por  unos  tirantes  de color  marrón  que  se  cruzaban  sobre  un pecho  cubierto por  una  camisa amarilla con  enormes  botones  rojos. Con  un sobresalto en su pecho  volteo  para  enfocar  aquella silueta  que  tanto lo había  alterado , para  confirmar  que  su visión  era  en realidad  un  enorme  ‘trompo’ de carne en color  amarillento con una pina  en la parte superior, hacia  contraste con  una  pantalla verde  que  anunciaba  “Tacos,  pase  a los  ricos  tacos” .
 – cielos-  pensó,  mientras  retomaba   la  vista  sobre  el camino
 – no  puede ser  que  aun  lleve  este  remordimiento-  y  recordó  ….
 –Han pasado más de 20  años-
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 Diciembre  22 de  1993
 Eran  cuatro  chavales,  alegres,  ligeramente  bravucones  pero  eran  chavales.
 - Por  Dios!  Los  niños  son así,  a veces  pueden ser  crueles- .   Ese  era  el  argumento  con  el que  seguidamente  eran  etiquetados  aquellos  rapaces.
 Braulio, Tomas, Ángel  y Gildardo,  se  conocían desde  el primer  grado del preescolar  y  ahora  que  estaban   en  el  primero de  bachiller  hacían  de  su  amistad  un  alarde,  chanceando  a los  más  pequeños  y  bromando  a todo  aquel  que  se  cruzara  en su camino.
 Esa  tarde  habían decidido  que  pasarían  a  la plaza  del  centro,    a  un lado  de  la gran  catedral   había  una  explanada  donde  las  palomas   se  daban festines  patrocinados  por  ancianos  que  se  reunían  por  las  tardes  a  recordar  sus  tiempos  mozos, mientras lanzaban  migas  y granos   a  las  aves.
 Los  cuatro  bribones  esperaron  ansiosamente  a  que  el grupo  de  aves  se  amontonaran  a los  pies  de los  viejos  comiendo  vorazmente  el  alimento,  y  cuando  estaba el  piso  repleto de  pájaros   se  lanzaron  con  su  patinetas  haciendo  que  levantaran  el  vuelo  intempestivamente;   algunos  de los  palomos   en  su  vuelo  golpearon  a  los  viejos  tumbándoles  las  gorras  y  a  otros  los  lentes  para  el regocijo  de  los  pequeños  bandidos,  que  entre  carcajadas  se  retiraban  mientras  los  ancianos  les  recordaban  a  sus  madres  y  otras  lindeces  que solo se  aprenden  con la edad.
 Así  era  la  vida  y  el entretenimiento  de  los  cuatro,   a veces le  quitaban   los  helados  a los pequeños  que  tenían  la des fortuna  de pasar  por donde  ellos,  otras  ocasiones  le  retiraban   dinero  del  sombrero  al ciego  que  se  sentaba  a pedir  caridad  a  la salida  de la iglesia;   quizá  el  ciego  veía  más  de lo que  aparentaba  porque de vez en cuando  él  si  había logrado  darles  un par  de  buenos  bastonazos  en la cabeza   cuando  intentaban  despojarlo.
 Ya  estaba  cayendo  la noche  cuando  Braulio  les  dijo
 – tengo  hambre –
 Ángel y  Tomas  solo  gruñeron mientras  seguían acostados  en la hierba  a  un lado  del  sendero que  rodea  la  plaza.
 – Vamos  a lo del payaso    -dijo  Gil   -A   ver  si  nos  fía  unos  taquitos -
 Rascándose  la panza  con la mano derecha  mientras  la  izquierda  la mantenía  cruzada  bajo su cabeza  Braulio  le  contesto:
 -Chale!  Gil,    tu nomas  piensas  en  gorrear-  las  risas  de los  otros  dos  hicieron  que  Gil   se  sintiera  un poco ruborizado  pero  captando  enseguida  el sentido  de la ironía  les  replico:
 -No,    si  ustedes  tienen  pinta  de  ricos  -   mientras  se levantaba,  se unió  al coro de risas.
 Los tacos  del payaso  eran  así  conocidos  porque  el dueño  tenía  un trabajo de  payaso  por  las tardes,  cuando  había  tenido   evento,   llegaba  con  prisas   a abrir  el puesto  y no le  daba  tiempo   de  desmaquillarse  mientras  encendía  los carbones  y  preparaba  las  carnes,   la  gente  que  le compraba   le  esperaba  porque  él  los entretenía  haciendo  bromas  y   magias  mientras  estaba  la  carne  a punto  para   preparar los  tacos. Era  un señor  ya  un poco  mayor  que  a  veces  o  la mayoría  de las  veces  no  tenía  tanta   paciencia  con  los  niños  a   pesar  de  ser  su  público  mayoritario,   perdía   seguido  la  paciencia   especialmente  cuando  no tenía  puesto  el disfraz .
 Llegaron  los  cuatro  amigos  en  su  patinetas  y   pidieron  de  cenar,   comieron  y  se  refrescaron  con  unas  gaseosas,   mientras  le  hacían  bromas  al  payaso  que  solo se limitaba   a gruñirles  un poco  y  les  hacia  una  mueca  de sonrisa  silenciosa  cada  vez  que los  chamacos  le  hacían  una  chanza.   El  proceder  del  dueño  era  porque  tenía  otros  clientes  mayores  que  eran  buenos  clientes, de  no ser por  eso  desde  hacía  buen rato  hubiera  puesto  en su  lugar  a los  renacuajos como  se  refería  a ellos en sus pensamientos.
 -¿En que se parece un taquero  a un payaso?-   Pregunto  Gil de pronto.  Mientras  devoraban los  tacos  los  otros  contestaron:
 –No sabemos,  dinos-   Pues  en  que  son  la  misma  persona  gorda -   contesto  Gil  soltando  una  risotada  que  taladraba  la  cabeza  ya  a  punto  de  estallar  del dueño del local.
 –No, eso  no tiene  chiste -  replicaron  sus  amigos.
 –Mejor  hubieras  contado  un chiste  de gordos  esos  si le  quedan  al  payaso-   agrego  Tomas   con  otra  carcajada.
 –A  ver  payasito,  cuéntanos  un chiste-   le decían burlonamente  al taquero que  ansiosamente  atendía  a los  demás  clientes.
 Cuando los otros clientes,  pidieron la cuenta y se  fueron,   se  quedaron  solos  con  el  payaso  que  silenciosamente  se les  acerco  y  les  dijo  primero  muy  quedo
 -  Chicos! Acérquense  les  voy  a contar  algo gracioso.-    todos  se   agruparon  casi  juntando  sus  cabezas  y  entonces  el taquero  sorpresivamente les grito:
 -Ya   me  tienen hasta  la madre  cabrones!!  Páguenme  los  tacos  y  váyanse  a la  mierda!!-
 Asustados  por la inesperada  reacción   del payaso  los  cuatro  se  echaron  atrás  y  se  miraron  entre  incrédulos  y   divertidos ,   soltaron  la  risa  y  tomaron  su patinetas  yéndose  del  lugar  sin  pagar  los  tacos.
 -Páguenme  cabrones!! – gritaba  el  taquero  mientras  seguía  a  Gildardo  y sus amigos
 Velozmente  en  sus patinetas  ellos  huían y se  burlaban  del gordo payaso y  no  se  detuvieron  ni  cuando  el viejo  se llevó  las  dos  manos  a su pecho  y  cayo  de rodillas.  Con  una  mueca  de dolor  y odio  se les quedaba  viendo,  mientras  los  chamacos  risoteaban  y  bailaban haciendo  dengues a su  alrededor  .
 En  un intento  por  agarrar  a  Gildardo  el payaso  extendió  su brazo  y  por  poco lo  atrapa, pero  en cambio  perdió  el equilibrio  y pesadamente  cayo  con  la cara  al suelo mientras  un ronco  y extraño  sonido  salía  de  su  pecho.  Así  fue   el fin  del  taquero payaso.
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 Sumido  en sus cavilaciones  casi  se  pasa  de la  salida  que  debía  tomar,  haciendo  una  maniobra   un  poco  apresurada  y ganándose  a  pulso  los  cinco  melódicos bocinazos  del  automovilista  que  detrás  de el iba,     s e encamino   a  la  vía  secundaria  que  daba   al complejo de apartamentos  en la  zona  residencial del  bosque.
 Eran  ya  la  10  menos  cuarto  y  Gildardo  se  disponía  a salir  rumbo  a  la cita  de  esa  noche,  pasaría  primero  por Iván  el  novio  de  su  amiga  Gladys  y  luego  los  dos  irían  a por  ellas.   Estaba  cerrando  la  puerta  de  su  casa cuando  sonó  el teléfono  celular -  Si  bueno?,   ahhh!   Hola  que  tal  como estas? – decía  a  quien  le había  llamado -Mmmmm..    que  mal  plan!,,  de  veras   cuanto  lo siento -  continuo. –Mira   hoy  me  es  imposible  pero  mañana  temprano  paso  a  visitarlos, de verdad  cuanto lo siento  -  y se  despidió.     Con  una  actitud  de  preocupación  y  miedo  consiguió  guardar  el teléfono  mecánicamente  en  la bolsa  de  su saco sport.
 Así   ensimismado  en sus  pensamientos  llego  a  la  casa   de  Iván  y fueron  pro las  chicas.
 -¿Qué  te  pasa  Gil?  Estas  muy  callado-  le  reclamaba  su  amiga  Gladys.
 -Casi ni le  has  hecho  platica  a mi prima  y  mira  que  ella  quedo  encantada  contigo   pero  síguele  así como vas y   lo echaras  todo  a perder.-
 -Lo siento Gladys   es  solo que  acabo  de recibir  una  mala  noticia  y  me  siento  un poco mal,   pero  tienes  razón  Mayra  no se  merece   pasar  un mal  rato  por  mis  problemas.
 - Hombre  anímate  un poco  y  platícale  a  mi prima,  suéltate, recuerda que el  hecho de  que  alguien  te  escuche  tus  problemas   te  ayuda  a  resolverlos  o por  lo menos  a ver  otro  enfoque.-
 -Si  quizá  sea  así-
 -Mayra!  Ven  acá-  le  grito   Gladys   a  su prima  por  encima  del ruido  de la música  en aquella  discoteca  de moda.
 -Atiende  a  este  muchacho  que  necesita  terapia, -   dijo  riendo y  agrego-  mira  gil  por  si no lo sabes  o  no te  lo ha  comentado  mi   prima  aquí  presente  es  licenciada  en psicología   así  que  si tienes  uno  que  otro  tornillo  flojo   ella  te  lo puede  apretar -   entre  risas  se  alejó  dejándolos  solos.
 -A  que  mi  prima  tan bromista-  dijo  Mayra.
 -Si,  en  efecto  así  es,  y  así  ha  sido  desde  que la  conocí-
 -¿hace  cuánto  que se  conocen?-
 -cuando  yo entre  a trabajar  hace  diez  años  ella  ya  trabajaba   ahí  pero  realmente  comenzamos  a  relacionarnos  casi después  de  2  años  lo  cual  si  las  matemáticas  no me  fallan  sucedió   hace  8  anos.  -  Gilberto  tomo  un sorbo  d ela  botella de  cerveza  que  sostenía   en esos  momentos.
 -Oh!   Perdona  ¿te  puedo   invitar  otra  margarita?-
 -Gracias  por  ahora  está  bien  así-
 - Oye  Mayra  y  es  verdad  eso  que  dice  Gladys  de  que  eres  Doctora?-
 -jajajajaja   no  que  va   no  es  una  carrera  de  medicina  estudie  psicología  aplicada  a las  relaciones  industriales,  aunque  la  psicología  humana  cubre  y  aplica   para  casi  todos  los  ámbitos.
 - Entonces ¿tú  me  puedes  orientar  en algo?
 -  Mira  aunque  técnicamente  si  puedo,  el  hecho de   estemos  sosteniendo  una  plática  social e  informal  me   limita  un poco  a  darte  un diagnóstico,  pero  te  puedo  recomendar  con  un muy  buen  amigo  mío.
 -Ehh!   no,  está  bien  no  te  preocupes  estaré  bien,  no es  nada,   digo no  es tampoco  que  este  así  como  para  que me  aten  o  me  encierren  en una  celda  acolchada jejejeje   -  rio  por  lo bajo Gildardo
 -Mira cuéntame que te  ocurre  sin  que  sea  una  plática  profesional  quizá  te  pueda  ayudar-
 -Es  solo  algo  que  paso  hace  mucho  tiempo  y  aun   me  causa  problemas,   hay veces  que no  puedo  dormir,  y  cuando  logro  conciliar  el sueño,  me  despierto  con pesadillas-  Gildardo  hizo  una  señal  a  un mesero  que pasaba  cerca   y ordeno  otra  ronda  de  bebidas  y  envió  otras   a la mesa  en que  estaba  Gladys  y  su novio  besándose  y pasándola  bien.
 -Si  es  tu deseo  puedes  contarme -  le dijo  Mayra  con  suave  voz, mientras  le  tomaba  la mano,  cubriéndola  con la  suya; pequeña  y  blanca de recatado   manicure con  solo  aplicación  de barniz  transparente.
 -Quizá  en  otra  ocasión – soltó Gildardo  mientras  continuaba  tomándola  de la mano  y  llevo  a sus  labios  esa  suave  y  perfumada piel  dándole  un pequeño  y seco  beso  mientras  le decía
 – Hoy  quisiera  que  nos  divirtiéramos  juntos,  gracias  por  venir  y  estar  aquí  conmigo,  ¿Sabes?  No  he  tenido  oportunidad  de  decirte  que  eres  muy   bella.-  ella  solo sonrió  coquetamente  y con  la  mano suelta se acomodó  el cabello detrás  de la oreja,  era  una  manía  que  siempre  le  daba  cuando  estaba  nerviosa.
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