No miento frente a un peligro orgánico,
la posibilidad de oxidarme ante tu indulgencia es real,
y a pesar de la alerta voy a precipitarme sin dilación,
¡ceder pues!... y no escapar de tu esencia pálida.

(La belleza puede aniquilar al más sabio…)

Pensaste que seguiría tu huella,
que investigaría tu casualidad,
adular secretamente la imagen de tu respiración…
a la distancia.
Pero no fue así,
retrocedí con gesto precavido,
porque no detendré este choque hermoso.

Opto por sentarme en un rincón apartado,
pido un vaso de vino,
observo la escena pletórica de juerga y música,
el gentío nocturno ondulado,
parsimonioso en su algarabía.
Emerges entre las siluetas junto a la barra,
tu mirada distraída intensificando un recorrido profundo,
como si supieras que una fuerza inquietante aguarda ahí.
Y no te busco,
solo espero el lapsus,
la pausa sospechosa que acerca los deseos.
Todo se aquieta,
y algo aparece en el flanco débil.

“No me buscaste…¿Por qué?”

La perturbación de tu belleza me va a destruir…
Agradablemente.