Como todos los jueves después de las diez de la noche,sonó el timbre de entrada.
A pesar de haber sido un día muy relajado,el sonido no me sorprendió.
Casi sin abandonar mi posición ,vi como Ignacio recorría el largo camino de baldosones,hasta llegar al portón de madera.
Con movimientos rápidos,destrabó la parte baja del mismo y abrió las dos hojas de par en par. El automóvil ingresó lentamente, con las luces ya apagadas.
Por detrás,Ignacio cerró el portón y se dirigió hacia el vehículo de donde descendió Pamela.
La esposa del ingeniero.Gran amigo de Ignacio.
Sin siquiera tomar en cuenta mi presencia,comenzaron a besarse apasionadamente,dirigiéndose abrazados hacia la entrada de la casa.
Para mí,que estoy a cargo de la vigilancia de la vivienda,no fue novedoso.
Desde hace ya varias semanas,esta escena se repite casi sin variantes.
Mientras el ingeniero cubre en la planta fabril el horario nocturno de los jueves,ellos tienen sus encuentros clandestinos.
Por mi tarea,permanezco toda la noche en el exterior del edificio,recorriendo el gran parque.
Cuando los veo ingresar al enorme living,me acerco lentamente al gran ventanal que da al frente y los observo,sin que me tengan en cuenta.
Generalmente,desnudos sobre la alfombra,entre copas de vino y sexo,reciben el amanecer frente al hogar de leños encendidos.
Hoy parece distinto.
La silueta de una persona entre las sombras, acercándose por el camino,me pone en alerta.
Me desplazo unos metros en la oscuridad y cuando pasa cerca mio
lo reconozco.Es el ingeniero.
Silenciosamente,pero con pasos rápidos,se acerca a la puerta e ingresa al living.
Tras unos instantes,sonaron cuatro disparos.
Debo reconocer que el ruido me asustó,corrí unos metros,pero la aparición del ingeniero hizo que me detuviera.
Caminaba muy ligero rumbo a la salida.En su mano derecha conservaba aún el arma humeante.
Intenté cruzarme en su camino pero a pesar de la oscuridad,percibí su mirada amenazante. Retrocedí unos pasos y dejé que siguiera su camino.
Recién cuando escuché arrancar el motor de su auto,decidí acercarme a la casa.
La puerta estaba abierta.Ingresé lentamente y me encontré frente a la tragedia.
En medio de un gran charco de sangre y vino,Ignacio y Pamela se hallaban desnudos e inmóviles.
Aún tenso por la presencia de la muerte,salí despacio y me quedé muy quieto bajo el enorme álamo Carolina.
Cuando comenzaba a amanecer se detuvieron dos autos frente a la propiedad y se bajaron seis policias.
Cuatro de ellos ingresaron decididamente por el portoncito lateral y los otros dos quedaron afuera.
De los cuatro que entraron,uno estaba vestido de civil y venía comiendo una galletita que había extraido de un paquete que estaba en su mano izquierda.
Al verlo comer,el estomago me dio un tirón,recordándome que no recibia bocado desde el día anterior.
Como soy un gran conocedor de las conductas humanas,les salí al paso.
Me dirigí directamente al de civil y con un par de ladridos breves y meneando la cola,logré dos galletitas.
Trotando a su lado,lo acompañé hasta la escena del crimen.
20/4/009
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