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NOCHES DE OCTUBRE


Sus dedos índice y pulgar apretaron los controles del reloj, la luz interna dejaba ver las diez y cincuenta de la noche del treinta y uno de octubre de ese año. ¡ chís, chis, clok ; chok, chok, clis; pinos; llueve en el pinar!. Estaba completamente bañado por la lluvia; sólo, muy sólo en aquella carretera pavimentada, los relámpagos, los truenos, las centellas y la inmensa oscuridad de la noche mojada le hacían compañía; la desesperación por llegar a la casa de su novia hacia que Neo Valle agilizara su paso sobre la carretera asfaltada – pensaba: – ¡! mi novia sola, la casa sola, y yo sólo ¡!; ! ¿? !. Los incesantes relámpagos, la copiosa lluvia y el frío no le impedirían estar con su amada, no es perdonable dejar de ir sabiendo que ella está íngrima; en el próximo paso sintió que el agua había invadido su pie izquierdo, ¡ la plantilla del zapato dejó de existir! Dijo: ¡fock ¡ solo eso faltaba, pero no importa amarraré el zapato como taco de fútbol. Se agacho para amarra el zapato y sintió el crackk de la costura del pantalón – pensó- que vergüenza, pero no importa, mi novia tendrá aguja e hilo y coseré el pantalón, de todos modos los suegros no están en la casa; gritó: ¡! la vida es bella!! y se pegaba palmaditas en los cachetes diciéndose: Mente positiva Neo, mente positiva. Volvió a ver la hora 11.05 P.M. la desesperación estaba tratando de dominarlo; ningún carro, ninguna alma, nada en absoluto, solo los relámpagos, truenos, centellas, frío, y la copiosa lluvia; seguía caminando, y viendo hacia atrás para ver venir algún carro, sus manos completamente heladas, pálidas; blancas, blancas, que alumbraban 35 centímetros a la redonda. Sus mandíbulas invitaban a bailar el cha, cha, cha, pero en mente de Neo Valle estaba grabado cada centímetro, cada lunar, cada curva, cada mirada palpitante y atrayente, cada cabello, cada caricia de su novia. Unas horas mas – pensaba Neo Valle – estaré palpando lo que me imagino. Su cabeza la giro hacia atrás y su felicidad brotó a flor de labio al ver dos faroles que se acercaban lentamente pero seguros, empezó haciéndoles señales de parada, de la Cruz, de pedir perdón, de pedir jalón. La fuerte lluvia, los truenos y relámpagos impedía ver con claridad el vehículo, éste se acercó muy lentamente, y antes de que parara fijamente, Neo Valle ya estaba acomodado en el asiento del pasajero, se paso las manos por la cara, se sacudió el pelo, se miro el reloj y enseguida alzo la mano derecha para saludar al motorista. ¡¡ Ummmffh ¡! Esta cosa nadie la va manejando se dijo para sí Neo Valle; se pegó un aruñón para estar seguro de lo que veía; en cuestión de milésimas de segundos tomo posición de cadete castigo, de los que envían a los velorios. Pero el carro seguía su camino, lento pero seguro. Su reojo del ojo iba verificando si realmente nadie estaba al timón; ¡ huevos! –Dijo-: esta cosa no se come la tortilla sola; me arrepiento no haber aprendido a salir en astral con el paisano –pensó-. Pero el carro seguía su camino, lento pero seguro, los relámpagos y los truenos estaban como en el primer momento, se miro la hora, ya tenia 20 minutos de esta en el carro. De repente miro a través de un relámpago una señal con un letrero de curva peligrosa, el carro va directamente hacia la curva y Neo Valle que solo miraba por su reojo del ojo se animaba a agarrar el timón para virarlo; a través de la luz fugas de un relámpago logro ver como una mano vestida de color negro manga larga cogía el timón por la parte de afuera del carro y lo enderezaba para tomar correctamente la carretera, en ese momento recordó la fecha y la hora y enseguida sintió la cabeza grande, la piel de gallina, los pies le pesaban mas de doscientas libras. Debo divagarme y pensar en otra cosa- se dijo-: A Pulgarcito lo invitaron a dar un vuelo en un avión; eso lo entiendo; lo que no entiendo es porque no revisaron la gasolina antes de montarse. Un relámpago hizo ver una manada de venados en medio de la carretera, y el carro empezó a desacelerar hasta haber pasado el peligro de atropellar a los venados; Neo Valle sentía más grande la cabeza, se aruñaba y no sentía los aruñones, las piernas las tenía dormidas, cada brazo sentía que le pesaba mas de cuatro arrobas, su corazón aceleraba, tenia que respirar con la boca abierta, le parecía que había corrido los cien metros planos, estaba a punto de pegar un grito, de repente miro muy lejos, casi al fondo, unas luces de un pueblo, abrió la puerta, de un salto avanzó 6 metros, a los 16 minutos llego al pueblo; todo en completa calma, los perro solo se le acercaban para olfatearlo, él presentía que por las ranuras de las ventanas y puertas lo estaban observando, siguió caminando, todo en silencio, un silencio sepulcral, solo la taberna ubicada contiguo al cementerio estaba en servicio, la observo detalladamente, trece escobas paradas al revez en la pared, un murciélago tallado en jade en la puerta de entrada a la taberna, entró a la taberna, saludó y solo lo quedaron viendo, nadie dijo nada, se acercó al tabernero y le pidió un octavo de guaro, de un zaz se lo tomó y le pidió otro octavo, que de un sólo trago se lo bebió, y después una pachita pero esta vez por traguitos; con sal, chicharrón y limón. En la rokola sonaba la canción de los cazafantasmas, trece mesas ocupadas por señores de edad avanzada, nadie platicaba, solo jugaban a las cartas; Neo Valle pidió otro trago y de repente un gato negro calló al mesón de la barra, y empezó hacer zig-zag entre la botella y el vaso donde le servían el guaro. El tabernero quedo viendo fijamente a los ojos del gato y éste de un salto se perdió por la puerta trasera de la taberna. Neo Valle empezó a narrar todo lo que le había pasado, los ancianos giraron sus cabezas para ver a Neo, pero al mismo tiempo volvieron a sus juegos de cartas, nadie dijo nada, todos en completo silencio, Neo Valle se dirigió al tabernero para que le escuchara su historia, pero él solo lo observaba y no pronunciaba palabra. Cuando Neo Valle narro como el carro en la curva peligroso tomo su dirección correcta, ¡! Las luces bajaron su intensidad, la rokola dejó de funcionar, el gato salió de la cocina y cruzo el salón en veloz carrera, un anciano se levanto de la mesa, masticó su puro, se paro frente a Neo, le vio a los ojos, bajo su cabeza, y le escupió en el pie izquierdo lo que estaba masticando, regreso a su mesa y continuó jugando, nadie dijo absolutamente nada, todo en silencio, Neo Valle pidió otro trago de guaro con limoncito, y viendo al tabernero se le rodaron las lagrimas, grandes lagrimas, inmensas lagrimas, dejo de contar su historia, pidió otro trago con chicharrón, nadie platicaba, 13 minutos en completo silencio, todo en absoluto silencio, de repente, entraron dos hombres completamente vestidos de negro, sombrero negro, capote negro, bigote negro, pelo negro; pidieron dos tragos, todo continuaba en silencio, uno de ellos le quedo viendo a Neo Valle, y sin despegarle la vista, se acerco a su compañero y le susurro al oído y le dijo:
¡ Este es él maje que se subió al carro cuando nosotros lo traíamos empujado!.
Oracio Caballero,

Texto agregado el 10-05-2003, y leído por 1054 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
22-05-2003 La idea es buena. Y el desarrollo, aunque algo forzado, interesante, debe ser aún trabajado. hache
 
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