Bestiario Lector (I)
Abecedario, a.:
Tipo neurótico de lector de bibliotecas que lee siguiendo el orden alfabético de autores. Con el paso del tiempo llega a adquirir una extensa cultura. Tiene problemas cuando cambia de biblioteca.
Antilector, a:
El que desprecia la lectura ya sea por activa, ya por pasiva. Persona de poco fiar.
Apógrafo, a.:
Lector de fotocopias. Muy frecuente en las universidades. También conocido como fotoléxico.
Bartleby:
Preferiría no tener que hablar de un tipo como Bartleby. Sinceramente, preferiría no hacerlo. No es un lector, es un escribiente despreciable. No obstante debe tener algo por lo que concita tanta ternura entre los lectores de ambos sexos.
Beligerante:
Dícese del lector o lectora que se enfrenta a la lectura como un reto, como una batalla, una pelea. Su objeto es debelar al autor. Es amigo de los libros difíciles e incluso abstrusos. Y enemigo de la literatura fácil, los manuales, los resúmenes, los articulitos, los refritos, los apuntes y de toda suerte de papilla bibliográfica. También es conocido como lector belicista o incombustible. ¡Ojo!, no necesariamente es un lector apolíneo.
Bibliófilo, a.:
Tipo de lector que mantiene una relación libidinosa con los libros. No con su contenido, sino con sus cualidades organolépticas. Adorador del libro como objeto. Puede convertirse en una relación morbosa. LLámase platónico cuando no los toca, sino que se queda extasiado con su sola contemplación. Otra variante del bibliófilo es el coleccionero, vulgarmente conocidos como urraca. Y un estereotipo de este tipo es el conocido como comprador de libros por metros lineales. Esta última es una especie pertinaz.
Bibliosexario, a.:
Lector de bibliotecas públicas que utiliza sus prolongadas sesiones de lectura para entablar relaciones amorosas pasajeras, o sea ligar, como quien no quiere la cosa. Versado en el arte del cortejo y la seducción a distancia. No confundir con bibliotecario.
Bibliotecario, a:
Ser vegetal y benéfico que sobrevuela las bibliotecas como espíritu custodio y que manifiesta culturas lectoras atípicas. Gran conocedor del laberinto de los abecedarios, suele ser lector impertérrito de Borges. Está en el arcano de la clasificación de las clasificaciones. Es decir, del saber.
Bobático, a.:
Lector que cree a pie juntillas todo lo que es letra impresa. Desarrolla una especial capacidad para la obediencia y la sumisión. Siente el peso de la autoridad del autor como algo cuasi sagrado e indiscutible. Desarrolla formas de veneración hacia el libro impropias de un lector propiamente dicho. Su existencia contradice la teoría de los que piensan ingenuamente que la lectura es el remedio universal para todos los males de la humanidad.
Brocense:
Lector de textos escritos en latín. En franca decadencia. Por extensión lectores de sanscrito e indoeuropeo. Especies a proteger. Desaparecerán todas, con el resto de las humanidades, cuando las universidades sean sólo escuelas de ingenierías varias.
Bustrófedon:
Enigmático lector de criptografía que lee de derecha a izquierda (Véase glosador).
Caducifolio, a.:
Personaje que no le importa que se le vayan cayendo las hojas del libro mientras lee. No profiere improperios contra los encuadernadores que cada vez emplean engrudos de peor calidad en lugar de aquellos lomos cosidos al estilo tradicional en pliegos de ocho hojas que duraban varias generaciones.
Canonista:
Lector que siente una especie de desamparo universal y necesita que Harold Bloom le diga qué es lo que tiene que leer en cada momento (Véase pirómano).
Caótico, a.:
En sentido literal se refiere al lector de natural desordenado, deslavazado y confuso. En sentido más preciso, se refiere al lector de libros sobre teoría del caos, teoría de la complejidad, sobre el pensamiento borroso o sobre las múltiples tribus rizomáticas seguidoras de Deleuze y sus mil mesetas.
Chingón, a.:
Lector que sobresale. Suele ser de origen mexicano o residente habitual. Llámase también así a los incondicionales de El laberinto de la soledad de Don Octavio o a sus epígonos.
Clásico, a.:
Lector aristocratizante que sigue el canon clásico de la lectura: privacidad, sigilo, meditación. Posee una biblioteca privada que trata de imitar las emblemáticas bibliotecas personales de Erasmo y Montaigne. Vive en una mansión. Si en lugar de mansión tiene un pisito, aunque mantenga intacta su refinada pasión, los libros suelen andar atrabancados por toda la casa, en los armarios, debajo de la cama o en la nevera. La situación llega a ser grave cuando también se ve obligado a colgarlos de las ventanas como guirnaldas de flores. Es por lo general degustador de George Steiner.
Juan Yanes
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