Cap. 13 Dylan…
Dylan Danworth a sus casi veintitrés años era un hermoso ejemplar del género masculino. Alto, de abundante cabello negro y ojos tan verdes como una hoja de olivo. Pero su mayor atractivo residía en la poderosa masculinidad que parecía emanar de él.
No poseía la belleza de rasgos clásica, sus facciones eran fuertes y varoniles, que unidas al aura de misterio que lo rodeaba, ejercía una atracción casi irresistible para cualquier mujer. Su cuerpo se había desarrollado gracias la práctica constante de la equitación y la esgrima; aunque no era especialmente afecto a las reuniones sociales, podía desenvolverse en ellas como el más consumado cortesano. Lo que jamás hizo, no se sabe si por no ser capaz o porque simplemente no se le antojaba, fue practicar el arte de lisonjear hipócritamente a las damas.
Cuando Dylan había salido de su natal Inglaterra, estaba a punto de cumplir diecisiete años. El primer país que había visitado había sido Francia, el administrador de los Danworth en aquel país, lo había puesto en contacto con el embajador, y éste a su vez lo introdujo en la sociedad francesa. Al principio Dylan se había aburrido mortalmente en las reuniones a las que fue invitado, pero pronto comenzó a ser asediado por las damas francesas.
Por suerte para él, contó la ayuda y los consejos de un amigo del embajador, que se encargó de instruirlo en el mejor modo de proceder, gracias a ello y a su propio instinto, había sido capaz de sobrevivir a aquella jungla sin meterse en problemas.
Llevaba tres meses en Francia, cuando Joseph se presentó de improviso. Su padre debió quedar muy satisfecho con los informes que le dieron acerca de su comportamiento, porque se mostró especialmente agradable con él. Aquella visita iba por un mes ya, cuando Joseph le dijo que irían a Italia.
La compañía de Joseph se prolongó durante casi diez meses, tiempo durante el cual, la relación entre ellos había variado notablemente, algo que Joseph había aprovechado diligentemente para instruir a su hijo en el arte de sobrevivir. Habían visitado juntos las cortes de casi toda Europa, donde Joseph le había señalado las virtudes y defectos de cada una y había ido deslizando pequeñas dosis de la ancestral sabiduría de los Danworth.
Después de su decimoctavo cumpleaños, su padre le anunció que volvía a Inglaterra. Dylan lamentó de veras separarse de él, porque durante aquellos meses había disfrutado del padre que no había tenido de niño y había aprendido a quererlo. Joseph le preguntó si deseaba volver pero Dylan no quiso, porque si bien ahora se llevaba mucho mejor con su padre, dudaba mucho que aquello se extendiera a su progenitora. Sin embargo, dijo que volvería a Inglaterra cuando Kendall le anunciara su boda, pero como eso sin duda tardaría un par de años más, solicitó permiso a su padre para visitar América.
Inicialmente a Joseph no le gustó la idea, aquel era un viaje largo y peligroso, y después de todo Dylan era su único hijo. Pero tanto insistió él, que finalmente accedió.
De modo que un mes después de cumplir dieciocho años, partió con rumbo al Nuevo Mundo. La travesía había durado algo más de dos meses, durante ella varios pasajeros habían enfermado y un par de ellos había muerto. Sin embargo, Dylan lo resistió bastante bien, y la verdad quedó fascinado desde el momento en el que puso los pies en aquellas tierras. Sus exuberantes paisajes, los miles de kilómetros de costas con aguas tan cristalinas que podían verse sin ningún esfuerzo los cardúmenes y la flora marina, lo cautivaron.
Cuando visitó Nueva España (México) y siendo como era, un importante miembro de la nobleza inglesa, no pudo evitar entrevistarse con las autoridades del Virreinato, pero no fue un asunto que disfrutara mucho. En cambio y gracias a su perfecto dominio del español, pudo conversar y escuchar las historias locales de boca de los nativos, muchas de las cuales, le causaron verdadera indignación, y su aprecio por la Iglesia Católica que nunca había sido mucho, descendió aún más. En opinión de Dylan, aquella gente había sido injustamente despojada de sus tierras, de sus tradiciones, de sus creencias y hasta de su idioma; en suma habían intentado sepultar todo lo que hacía parte de su cultura, y no conformes con ello, se habían cometido muchas atrocidades en nombre de la cristianización.
El viaje por el Nuevo Mundo duró casi dos años, tiempo durante el cual, aparte de perfeccionar su español, aprendió mucho acerca de los usos y costumbres de aquel lugar. De manera que lamentó sinceramente el tener que dejarlo, porque allí se había sentido mucho mejor que en cualquier corte europea. Pero le había dado su palabra a Kendall de estar presente en su boda, y no pensaba faltar a ella.
Cuando llegó a Inglaterra fue recibido por el señor Scott, el administrador de las propiedades de su padre, quien lo acompañó en el viaje a Londres. Al entrar a su casa, se encontró con que sus padres estaban a punto de salir para una cena.
- ¡Dylan! -- exclamó Helen al verlo
- Buenas noches madre -- la saludó
- ¡Por todos los cielos, mírate!
Helen no lo veía desde hacía cuatro años, y ciertamente había cambiado mucho desde entonces.
Sin embargo, y conociendo a su madre, Dylan se imaginó lo que debía estar pensando ella, y eso quedó confirmado con el comentario que hizo mientras Joseph abrazaba a su hijo.
- Serás un éxito entre las jóvenes damas, lástima que llegas al final de la temporada pero no importa, podemos arreglar que conozcas a…
- Madre, no tengo ningún interés en conocer a tus jóvenes damas -- la interrumpió -- vine con el único propósito de asistir a la boda de Kendall
- Pero Dylan, es una ocasión excelente para que conozcas a las jóvenes y quizá…
- ¡Helen basta! -- la silenció Joseph, algo que Dylan agradeció
Aunque Dylan hubiese tenido algún interés en buscar esposa, y no lo tenía, no era a su madre precisamente a quien iba a escuchar en aquel sentido, aún no le había perdonado que intentase comprometerlo con Rachell Saint-Claire.
- Aún es temprano -- dijo Helen -- podemos esperarte mientras te cambias para que nos acompañes
- Gracias madre -- le dijo -- Pero te recuerdo que casi me acabo de bajar de un barco y estoy cansado, todo lo que quiero es ver una cama de verdad.
Y era bastante cierto, porque solo había descansado un par de horas al arribar al puerto, y luego había emprendido el camino a Londres. De modo que realmente lo que quería era darse un baño, comer algo y dormir.
A la mañana siguiente mientras desayunaban, le llegó una nota de Kendall invitándolo a comer a su casa y Dylan sonrió. Escribió una apresurada respuesta y se la entregó al mayordomo para que la enviase.
- Era de Kendall -- le dijo a su padre -- comeré en la casa de los Arlingthon.
- Bien, pero mañana me gustaría que me acompañaras al Parlamento -- le dijo Joseph
Aquello no entusiasmó de modo especial a Dylan, pero aun así aceptó no comprometerse y acompañarlo.
- Pero eso es en la mañana -- dijo Helen, que estaba inusualmente despierta a aquella hora -- en la noche hay una velada en la casa de los Deveraux y hemos sido invitados, de modo que me gustaría…
- Madre, no quiero tener nada que ver con esa mujer -- la interrumpió Dylan
- ¡Por Dios! -- se quejó ella -- al menos podrías fingir un mínimo de entusiasmo por…
- ¿Por qué habría de hacerlo? -- volvió a interrumpirla él
- Soy tu madre, así que…
- Pues sigo sin ver por qué debería fingir entusiasmo por acompañarte a esa clase de circo -- y se puso de pie para marcharse -- en cualquier caso, tú nunca te molestaste en fingir que eras mi madre -- y dicho esto, abandonó el desayunador
- No puede tratarme así -- dijo
- Él tiene razón, si nunca te molestaste en ser una madre, creo que estás siendo muy desvergonzada al exigir y esperar otra clase de trato. Y si estás pensando en su futuro matrimonio, te sugiero recordar lo que ya te dije una vez, porque sigo pensando igual -- y él también se levantó y se marchó
Dylan fue recibido por el mayordomo de los Arlingthon y conducido al Salón, y unos minutos después escuchó pasos apresurados y se volvió.
- ¡Vaya hombre! -- exclamó Kendall al verlo -
- Pensé que no llegarías a tiempo
Los dos amigos se abrazaron, y casi inmediatamente entraron los demás miembros de la familia, quienes se mostraron igualmente complacidos de verlo.
- Lord Arlingthon -- saludó a William quien le estrechó la mano
- Bienvenido a Inglaterra de nuevo -- lo saludó él
- Lady Arlingthon -- se acercó besando la mano de Brenda
- Es un placer verlo de nuevo Lord Danworth -- lo saludó ella
Aunque Dylan estaba acostumbrado a aquel formal tratamiento desde hacía mucho tiempo ya, se le hizo sumamente extraño escuchar a la madre de Kendall llamarlo así, pero era lógico, al verse entre personas que formaban parte de sus recuerdos de infancia, la formalidad le incomodaba mucho, y no pudo evitar expresarlo.
- Mi Lady, sé que es posible que esté faltando a una docena o más de normas sociales, pero me sentiría mucho mejor, si siguiese siendo simplemente Dylan para usted -- le dijo
Tanto ella como su esposo sonrieron y pensaron que aunque ya era un hombre, probablemente seguía siendo el mismo chico con aversión a todo lo que fuese etiqueta y protocolo, y la verdad era que no estaban muy lejos de eso, porque Dylan detestaba todo aquel boato que encontraba francamente inútil.
Arthur por su parte, lo saludó igual que siempre, y seguía igual de formal y silencioso. Dylan los entretuvo con las amenas historias de sus viajes, y anécdotas de los mismos. Lord Arlingthon se mostró muy interesado en su reciente viaje a América, y siendo la experiencia que Dylan más había disfrutado, le complació mucho hablarle de ella. De modo que la sobremesa se extendió bastante más de lo usual. Pero cuando los dos amigos se quedaron solos, pasaron a asuntos más personales.
- ¿Y qué tal es tu futura esposa? -- le preguntó a Kendall -- Espero que no sea el monstruo que temías -- le recordó y ambos rieron
- No, es bastante aceptable
- ¿Aceptable? Bueno, espero que tenga otras cualidades que compensen el aceptable -- y rió de forma escandalosa
- Eres un desgraciado -- dijo Kendall riendo también -- ¿Y tú qué? ¿Piensas casarte algún día?
- No mientras pueda evitarlo
- ¡Vamos Dylan! Eres hijo único, sabes que tendrás que hacerlo tarde o temprano
- Espero que sea muy tarde.
- Veremos cuanto te dura ese propósito cuando veas a las lindas señoritas…
- Ya suenas como mi madre -- lo interrumpió él -- Y créeme, las he visto de todas las nacionalidades, y ninguna me ha hecho querer dejar mi libertad.
- ¿Qué harás ahora? ¿Piensas quedarte en Londres?
- No lo creo, sabes que no me entusiasma mucho este lugar, y francamente no me veo soportando la irritante compañía de mi madre. No lo sé, probablemente visite Egipto.
- Hombre, te gustan los destinos excéntricos -- y Dylan rió
- ¿Has sabido algo de Sophie? -- le preguntó después de un rato
- No, en realidad no he vuelto a Darnley. La última vez que la vi, fue hace un poco más de dos años.
- ¿Y cómo estaba?
- Igual, terca, audaz y…
- ¿Y qué? -- preguntó al ver que su amigo callaba
- Triste -- y le relató los últimos acontecimientos de los que había tenido noticia
- Pero Lord Saint-Claire se recuperó ¿no?
- Así parece, según papá que es quien lo ha visto, porque como te dije yo no he vuelto a Darnley, y Rachell que podría ser otra fuente de información, sigue siendo la arpía de siempre o peor, de modo que cuando coincido con ella procuro mantenerme a distancia.
- Sí, lo imagino -- dijo Dylan -- le da mucho material a la prensa.
Los amigos se vieron un par de veces más antes de la boda, y una semana después de ésta, Dylan partía de nuevo con rumbo a España, y de ahí a Egipto como había dicho.
Alrededor de seis meses después, su padre fue a verlo cuando estaba de nuevo en Italia, y en aquella ocasión su visita no fue nada grata para Dylan, porque había sido con intención de hablar acerca de su futuro enlace matrimonial. Pero a Dylan no le gustó ni la idea, ni la candidata. Esto produjo una seria discusión entre él y su padre, y como ambos eran demasiado tercos, el asunto casi termina en tragedia.
- ¡Es tu obligación Dylan! -- exclamó Joseph con exasperación porque ya había agotado todas las vías diplomáticas con su hijo
- No lo haré -- repitió Dylan de la misma forma que lo había estado repitiendo durante el último mes
- No discutiré más esto, lo harás porque es lo que… -- pero las palabras murieron en sus labios cuando vio a Dylan empuñar una daga
- Una vez te dije que prefería morir antes de unirme a alguien que no fuese de mi agrado, y sigo pensando igual.
- No digas tonterías y suelta… ¡Dylan!
Joseph no podía creer lo que estaba viendo, pero su hijo acaba de enterrar la filosa hoja en su torso.
Durante los próximos tres días, Dylan estuvo debatiéndose entre la vida y la muerte, y Joseph por su parte casi sufre un colapso nervioso. Pero finalmente el médico había dicho que estaba fuera de peligro y sobreviviría. Cuando le dijeron a Joseph que podía entrar a verlo porque ya estaba plenamente consciente, no tenía ninguna intención de tocarle el tema del matrimonio que tan trágicamente había terminado, pero Dylan era otro asunto.
- Padre, espero que te haya quedado claro que cuando decida casarme, será con una mujer que haya escogido yo y nadie más.
- Dylan…
- Esta vez fallé, pero te advierto que si vuelves a intentarlo, la próxima vez me daré un tiro y ya puedes despedirte de un heredero.
Aunque habría querido ahorcarlo él mismo, Joseph realmente amaba a su hijo y jamás volvió a tocar el tema.
Cuando Dylan estuvo completamente restablecido, Joseph volvió a Inglaterra y él continuó con su vida como había venido haciéndolo. Viajó a la India, China, Japón y Kiev. Y cuando estuvo de vuelta en Europa, recibió la noticia de que la esposa de Kendall ya le había dado su primer hijo y Kendall lo invitaba a Darnley para que lo conociera, pero entre una cosa y otra, fue retrasando el viaje y alrededor de año y medio después, recibía otra carta de Kendall, anunciándole el nacimiento de su segundo hijo, en este caso una niña. Se hizo el firme propósito de viajar lo antes posible, pero ya había adquirido un compromiso que demoraría su viaje unos meses más.
Estando en Austria coincidió en una reunión con la Archiduquesa Strasberg. Dylan no recordaba haber visto a Desiree más que una vez, en el funeral de su madre, y ciertamente la rubia había cambiado mucho, al menos según el vago recuerdo que Dylan conservaba de ella, y no tenía idea de quien era hasta que ella se acercó a él y se lo dijo.
Al saber de quién se trataba, enseguida se sintió interesado, pero el interés le duró poco porque al saber que ella no había vuelto a ver a su familia desde que se trasladó a Austria, éste desapareció.
Pocos días después de eso, recibió una carta que lo hizo ordenar a los sirvientes que prepararan el equipaje y salió hacia Inglaterra. Su padre le había avisado que Kendall había tenido un accidente en el que habían muerto su esposa y su hija, y él había quedado muy mal herido.
Dylan llegó al puerto y sin detenerse a descansar se subió al carruaje que esperaba por él, y emprendió el viaje. No se detuvo más que lo necesario, es decir para cambiar los caballos y comer algo, y continuó su viaje hasta llegar a Living Hall, se bañó y cambió de ropa apresuradamente, y cuando bajó ya le tenían el carruaje preparado, pero él decidió que iría a caballo, de manera que ensillaron su montura a toda prisa y partió para Darnley.
Al llegar fue recibido por el mayordomo y enseguida bajó Lady Arlingthon. Dylan se sorprendió al verla, porque la última vez que se habían visto con ocasión de la boda de Kendall, su aspecto no difería mucho del que él recordaba, pero ahora estaba muy desmejorada. Aunque por supuesto, Dylan lo atribuyó a la angustia por lo sucedido a su hijo.
- ¡Dylan! -- exclamó ella al verlo -- Me alegra tanto que estés aquí.
Y obviando las ceremonias, la mujer se refugió en los brazos de él y comenzó a llorar en forma desconsolada. Por un momento Dylan tuvo el horroroso pensamiento de haber llegado demasiado tarde, pero su organizada mente le indicó que si fuese así, ella no habría dicho que se alegraba de verlo. De modo que esperó a que se calmara un poco antes de hacer preguntas.
- ¿Cómo está Kendall?
- Las heridas del accidente han ido sanando, pero el médico dice que si él estuviese más dispuesto, ya estaría mucho mejor.
- Disculpe -- dijo Dylan -- ¿Pero a qué se refiere exactamente, con más dispuesto?
- Está muy deprimido Dylan -- dijo ella aún llorosa -- Al principio nos costaba hasta que comiese algo, y simplemente se niega a salir de su habitación.
Dylan lo pensó un momento y entendió que debió ser muy duro todo, aparte del accidente mismo, el hecho de que hubiesen muerto en él su esposa y su hija, tal vez era algo muy difícil de superar, y se preguntó si su amigo aparte de las mencionadas razones, se habría enamorado de su esposa. Pero Lady Arlingthon seguía hablando y él se obligó a prestar atención.
- Se siente culpable Dylan -- estaba diciendo la mujer
- ¿Por qué? -- preguntó él asombrado
- Porque Mary Ellen en principio no había querido salir, pero él insistió en ir. Cuando regresaban llovía mucho y el cochero perdió el control de los caballos cuando estos se asustaron con un relámpago. El carruaje se volteó y rodó varios metros por la ladera. Mary Ellen se rompió el cuello, y la bebe… -- hizo una pausa evidentemente conmovida -- la bebe murió a causa del golpe en la cabecita. Kendall quedó atrapado bajo el peso del carruaje, se fracturó ambas piernas, y en una de ellas la fractura rasgó la piel. Permaneció casi toda la noche allí hasta que los sirvientes al ver que no llegaban, salieron a buscar y los encontraron.
- ¿Y el cochero? -- preguntó Dylan -- ¿Por qué no fue a buscar ayuda?
- Murió al golpearse con una roca.
Dylan se sintió realmente enfermo al pensar en todo aquello, pero ahora lo importante era que Kendall había logrado sobrevivir.
- De esto hace casi tres meses -- dijo Brenda y Dylan se sintió furioso con su padre, por no haberle avisado antes -- Ya la herida ha sanado, aunque nos tuvo muy preocupados porque se infectó y los médicos temían por su vida.
- ¿Puedo verlo? -- preguntó después de un rato más
- Hasta ahora se ha negado a recibir a nadie, pero confío en que contigo sea diferente.
Pero como Dylan conocía bien a Kendall, decidió que no estaba dispuesto a arriesgarse.
- Lady Arlingthon ¿puedo pedirle algo?
- Naturalmente
- Déjeme entrar sin ser anunciado, me hago responsable por lo que él pueda decir.
- Podría no resultar agradable, su humor ha desmejorado mucho.
- No se preocupe, yo me ocuparé de eso.
Lady Arlingthon aceptó, pero a partir de ahí comenzó un calvario que Dylan asumió con entereza, porque no estaba dispuesto a permitir que aquel cabeza dura arruinara neciamente su vida.
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