Porque cuesta sudor, cuesta entrenar, cuesta tiempo. El esfuerzo invertido no regresa; se retribuye, pero no regresa. Estar del lado de los ganadores, eso sí que llena el alma y engrandece el espíritu. Me gusta verte siempre del lado del triunfo, porque es cuando veo en realidad de qué estás hecho.

¡Nunca es uno más! Es un escalón subido, de una escalera sin fin. Tanto como el tango y el mariachi, como subir a un avión o estar en Xcaret, nunca es uno más. Cada vez, cada trofeo hace que baile mi corazón y me hace cantar fuerte.

Lluvias, fríos, nieblas. Tardes y mañanas, campos y caminos. Espadas, monstruos, inhaladores, palabras, poesías. Rodillas lastimadas, corvas doloridas. Fallas arbitrarias. La porra gritando. Carreras, golpes, goles…

¡Y es entonces cuando llega esa leonina sonrisa capaz de llenar cualquier vacío!