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Cap. 12 Destino…

El día anterior a la partida de Dylan, el chico salió como de costumbre a reunirse con sus amigos. Joseph había decidido no interferir en eso porque finalmente apartaría a su hijo de allí y el problema quedaría resuelto.

A pesar de que Kendall estaba contento por la suerte de su amigo, no pudo evitar sentirse algo triste por su inminente partida, sin embargo, trató de conservar el buen ánimo. Mientras que Sophie, que durante la última semana se había esforzado en aparentar alegría, aquel día cuando se encontró con Kendall, el chico notó que tenía los ojos enrojecidos.

- Estuviste llorando -- le dijo

Pero no pudo decir más porque vieron que Dylan se acercaba. Los saludó como de costumbre, pero también notó que Sophie había estado llorando.

- Por supuesto que no -- dijo ella cuando él se lo dijo -- Lo que sucede es que estuve recogiendo flores más temprano, y me llevé la mano a los ojos y…

- Se te dan mal las mentiras señorita Saint-Claire -- le dijo Dylan

- Lo siento -- dijo la niña -- De veras estoy contenta por ti, es solo que… bueno… voy a echarte de menos.

Él no dijo nada y después de eso se dedicaron a una última clase de duelo, en la que se dejó desarmar por ella, algo a todas luces imposible, pero que Sophie fingió convenientemente haber creído.

Cuando llegó el momento de volver a casa, el asunto se puso más difícil. Dylan se acercó a Kendall y le entregó algo envuelto en un trozo de tela.

- Espero que todas nuestras prácticas, y lo que te ha enseñado tu tutor sirva de algo -- le dijo -- y que puedas darle un buen uso a esto.

Kendall desenvolvió lo que venía en el paño y vio una pesada daga de plata, con mango finamente labrado y con incrustaciones de rubíes.

- ¡Wow! -- exclamó -- Gracias Dylan

- Solo asegúrate de cuidarla, lleva en mi familia varios cientos de años y odiaría que le atravesaras el corazón a algún desdichado que no fuese digno de morir por semejante reliquia -- le dijo con una sonrisa

- No está en mis planes matar a nadie pero si algún día es necesario, me aseguraré de que sea de sangre tan noble como esto -- dijo levantando la afilada hoja

- Y esto -- dijo metiendo la mano en su bolsillo -- es para ti -- completó mirando a Sophie

- No pienso matar a nadie -- dijo ella y él sonrió

- Por supuesto que no -- y abrió un estuche de terciopelo donde reposaba una joya

- ¡Dylan! -- exclamó la niña

Era una especie de medalla de oro en forma oval, en cuyo centro había tres zafiros, y por todo el borde estaba rodeado de diminutos diamantes que parecían pequeñas motas de polvo, y pendía de una fina cadena del mismo metal que la medalla.

- Date vuelta -- le ordenó él

- Dylan no puedo…

- Sí, sí puedes, date vuelta -- repitió

- Dylan, es una joya muy…

- Es solo una vieja reliquia familiar, deja de protestar -- y sujetándola le dio vuelta él mismo colocándole el collar.

- No puedo andar por ahí con esto en el cuello -- dijo ella

- ¡Oh, sí! Sí lo harás, y me disgustaré mucho si cuando yo regrese, eso -- dijo señalando el collar -- no está exactamente donde lo estoy dejando ¿está claro?

Pero repentinamente Sophie comenzó a llorar con desconsuelo. De los dos, quien se encargaba de los llantos de Sophie era Kendall, él siempre parecía saber qué decir, mientras Dylan se limitaba a enfurecerse con el causante de ellos, que generalmente era Rachell. Pero en esta ocasión se sabía responsable de sus lágrimas, de modo que contrario a sus costumbres abrazó a la niña.

- Vamos señorita Saint-Claire, usted es mucho más valiente que esto -- dijo intentando molestarla

Pero en aquella ocasión no dio resultado. Sophie tardó un rato en calmarse pero finalmente lo consiguió, y pudieron despedirse.

- Sophie -- la detuvo Dylan cuando ya ella se había puesto en marcha -- Yo también te echaré de menos

Aquella noche Sophie estuvo haciendo un inventario de su vida, y el saldo a desfavor la entristeció mucho. Había perdido a su madre, su hermana mayor que era la que más se preocupaba por ella, en cierta forma también la había perdido porque desde su boda no la había vuelto a ver. Rachell, a pesar de que solo la molestaba, también era su hermana y la quería, pero estaba a punto de casarse y pronto se iría. Su padre, en los últimos tres años casi no estaba en casa y lo echaba de menos. Y ahora Dylan. Siempre había sido áspero y hasta antipático con ella, pero era su amigo y podían suceder muchas cosas, pero Kendall y Dylan desde que se conocieron, siempre habían estado allí para ella. De modo que se preguntó si la vida consistía en amar y perder a los que amábamos.


Llegó el invierno, y con él la terrible desgracia se cernió de nuevo sobre la casa de los Saint-Claire. Cecile finalmente falleció víctima de su muy precaria salud. Phillipe estaba inconsolable porque a pesar de que Cecile tampoco llevaba su sangre, él la había amado igual que a todas las demás. Mientras que Sophie haciendo acopio de valor, sepultó su propio dolor para hacer más llevadero el de Phillipe.

Pero la vida debía continuar, y aunque lo último que
quería Phillipe era tener que verse involucrado en ninguna clase de celebración, aún le quedaba la presentación de Desiree. De modo que con dolor o sin él, debía cumplir con lo que se esperaba de él. Por fortuna, seguía contando con el inapreciable apoyo de Lady Dearborn, de lo contrario aquello lo habría superado.


Pero definitivamente el infortunio parecía estar tatuado en la piel de Phillipe Saint-Claire, y todas sus desgracias tenían nombre de mujer. Rachell había contraído matrimonio con un noble de origen francés, Etienne Deveraux, Duque de Lamont. Sin duda había sido un enlace más que conveniente, sin embargo, los problemas comenzaron muy pronto. La conducta de su hija lo hizo revivir los más terribles recuerdos de lo vivido con su madre, y tanto las lenguas como los diarios londinenses, la estaban destrozando.

Desiree también se había casado con un extranjero, el Archiduque Maximilien Strasberg, un austríaco emparentado con la casa imperial. Pero en este caso el que daba los problemas era él. En sus cartas Desiree no decía mucho, pero los diarios reseñaban la conducta decididamente escandalosa del Archiduque, que parecía no tener ningún respeto por las buenas costumbres, ni por ninguna cama.

Y el brevísimo rayo de sol que les había alegrado las vidas a Phillipe y a Sophie, que era el haber recibido la anhelada noticia de que al fin Anne-Marie estaba esperando un hijo, fue cruelmente apagado cuando recibieron la carta de Glen, donde les comunicaba que Anne-Marie había fallecido durante el parto y él bebe solo la había sobrevivido un par de días.

Aquello fue lo último que Phillipe pudo soportar, después de aquella devastadora noticia el pobre sujeto se vino abajo cayendo en una depresión que hizo que Sophie comenzara a temer por la vida de su padre. Lady Dearborn estaba muy angustiada sobre todo por el futuro de Sophie, porque aunque le preocupaba mucho Phillipe, a quien apreciaba de veras, le angustiaba pensar que él muriese y dejase a Sophie prácticamente sola. Porque contar con Rachell habría sido pedir demasiado, y Desiree parecía tener muchos problemas propios como para hacerse cargo de su hermana, aparte de que siempre había demostrado que la única persona importante para ella, era ella misma.


Entre tanto, Kendall finalmente había tenido que ir a Londres a cumplir con sus deberes como futuro Duque, y aunque había lamentado tener que dejar a Sophie en aquella terrible situación, no le había quedado más alternativa.

Eventualmente Kendall recibía carta de Dylan, donde le hacía a veces extensos relatos del lugar donde se encontraba o las personas a las que conocía, y otras se contentaba con apenas decir que estaba bien y que esperaba que él también lo estuviese. Lo que también notó Kendall, fue que con su partida a Londres Dylan había dejado de escribir con tanta frecuencia como antes, lo que nunca supo fue la razón para ello. Y esta era simple, cada vez que Dylan escribía a Kendall, incluía un sobre destinado a Sophie, y Kendall a su vez, en cada ocasión que le escribía a su amigo, incluía las cartas de Sophie. El porqué de esto, solo tenía su explicación en el contexto de la época, habría sido del todo inapropiado que una señorita que ni siquiera había sido presentada en sociedad aún, mantuviese correspondencia con un caballero que no era parte de su familia. De modo que con la partida de Kendall a Londres, cesó la comunicación entre ellos.

Kendall se acostumbró muy pronto a su nuevo estilo de vida, sus apellidos, su posición y su atractivo aspecto, lo hicieron rápidamente popular dentro de la sociedad londinense, especialmente entre las damas.

A pesar de que William y Joseph no eran grandes amigos, porque en realidad Joseph no tenía amigos, se llevaban bastante bien, y en muchas ocasiones en las reuniones a las que asistían mantenían largas y amenas charlas, como la de una noche en particular.

- ¿Has tenido noticias de Dylan?

- Hace un par de días me dijo que regresaba a Francia -- dijo Joseph

- ¿Alguna francesa lo habrá hechizado? -- preguntó otro caballero que se había acercado -- No hemos escuchado que esté comprometido aún

- Será porque no lo está -- contestó Joseph secamente

- Ya tiene diecinueve años ¿no? -- dijo Lord Scott, otro de los presentes -- ¿No es un poco extraño que aún no esté comprometido?

- ¿No hay suficientes princesas disponibles Danworth? -- preguntó de forma burlona Lord Dunlop que era el que había hablado primero

Si había algo que Joseph Danworth toleraba poco y mal, era que se inmiscuyeran de aquel modo en sus asuntos, sin embargo, era demasiado hábil como para demostrarlo. De modo que antes de contestar, miró al individuo y le sonrió, pero el gesto no llegó a sus ojos.

- Princesas hay, y en cantidad exagerada, pero ninguna lo bastante apta para llevar mis apellidos. Como es natural, debemos tener extremo cuidado con quien emparentamos, hay demasiados linajes contaminados en nuestra sociedad.

Aquello fue dicho con toda la intención del mundo, ya que el mencionado Lord Dunlop, había sido protagonista de un escándalo años atrás, por sus dudosos orígenes. Con lo que le quedaron claras dos cosas a aquel individuo. La primera que había molestado seriamente a Joseph Danworth, lo que era en extremo peligroso para cualquiera. Y segundo, que su situación era del perfecto conocimiento de aquel sujeto, y que no era de los que olvidaba.

A pesar de que en aquel duelo verbal, Joseph Danworth había salido indiscutible vencedor, y se había cobrado en forma exagerada el mal intencionado comentario de Lord Dunlop, seguía molesto, y si en condiciones normales era un hombre peligroso, molesto lo era mucho más. Y aunque suene extraño, afortunadamente quien fue víctima de su ira, fue Lord Arlingthon.

- ¿Cuándo contraerá matrimonio Kendall? -- preguntó una vez que los otros dos molestos caballeros se retiraron

- Al finalizar la temporada -- le contestó William

- Esperemos entonces que el matrimonio le confiera algo de tranquilidad y buen juicio, porque hasta la fecha se comporta como un chico que ha sido soltado en medio de una tienda de dulces, pero es necesario que aprenda que tanto el exceso como “ciertos” caramelos, pueden costarnos la vida.

En aquel momento Kendall sostenía una animada charla con un grupo de damas, entre las que se encontraba Helen Danworth, quien en el preciso instante en el que Joseph había dicho lo que dijo y William había girado la cabeza, tenía su mano sobre el brazo de Kendall.

De modo que podríamos decir que aunque el destino a veces mueve las fichas de manera que nos molesta o que nos parece inconveniente, la molestia de Joseph tal vez ayudó a salvar la cabeza de Kendall, ya que aquella conversación llevó a Lord Arlingthon a mantener una seria charla con su hijo, donde le recomendaba tener prudencia, porque a pesar de sus muchos privilegios, resultaría del todo inconveniente relacionarse con las damas equivocadas.


La vida de Sophie se había tornado tremendamente triste, porque desde la muerte de Cecile, la de Anne-Marie y la partida de Dylan, su padre que no había logrado superar la depresión y que habría sido su único apoyo, ahora necesitaba ser cuidado en lugar de cuidar.

Cuando también Kendall se marchó ella se sintió desolada, porque a la enorme soledad se sumaba el tener que hacer todo cuanto podía para que su padre por lo menos se alimentase correctamente. Ya se había dado por vencida en cuanto al asunto de la bebida, y ya dos veces había estado a punto de caer por las escaleras. Phillipe tenía días mejores y peores, y en los mejores, parecía recordar que aún tenía una hija que necesitaba de él, y se hacía el propósito de hacerlo, pero invariablemente volvía a caer. Sentía que el abrumador peso del dolor terminaría por ahogarlo.

Sophie leía con frecuencia el nombre de Kendall en los diarios, medio por el cual también se enteró de su boda, y deseó con todo el corazón que su amigo fuese feliz. De quien no había vuelto a tener noticias era de Dylan, y aquello le extrañaba mucho, porque aunque registraba los diarios hasta la última línea, Dylan nunca era mencionado en ellos. Era como si se lo hubiese tragado la tierra.

Otra que no dejaba de aparecer en las crónicas sociales era Rachell, y era el único momento en el que Sophie agradecía, que su padre no mostrase interés en nada, porque los comentarios eran cada vez más escandalosos. Su hermana ya tenía dos hijos, y de forma muy velada, la gente parecía preguntarse la precedencia de los mismos. A la fecha, Sophie no conocía a sus sobrinos, porque desde el día de su boda no había vuelto a ver Rachell.

Cuando Sophie estaba a punto de cumplir quince años, y después de una particular y agitada noche para Phillipe, ella estaba sentada en el Salón cuando le anunciaron que tenía una visita. En un primer momento no supo qué hacer, no se suponía que ella pudiese recibir a nadie, y ciertamente su padre no estaba en condiciones de hacerlo, pero mientras ella decidía qué decirle al mayordomo, sus pensamientos quedaron congelados.

- Buenas tardes, no tienes que preocuparte somos familia y no hay necesidad de que alguien mayor me reciba -- dijo Louis

Sophie recordaba solo dos cosas de aquel individuo. Una, que su padre no le tenía aprecio, y dos, que la había mirado en forma muy poco cortés en su única visita a aquella casa. Sin embargo, hizo una reverencia como correspondía, pero luego no sabía qué más hacer.

- Veo que estás próxima a ser presentada en sociedad -- dijo él, y como no era una pregunta, ella guardó silencio -- ¿Ya estás recibiendo instrucción para ello? -- y ella asintió -- ¿Ya has estado en Londres? -- y Sophie negó con la cabeza

Louis comenzó a impacientarse ante aquel obstinado mutismo, había tenido oportunidad de ver a Rachell en Londres en diferentes oportunidades, y aunque evitaba acercársele, fiel a la convicción de que aquella criatura no llevaba su sangre, sabía que era una hábil conversadora. Pero mientras aquella hablaba en demasía, esta parecía ser muda. Aunque pensándolo bien, se dijo a sí mismo, aquello podía ser una ventaja ya que lo que planeaba para ella, no requería del concurso de su lengua, y por el contrario sería una virtud.

- Tengo entendido que Phillipe no se encuentra bien de salud -- ante lo que no hubo ninguna clase de respuesta ni verbal ni muda -- Como debes saber yo soy tu tío, de manera que si tu padre se encuentra inhabilitado para ejercer sus funciones, me corresponde a mí hacerlo ¿Entiendes eso?

Pero Sophie sentía que su corazón latía desbocado, porque ciertamente lo entendía muy bien, pero no quería tener nada que ver con aquel sujeto, porque tío o no, su instinto le estaba gritando que no era una buena persona.

- ¡Por Dios niña! -- exclamó finalmente perdiendo la paciencia -- ¿Es que has perdido la lengua?

Y como aun así, ella seguía en silencio, salvó la distancia que los separaba y le sujetó un brazo, pero al minuto siguiente soltó una exclamación de dolor.

- ¡Quítale las manos de encima a mi hija!

Sophie sintió tanto alivio al escuchar y ver a su padre, que sus piernas casi se negaron a sostenerla.

- Sophie, vete a tu habitación

Ella no esperó que le repitieran la orden y salió corriendo hacia las escaleras. Después de lo cual, Phillipe consideró oportuno retirar la filosa daga del hombro de su hermano. Louis se volvió con una mano sobre la herida y un odio frío en los ojos.

- ¡Fuera de mi casa! -- dijo Phillipe

- He venido a ayudarte e insistes en portarte como un patán

- No he pedido tu ayuda y ciertamente no la necesito.

- Has hecho de tu vida un desastre Phillipe. Te casaste con una mujerzuela, esas que llamas tan desvergonzadamente “hijas”, también lo son, y ahora te has convertido en un borracho irresponsable. Esto clama ante los ojos de Dios, y tengo intenciones de reparar al menos en una mínima parte todo el daño convirtiendo a la única que puedes llamar hija, en una servidora de Dios y de ese modo redimir tus culpas y salvar tu alma y la suya, antes de que sea demasiado tarde.

Si Phillipe no hubiese estado tan furioso tal vez podría haber reído ante tan ridículo e inapropiado discurso, pero todo lo que quería en aquel momento era deshacerse de aquel sujeto.

- Lo que yo haga o deje de hacer no es de tu incumbencia, y el estado de mi alma es asunto solo mío. Evito en lo posible tener que matar a nadie, pero sabes que soy perfectamente capaz de hacerlo. Ya te lo advertí una vez, esta es la segunda, procura que no haya un tercera Louis, o te juro que voy a mandarte al infierno.

- Vas a pagar por esto Phillipe -- dijo señalándose la herida que le había hecho -- no puedes agredir a un dignatario eclesiástico y pretender…

- ¡Haz lo que se te dé la gana, intenta incoar un pleito en mi contra y te arrastraré por todos los tribunales existentes hasta que tengas que pedir clemencia, bastardo!

Y dicho esto, él mismo lo agarró por un brazo y lo arrastró hacia la salida, y dándole un empujón lo echó fuera.

- Si vuelves a poner un pie en mí casa no vivirás para contarlo -- se volvió a los lacayos que estaban en la entrada -- Asegúrense de que esta rata asquerosa abandone mis tierras, y si vuelve a poner un pie en mi propiedad, dispárenle.

De todo lo malo algo bueno suele salir, y aquella desagradable visita hizo que Phillipe recuperara el buen juicio y no volviese a ingerir una gota más de alcohol, el amor por su hija y la necesidad de protegerla habían ganado aquella batalla.




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Texto agregado el 19-02-2013, y leído por 121 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
20-02-2013 Formidable. Celebro la delicadeza con que tratas las relaciones entre amigos, las cuestiones de honor y el contraste con la ruindad de algunos personajes...Es bueno leerte, siempre se aprende de escritos como este. Saludos felipeargenti
19-02-2013 No todo en la vida es amar algo, y luego perderlo... yar
19-02-2013 =) cinco aullidos yar
19-02-2013 =) 5* quntur
 
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