Horóscopo estival.
Basado en el cuadro "Solidariedad". Graju.
Detrás del campo sembrado de trigo que arde en el prado, mecido por el viento que aviva las llamas cereales, se levanta un ejercito de acero y cristal. Gigantes como los de Cervantes, rígidos, firmes, en formación, ondeando negras banderas de guerra bordadas de polución con las que nublan el aire que los envuelve, respirando su propio veneno.
Son la infantería. Una hilera visible que esconde la podredumbre de su centro adoquinado de crímenes mudos y sordos. Sistema experto en la manufactura de cuerpos vacíos, carentes de emociones, criterio y esperanza; alimentados seis veces al día con el miedo de fantasmas inventados para su sometimiento; esclavos de la nueva forma de autocracia, invisible, sin rostro acuñado en el cobre de sus monedas. El cesarismo de un enorme ser intangible aunque presente, nacido de una promesa mentirosa, que aplasta recursos, devora materiales, oprime la vida. Cáncer de avance como único sentido, y sin embargo, su expansión lo evoca a su propia destrucción.
De esta mancha tenebrosa han escapado dos seres de luz que aprendieron a mirar al cielo, despertaron del letargo y atravesaron la cortina de humo, evadieron al monstruo. No entendieron de razas ni atendieron a razones. La primera figura soporta el cansancio de la segunda abrazado a su espalda. Cruzando el trigo esparcen las semillas a su paso, augurando un cambio, germen de una generación nueva, mestiza. Agotados, casi consumidos, se encaminan sin volver la mirada a lo que abandonan, volviendo a la tierra.
Recojo su ejemplo, te declaro testigo. Me pongo en pie desafiando. No me callarán, no moriré mientras me queden palabras que fijar en mi cuaderno. Echo a correr por el sembrado con gesto quijotesco y desenvaino mi pluma. |