Las horas
Las horas contadas son las que ella va refiriendo en voz alta, a medida que pasa el tiempo: tictac, una hora, tictac, tictac, dos horas, tictac, tictac, tictac, tres horas, etcétera… las que sean. Ella ha contado las horas. Es un trabajo inútil, la mujer que cuenta las horas lo sabe. No sierve para nada, pero así son las horas que se cuentan. Las demás no se cuentan. Son incontables. Hay una estatua de un hombre que lleva un reloj sobre los hombros. Ese hombre no sólo cuenta las horas sino que, además, las carga. Entonces el tiempo también pesa. Así tendríamos las horas contadas, las incontables y las horas pesadas. Tanto las horas contadas, como las incontables, como las pesadas pueden ser horas perdidas. Nadie sabe cómo se pierden las horas, ni a dónde van, sólo se sabe que perdemos horas. La mujer que las cuenta, una, dos, tres, etcétera, dice que una vez estuvo en la eternidad, o sea, fuera del tiempo, donde no hay horas. Pero no recuerda nada porque la memoria son las horas, o sea el tiempo. Por eso nadie recuerda nada de antes de nacer.
Juan Yanes |