Y ahí vas de nuevo, con tu sonrisa tonta, esa que odio; que odio adorar, porque sí, adoro tu sonrisa, y odio que me guste tanto.
Estoy harta, de vos, de tu sonrisa, de tus estúpidos ojos marrones; esos hermosos y profundos ojos marrones.
Harta de quererte, y de que vos no sepas ni que existo. Para vos soy invisible; bah, para vos y para todo el mundo.
Desde 2° grado que vamos a la misma escuela. Desde mi primer día de clase esos ojos y esa sonrisa del nene de 3° me encantaron, y nunca los pude dejar de soñar.
Odio esto, odio quererte, odio tus labios, tus ojos, tus despeinados rizos marrones, esos que en 2° año decidiste rapar. Casi lloré el día que te vi rapado, tantas veces soñé con peinarte.
Hoy terminas el colegio, ahí estás, en el acto, recibiendo tu diploma. Hace diez años que te conozco, pero vos me conocés hace apenas dos; con esas casualidades de la vida, fue justo mi hombro el que chocaste bajando la escalera. A nada estuve de gritarte; pero entonces escuché tu voz, esa aterciopelada y dulce voz, pidiéndome disculpas, ayudándome a levantar mis libros.
Nos hicimos mejores amigos.
Odio esto; el acto, tu sonrisa, tus ojos, tus rulos nuevamente crecidos. Odio quererte, odio tu mano enganchada en la de ella, tus ojos cargados de amor, como jamás lo estuvieron cuando me mirabas.
Odio no poder odiarte.
Por eso escribo, para dejarte este sobre en la mochila, diciendo cuanto de quise, cuanto te quiero. Hoy a la tarde me abrazaste, yo te retuve más de lo normal, sabiendo que era nuestro último abrazo.
Me voy, lejos, a algún lugar; a buscar un pelo liso, con ojos sin brillo, con labios finos que jamás me recuerden a los tuyos, esos que tantas veces soñé con besar. Te quise, te quiero. Fue lindo ser tu amiga, tu confidente; pero duele demasiado. Espero que seas feliz con ella.
Chau.