La Vida nos Lanza brasas y de nosotros depende saberlas maniobrar para no quemarnos mucho.
Filiberto, por ejemplo, no supo o no pudo, durante sus primeros años de vida enfrentarse a las muchas brasas que su madre, sus colegas y la propia existencia le lanzaron. Algunas de esas brasas, justo es decirlo, eran pequeñas chispas apenas que el mismo dejó crecer hasta convertirlas en fuegos mayores porque sin el apoyo adecuado de Doña Toribia, su madre, el chico no logró nunca desarrollar los mecanismos necesarios para su auto protección. Doña Toribia, por su parte, sentía que le daba a FIliberto lo mejor de sí. Por eso le impuso desde muy temprano muchas prohibiciones, lo corregía a base de coscorrones y gritos y le exigía total obediencia y dedicación Por eso, y por su propio caracter débil, Filiberto creció siendo un ente curioso, entre ridículo, acomplejado y tímido.
Cuando ocurrió el accidente, que visto objetivamente fue un cuasi intento de suicidio, por primera vez en su vida Filiberto se alegró de tener el mal hábito de hacer las cosas a medias. LAs pocas iniciativas que alguna vez tuvo siempre quedaron frustradas. Filiberto pensaba que, de haber sido más eficiente en esta ultima empresa, en vez de quebrado ahora estaría muerto.
Pero quebrado estaba, de una pierna, y para mayor complicación, era una fractura complicada, "de las feas" como había dicho doña Toribia y la dependencia que en esos días había llegado a desarrollar hacia las enfermeras, era fuente constante de gusto y de frustración.
Gusto, porque jamás en su vida habia tenido cuidados ni atenciones de ninguna mujer joven, mucho menos de cinco o seis, como ahora era el caso. Frustración, porque enmedio de su vanidad y su pedantería, hubiera deseado presentar una imagen varonil y fuerte, lo que resultaba totalmente imposible si tenia que hacer de tripas corazón para no evidenciar el miedo que sentía hacia las agujas, pedir auxilio para orinar, para bañarse y hasta para limpiarse el trasero. PEro su mayor temor era la jefa de enfermeras, la señorita Eli, como la llamaban todos. Esta mujer no era ninguna jovencita como las demas, por muy "señorita" que le antepusieran a su nombre. Filiberto sentía enrojecer el rostro al recordar su primer encuentro con aquella formidable dama.
Ella indicaba a una de las enfermeras novatas la forma más eficiente de dar un baño de esponja al paciente y Filiberto comenzó a sentir, horrorizado, como su cuerpo lo traicionaba mediante una erección inoportuna y totalmente inesperada ante la mirada impasible de la senorita Eli , para quien sin duda esto era un hecho cotidiano. Pero Filiberto, como siempre víctima de sus propia mente, deseó con toda su alma que un súbito infarto al miocardio lo librara de aquella situación. La señorita Eli se limitó a darle un toquetazo en el muslo con una ligadura, sin hacer comentario alguno. La erección desapareció totalmente con semejante distractor y entre su pena y su bochorno, Filiberto sospechó con tristeza que probablemente quedaría impotente de por vida a raíz de esa experiencia. Asi eran las ideas del muchacho, siempre infladas fuera de proporción, siempre desfavorables para sí mismo. Pero...no somos todos los humanos un poco similares a Filiberto?
Con el paso de los dias, Filiberto fue adquiriendo habilidades inesperadas para el, como el ser capaz de negociar la ida y vuelta del baño sin ayuda de nadie, o el ser capaz de limpiarse el trasero por si mismo. Estos logros lo llenaban de una satisfacción que no recordaba haber sentido antes. Y pensaba que era cosa irónica del destino que hubiera sido necesario casi morir para sentir esa agradable sensación.
Durante el tiempo que estuvo hospitalizado, su madre no dejó de visitarlo ni un solo día. Y cada día aprovechaba para darle un tortazo en la cabeza mientras le reprochaba su forma estúpida de conducir y como todo aquel trajín estaba afectando seriamente su salud emocional. La de ella, claro.
Filiberto se enteró de que su vecina de habitación alli en el hospital era una abuela a quien visitaban hijos y nietos, aparte de otras personas. La susodicha abuela tenia un tono de voz un poco alto y por eso Filiberto llegó a conocer varios detalles de la filosofía de vida de la mujer. "...si tu madre no te apoya, entonces quién diablos lo hará?" le dijo en una ocasión, indignada a alguien. Filiberto pensó con tristeza en su madre, y pensó, y siguió pensando hasta que logró deprimirse a sí mismo. Luego se enteró de que la abuela se llamaba Anita y tenia una fractura de tibia y peroné exactamente igual a la suya...
En una ocasion la visitó alguien que con voz de pésame le decía "...qué tragedia, Anita...no creo que vuelva usted a caminar con normalidad..." y como ese era un pensamiento recurrente para Filiberto, sintió que se confirmaban sus más oscuros miedos. Pero la abuela le respondió "Se equivoca mucho, querida. Lo cierto es que YO bailaré flamenco sobre su tumba!" Y F iliberto la aplaudió para sus adentros, y decidió robar la frase y hacerla suya. Cuando a los dos días doña Toribia se lamentaba de lo chueco que Filiberto seguramente iba a caminar en el futuro, qué gozo grande sintió el muchacho al soltarle la frasecita...
"Se equivoca, madre, no caminaré chueco pero SI bailaré flamenco sobre su tumba!"
La señora se le quedó viendo como quien vería a un cachorrito que de pronto se soltase a hablar en italiano. No sólo asombrada de que su cachorro le replicara sino además anonanada por lo que dijo. No halló palabras para responder a algo tan inesperado, tan fuera de carácter, y optó por despedirse apresuradamente. F iliberto mantuvo una gran sonrisa durante todo ese dia.
Luego empezó a sufrir con la idea de la fisioterapia que en el futuro cercano iba a tener que soportar. Y si dolía mucho? Y si lloraba como todo un debilucho? Pasó una noche, insomne, y al día siguiente decidió armarse de valor e ir a hablar con Anita, la abuela de la habitación vecina, por mucho que la idea lo llenara de temor. Sabía que ella tendría una visión diferente al respecto.
Ruborizado, F iliberto se presentó con toda formalidad y armándose de valor, después de un par de minutos de plática le preguntó directamente si ella sabía algo acerca de la dichosa fisioterapia...
Anita le contestó con sinceridad que no sabía nada, que en sus actuales circunstancias procuraba vivir solo el dia presente, sin pensar gran cosa en el futuro.
"Hasta la biblia lo dice, jovencito, cada día tiene su propio afán...eso de la fisioterapia no es el afán de hoy. Pero su pregunta me hace pensar que cualquier incomodidad, cualquier dolor que nos traiga la terapia, será bienvenido, pues significará que vamos camino derechito a la salud, a la curación. Y emergeremos como personas renovadas y mejoradas!" la abuela tenía un brillo raro en los ojos mientras hablaba y Filiberto se preguntó qué clase de medicina le darían. Se despidió de ella y volvió a su cama. Loca o no, la abuela le había dado lo que el buscaba, una visión diferente.
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