Hace mucho que no me acaricia la mano de la lluvia, que no me besa su boca de brisa, que no me hace reír al taconear una baldosa floja. Las nubes están esquivas, no prenden sus luces.
Salgo a caminar cerca del mar, siento su ronronear, el silbido de sus sales pasar, veo a lo lejos un barco pesquero remar, rema contra las olas que se divierten con él.
La lluvia benefactora está mirando el mismo espectáculo y también ronronea para no ser menos, mi paseo se hace más romántico.
Los lobos marinos ríen de mis payasadas, es, que voy haciendo piruetas entre las olas que me quieren atrapar. Como me gusta jugar y ser la secretaria de su eterna juventud.
Mis sueños, mis pinturas y poemas están relacionados con el mar, me atrae, me fascina su color esmeralda, su sabor, su movimiento tan sensual y provocativo.
Siento las primeras gotas caer cerca, ellas picaras no me quieren mojar pareciera que se divierten con mis pensamientos, me leen, me estudian son hadas de las nubes.
De pronto un chaparrón suelta una nube gorda y cargada, se nota que ya no podía con su peso, al mirar el cielo una cortina de agua me empaña la vista pero alcanzo a ver como sigilosamente las nubecitas vaporosas aplauden.
Es el mar que las hace sonreír y en cada movimiento sus panzas cargadas demarran el precioso líquido, que el mar absorbe como lo hace la tierra para interactuar con su ecosistema.
Lentamente regreso feliz a mi hogar bañado de sal, de agua pura y celeste, de flores y de cantos, de alegría al poder ser dueña de la naturaleza.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI.
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