8 SEGUNDOS
Una vida entera plasmada en ese minúsculo intervalo de tiempo...
Veo a mi madre llorando a escondidas en su habitación, llena de moratones, de aflicciones, tras haber sido severamente golpeada a manos de su embriagado marido. Marido que, más tarde, se vería en su propia casa, encharcado en una repulsiva mezcla entre vómito, alcohol y sangre, con un cuchillo en la espalda, asesinado por su propio hijo.
Tras un ligero interludio en el tiempo, vislumbro a lo lejos una esbelta silueta que sonríe, que saluda con su fina y blanquecina mano despreocupadamente, mientras los pájaros de los alrededores del parque se posan sobre las ramas para observarla, para venerarla; es como si irradiase luz propia. Aquella joven deidad, pelirroja y de ojos negros como el azabache, era Aiko, mi mejor amiga de la infancia y de la cual siempre estuve enamorado.
Recuerdo que el último curso de la escuela media le confesé mi amor, pero fui rechazado rápidamente. No titubeó, más bien se lo tomó como una broma, y por mi poco valor y considerable inseguridad en eso se quedo, en nada más que una mísera broma. Meses más tarde la vi en un rincón del gimnasio besuqueándose con Tanaka Ryu, el chico más popular del instituto. Al acabar el curso, Aiko y yo tomamos caminos diferentes, ella se traslado a una prestigiosa Escuela Media Superior en Osaka, mientras que yo me conformé con asistir a uno más bien mediocre. No la volví a ver nunca más.
Aproximadamente en el sexto segundo siento un compacto puñetazo atravesándome las costillas. Me veo tirado en una esquina, al lado de un contenedor de basura siendo aporreado ferozmente por un grupo de musculosos estudiantes. La sangre que me brota por la nariz me hace recordar los insufribles años que pasé en la Escuela Media Superior, sin ningún amigo, con una alta presión social a nivel de estudio, y siendo abusado por los cruéles matones que me acechaban día sí, día también.
Esa es la unidad justa y necesaria que se necesita para recordar. 8 segundos. El tiempo en el que tarda un humano en caer desde la azotea de nuestro instituto. |