Ya tenía 92 años de edad, difícilmente caminaba, de modo que todos los días yo la acomodaba en una silla de ruedas con un gorrito de lana en la cabeza y una colcha en las rodillas sacándole a dar una vuelta a la manzana para que se ‘aireara’ un poco pasando, cuando podía, por edificios que tuvieran jardines.
El doctor me había explicado que ya estaba perdiendo la memoria corta, es decir de eventos inmediatos y que era aconsejable tratar de conversar con ella para estimularle la mente.
Tuve entonces una idea, sabiendo que mi madre siempre había gozado de la poesía le propuse:
-¿Sabes que vamos a hacer, viejita? Vamos a recitar algo juntos, yo recito la primer línea de un poema y tu dices la que sigue, luego yo con la tercera y tu con la cuarta hasta recitarlo todo ¿Te parece?-
Con su apenas perceptible vocesita me contestó “-..stá bueno”.
-Bueno pues, empezaremos con Cuba y José Martí, una chiquita:
-“Cultivo una rosa blanca…
Vocesita: en Junio como en Enero
Yo: para el amigo sincero
Ella: que me dá su mano franca…
Y en esta forma completamos la segunda estrofa.
-¿Otra?-
-Si.-
-A ver, a ver, vayamos con Chocano del Perú:
-“Es un pájaro mudo, pero hermoso
Vocesita: -una alhaja que ha salido volando de un arcón reluciente
-si se quiebra una pluma
Ella: -en su estuche se encaja”-
Y aquella hermosa poesía “ El Elogio al Quetzal" la recitamos hasta el final, sin problemas.
-Ahora nos vamos con el ‘nica’ Rubén Darío ¿Cuál prefieres?-
-Pues…”La Marcha triunfal”-
-Pero esa es bastante larga ¿Estás segura?’
-Si m’hijo, es de mis favoritas.-
-Va pué:
-“¡Ya viene el cortejo, ya viene el cortejo!-
Ella- Ya se oyen los claros clarines..
-la espada se anuncia con vivo reflejo-
Vocesita: ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines”-
Y aquel poema tan hermoso como largo nos salió ‘que ni pintado’. Al parecer la viejita gozaba de nuestro juego.
-¿Te animas a recitar uno más corto?-
-Si, hijo, me estoy cansando un poco.-
-Bueno pues, nos vamos a España con algo de Quevedo ¿Lista?-
-Lista.-
-“Aquel que en el prado viste
la vocesita: y con sorna le dijiste-
Yo: que tenía pies de mulo
Ella; dale cuatro besos en el culo-
Yo-que esos son los….”
¡Dios mío! Ya no pude continuar, mi madre se había doblado sobre las piernas al parecer con paroxismos, con rápidas convulsiones. Dejé de empujar la silla de ruedas, di la vuelta para hincarme frente a ella y con mucho cuidado le levanté la cabecita.
El rostro de mi madre se veía muy sonrosado, rojo, diría. Las convulsiones seguían! La observéi con mucho atención
-Jijijijijiji…! Mi madre se carcajeaba como lo hacen las ancianitas. ¡Qué descanso!
Dos días más tarde mi madre ya no estaba entre nosotros, sin embargo, hasta último momento, nunca perdió su buen humor, su amor a la poesía , tampoco perdió la memoria, tan sólo perdió su vida.
Dios bendiga a esa viejita.
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