Al ciego de la guitarra sin cables
al stone gris vestido de negro
se le fue cayendo el pelo
y la memoria
y en su desdentada mueca
se le carió hasta el blues maravilloso
inacabado, miserable.
Hasta su gritillo adolescente
metálico
y decrépito.
Querido blusero sin nombre
te has enterrado sólo, y no pude estar allí
para acunarte un riff de mis labios
Se hundieron tus restos, al fin
en aquella letanía caribeña, inevitable.
Nadie pudo tapar tus oídos para que no llores.
Texto agregado el 13-02-2013, y leído por 200
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