Corría tu figura
dulce, lejana,
entre pistolas y rosas,
entre Lisboa y praia Adraga,
entre la carretera y mi cama.
Se mostraba sinuosa,
vestida y sudorosa,
lengua descarada,
muñequita de azúcar,
congelada,
princesa de aquel bosque de hadas.
Había pasado el hijo del diablo
entre risas y alcohol lo disfrutamos,
no se atrevió ni a mirarnos,
caja de música,
siniestra luz de escenario.
De niña a mujer
en una sola canción,
de aquel noviembre que llovió,
de aquel verano que pasó
como un sueño
que aun te desnuda
en mi imaginación.
Y de vuelta a la cueva,
sueño con tu piel,
me empapo de tu olor,
en esta mi cueva,
vendería cualquier dios
por verte cerca,
por no deberte una canción.
Jerez, 12 de Febrero de 2013 |