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Callados, recorriendo los pasillos del nosocomio.
Sombríos, sumamente devotos y obsesionados con la muerte. Quien nos condenó a vagar en nuestras cornisas aún sigue vehemente. Y los narcisos nos calman con inyecciones devoradoras de vida.
Anestesiados y nebulosos. Los enfermos recogen el aroma del dispensario. Anhelando un pronto despertar, permanecían instalados en este refugio de la bendita impunidad.
Conformes la situación permanecerá instalada en su refugio como imputables; cerraran sus ojos ante cualquier realidad alterna que pueda modificar su psiquis y así clausuraran sus ideas de escape.
La sombra de la muerte ya se había instalado hacía tiempo en este lugar. Desde que la inocencia caduco, arrastrándome hasta la puerta de este recinto en donde la demencia anulo mi juicio por ser un prometedor ciudadano honorable y honrado.
La guadaña sabía muy bien quien era yo e intento silenciarme al acercarse. Al ver que se aproximaba hacia mi pedí auxilio con una agonizante voz. Nadie acudía a mi pedido de ayuda.
Sabía muy bien que la suerte me había dado la espalda al igual que mi destino. En un acto de arrojo recorrí con desesperación los largos pasillos del hospital buscando una salida. Todas cerradas.
Sentí la muerte acariciándome la nuca, revelando en un susurro entrecortado mi nombre. Presentía que de su cruzada vestimenta sacaba sus huesudas y heladas manos extendían sus puntiagudas uñas inyectadoras de morfina…
Con la sutil calma que se instaló en el edificio opte por romper el silencio para dar aviso sobre el final de mis días que se aproximaba.
Los enfermeros que me rodeaban no entendían lo que les decía, ellos decidieron callarme.
Sus huesudas manos eran las que me enjaulaban apresando las emociones que fluían con gran rapidez. Descendiéndome hasta los bosques de los incautos, en donde, se encontraba sepultados por la modernidad.
Observa mi alma marchita consumida por el alba.
Me llevara la muerte ante la puerta del infierno. Ahí en donde me encadenaran tras esperar que de la caldera salga un espeso humo negro que empañara una oscura figura lanzando su lengua tan veloz como una flecha atravesado mi cuerpo dividiéndolo en cuatro para atarme de pies y manos en una vieja camilla

Texto agregado el 11-02-2013, y leído por 97 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-02-2013 La locura de los pensamiento y los de la vida se parecen tanto.... elpinero
 
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