El desorden que se ordena me dijo que soy tierra, agua dulce, equinoccio y sendero.
Menosprecio declarado, miedo y corrupción del espejo. La mezcla de virtudes, la imposibilidad de un eterno.
Esclavo de lo que me mira.., (de lo que creo que me mira).
Soy islas inconstantes, poemario desnudo ante los ojos que flotan. Menesteres ajenos a la soledad del recuerdo.
Me llamo cuerpo fragmentado, como nube que se duerme, como mancha indivisible en la impecable frustración de los días.
Un octaedro de fuego donde proyecto dibujos. Manos que no tengo, canciones que no canto.
Regalo rostros de barro, mascaras de sueños que murieron en vano. Despedazo los enteros, regalo mis muertos.
Somos engaño constante.., invento descarado, incineración de conciencia. Un ardor en el alma.
Somos cuerpos moldeados a golpes de silencio, derretidos por la vida como juez de lo que hacemos.
Sueños cansados de olvido, escondidos en los pliegues de una muerte interior.